Loba.

Descubrí su reflejo
lejos de las brumas,
donde el ciprés arde
en rojizo contraluz
bifurcando sus raíces.
Y encontré su medida
ajena de mínimas
crecida en vitalidad
que viste su piel interior
y engendra en ella
el instinto fiero de libertad,
impregnándola de la magia
del poder lunar.

Intacta.

Me seduce

con inquietante canto

absorbiéndome hasta perderme

en los laberintos húmedos

de su concavidad.

Asido a sus muslos me ahogo

por seguir el eco envolvente

de los perversos augurios

sin miedo a zozobrar.

Y descubro

la impoluta perla

de su carne no mancillada.

Donde la fragilidad se esconde,

donde el beso nunca ha llegado

y la promesa permanece intacta

a través de las estaciones.

Conjunción.

Si existe Dios

encuentra sacra forma

a través de los estigmas

que mi tacto va tallando

en sus espacios interiores,

los que recorro y colmo

cuando entro y toco

las puertas de su cielo.

Curvando su dorsal

expande las alas para elevarse,

y en el cuenco de su vientre

bebo de la lucidez

alcanzando el reposo

en un pacto nunca roto.

Todo coincide como antes,

como siempre,

en un instante de emoción.