Una lluvia candente
de fugaces estrellas
desciende y golpea
la desnudez complacida.
Reclama devoción
ante el fervor del tacto
de cada gota crepitando
ardorosamente viva.
Se funden y condensan
apresurando el gemido,
como quien aviva la flama
que bosqueja con su lengua
el fino trazo que delinea
el rojizo color
de atizados paisajes
ungidos con fuego y dulzor.