Por una Llave... Un Baile
Como el turrón que cada año regresa por Navidad, así llegó la invitación de Dulce. Me pilló en un viaje relámpago a la nieve. Este año quise celebrarlo dejándome llevar por un paisaje totalmente distinto. Pero… ¿Quién puede resistirse al último baile en el Castillo Violeta? Yo no. Recogí mi pesado equipaje disponiéndome a disfrutar de la última noche del año junto a mis amigas de bailes anteriores, y junto a este anfitrión tan encantador. Además, esta vez hay un nuevo juego, una llave, un lugar… no se puede pedir más.
Tras agradecer el detalle de su invitación me dispongo a bucear dentro de mi vestidor, todo lo lanzo sobre la cama y nada de lo que hay me gusta. El viaje se llevó una buena pasta, nada de compras. Bueno, hay quien lo consulta con la almohada, mis dudas las resuelvo escalando montes. Tras llanear un buen trecho y escalar otro tanto, encuentro la cima y la solución.
Me vuelvo para casa como un relámpago. Escojo prendas fresquitas: un pantalón vaporoso, una camiseta con sus tirantes, hay transparencias que dejan ver la ropa interior, y el momento lo requiere, ¿No? El abrigo que todo lo tapa es imprescindible para no revelar nada antes de llegar al lugar.
Y allí está él. Tan apuesto que un suspiro se me escapa. ¡Ay!
Me da dos besazos, se los devuelvo, con la máscara no sé si me guiña un ojo. Por si acaso, que no se diga, yo también lo hago. Me invita al interior presentándome una mesa con diversos sobres, los cuales contienen una llave. Mirando hacia el salón descubro que, si no he llegado la última me ha faltado poco, ese es el detalle que me lleva a elegir el sobre donde reza: “la última puerta”.
Percibo que no he llegado a tiempo para bailar con el anfitrión, otra vez será. Los canapés y una copita de licor me acompañan hacia mi aventura. ¿Subo o desciendo? Este castillo es un misterio. Siendo la última puerta me decido por subir hasta la última planta. Menos mal que este año mi indumentaria me acompaña, bueno, los tacones no mucho, pero si me los quito antes de ascender por la larga escalera y me los pongo cuando llegue, nadie lo sabrá. Shsssss.
Allí está la buscada puerta, ya la veo frente a mí. Introduzco la llave con sigilo. No me quito la máscara, no quiero que me reconozcan. Para mi sorpresa todo está sumido en una penumbra malva dando una sensación de relax. Tras el tumulto que hay abajo se agradece cierto espacio. No estoy sola, una sombra se dibuja sentada en un sillón. Pregunto por su nombre y la voz de hombre solo responde: “Soy Yo” Cuando intento presentarme, es él quien revela mi nombre. Que me haya reconocido no me resulta ni halagador ni tranquilizador, porque ese Soy Yo no me inspira mucha confianza, puede ser cualquiera.
- Espera, eres Tú!, ahora caigo en que no hay otra presencia masculina en toda la fiesta.
Se levanta tendiéndome la mano. Mano que yo acepto. Acercándonos mutuamente y de manera repentina una música empieza a sonar para el baile. Estamos en la terraza. Es de esperar al ser la última puerta. Mientras nos miramos solo pienso que es el momento perfecto para empezar un Nuevo Año. Yo creyendo que no llegaría mi turno de bailar con el anfitrión.
El sol nace a los lejos, es muy tarde o muy temprano, según se mire. Hay una mesita preparada, en ella un desayuno nos espera. Un humeante café roza mis labios cuando de repente él susurra:
- “Cuéntame una historia, Auro, una donde estemos tú y yo”
Y el café se enfrió.
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♥ Gracias, Dulce ♥ |