La carnalidad es una flor
que despliega sus pétalos
entornados como invitación
al lento desliz que surca
reclamando con insistencia
sus íntimas delicias.
Empapada de férvido jugo
se abre con pleitesía
como pletórico abrevadero
donde mojarse los labios sin fin
de sus callados placeres,
de su sabor a fruta.
Y sangrará su corazón
cautivo entre piel y carne
al vibrar de mis dedos
trémulos como espigas
diluyéndose vencida
hasta el sin aliento.