Ceñida a la forma
de la piel que le arropa
armándola de aguerrida
sangre, carne viva
y abrasador destello.
Forjada por el sable
que desenfunda y espeta
sin tregua en la entrega
que fielmente tributa
con su aliento profundo.
Con el sabor embriagador
que destila su nombre,
evocador constante
de su templaria figura
en agua, reflejo y aire.