Veo el esplendor de la fortuna
en la ensoñación narcótica de su mirar,
en la delicia de sus labios
de tibia sangre melosa,
y es que mordería su fruto
abrazando la vesania
por embriagarme insaciable
del perfume interior
de su jardín de lirios y amapolas,
desafiando sin temor al sol
por no dejar de poseerla,
hasta evaporarme sin fin
dentro de su lívida carne
de primavera anhelada.