A mitad de Diciembre llegó, entre la correspondencia habitual con mi amigo Dulce, su famosa invitación a su Baile de Fin de Año.
A pesar de llevar varios años invitada, me seguía haciendo especial ilusión recibirla, y siempre dudaba hasta el último momento sobre cuál sería el vestido y el maquillaje perfectos.Hacía poco que había visto la serie de Netflix Miércoles, la cual me había enamorado gracias a su protagonista, la famosa Miércoles Adams. Para homenajearla, decidí escoger uno de sus conjuntos. Me coloqué las medias y seguidamente el vestido, que llevaba incorporado un corpiño. La parte superior era cerrada, con las típicas solapas redondeadas de una blusa. La tela se transparentaba en las clavículas y el pecho, mientras que a los lados se multiplicaba en decenas de volantes a modo de mangas cortas. Capas y capas de chiffon caían desde mi cintura hasta mis tobillos, dejando al descubierto mis botines de tacón. Todo el conjunto era negro. Me partí la melena en dos, recogiéndola en dos trenzas que a su vez trencé para que quedasen recogidas contra mi cabeza, y dejé que mi flequillo enmarcase mis ojos. Me maquillé de forma sobria, la piel pálida, los labios rosa mate, sombras negras en los párpados... Añadí algún que otro accesorio y, como guinda del pastel, me coloqué la máscara plateada.A la hora acordada llegó el coche. Esta vez no había caballos de verdad, sino que me esperaba un increíble Ford Mustang. El chofer me abrió la puerta trasera y luego se acomodó en el asiento del conductor.Observé cómo abandonábamos la ciudad a través de las ventanillas y el viaje se me pasó volando mientras atravesábamos un bosque cada vez más espeso. Siempre ocurría igual, como si viajase de la realidad a un mundo de fantasía...