De roja seda vistió su ilusión
y con el corazón palpitante
llegó al Salón,
su llave fue una mirada
que hacía un secreto baile la llevó.
- © DUlCE -
Mi Gratitud Mi Corita.
Besos siempre dulces.
La invitación
Como todos los años, recibí en mano, la invitación para el Baile de Fin de Año (esta vez con una llave dentro)
Ese día llovía, el viento sacudía los bucles de mi cabello azabache.
Iba ataviada con un vestido rojo de seda, el cual hacía intuir las formas de mi cuerpo tonificado.
En el recorrido, pasé por muchas calles, en un local olía a café recién molido, así que hice un descanso y entré...
Frente a mi mesa se sentaba un hombre, muy bien vestido, mirada penetrante, profunda, así que fue inevitable retener mis ojos junto a los suyos.
Sentía como si me desnudara, con codicia... no pude evitar morderme el labio inferior.
El estremecimiento en mí... era irrefrenable, mi dermis se erizaba, mi espalda se arqueaba, apretaba mis muslos, sintiendo lo más íntimo germinar.
Fue increíble como logró en unos minutos sin tocarme, en la distancia, que brotaran todas esas sensaciones y emociones, desde mi interior.
Se acercó a la barra y con un gesto cómplice me miró y se marchó
Cuando fui a pagar, mi café ya estaba pagado, la sorpresa es que me dejó una nota,
con su número de teléfono y un escrito (lo guardé, para después del baile)
Salí del local y un taxi me llevó al castillo.
Hacía frío en el salón, o yo... que iba semidesnuda (guardo los detalles) pues se transparentaba todo, bajo mi vestido.
Las damas presentes portaban su máscara, bailaban entre la multitud.
Me quedé discretamente retirada al lado de un ventanal, con una copa en la mano observando y aún soñando, con lo que de mí se había adueñado.
La música cesó, se personó el anfitrión, engalanado, con sombrero de copa... y un cetro en su mano.
Al tiempo la música volvió a sonar ·saludaba a todas sus invitadas)
Él también llevaba su máscara... al momento se la retiró y ví esos ojos... de aquella cafetería.
No podía ser (me preguntaba) ... o me había confundido de baile o algo me habían puesto en la bebida.
Acercó su boca a la caracola de mi oído, le dí mi llave y de su dulce aliento, algo me susurró...
Ahora todo cobró sentido.
El final, solo lo sabemos, el Caballero con su sombrero de copa y yo...
(Cora)