Si hay una regla que impera en el Mundo de los Demonios es: «Nada es verdad. Todo está permitido».
Siguiendo esa premisa, nuestro protagonista, un demonio que acababa de cumplir los doce milenios, se dirigía hacia el sótano de su mansión.
Se trataba de un ser antropomórfico de casi dos metros de altura, con la piel negra como la obsidiana, la melena de un león, los cuernos de un toro, los colmillos de un vampiro y la cola terminada en una pica propia de su especie. No llevaba ropa. ¿Para qué? Los demonios no la necesitaban.
Abrió la cerradura con una de sus garras y sus fulgurantes ojos rojos recorrieron la sala hasta toparse con su regalo.
Sobre un cojín se encontraba arrodillada una humana-gata; si no fuera por las orejas y la cola, parecería una humana normal y corriente.
La humana-gata provenía de un mundo que los demonios habían descubierto hacía unos pocos siglos, y estos no habían tardado en convertirlos en sus mascotas. Les alimentaban, les sacaban de paseo, les acicalaban, les compraban prendas y jugaban con ellas. Su aspecto blando y aparentemente delicado engañaba, pues resistían perfectamente el trato de los demonios... y, lo más importante, lo anhelaban.
El demonio observó a su humana-gata en la distancia. Su piel era blanca como la leche. Su pelo larguísimo era mitad rosa-mitad negro, y estaba recogido en dos coletas. Tenía los ojos vendados, los brazos atados a su espalda y su cuerpo estaba cubierto por las prendas de su mundo.
El demonio se movió por la sala...
La humana-gata reaccionó; sus orejas se giraron hacia el sonido de sus pasos y su cola se ondeó a su espalda, expectante.
La parte superior de su cuerpo estaba cubierta por un top en cuyo centro había un hueco, de modo que se le veían los pechos apretados, mientras que en la parte inferior mostraba un tanga diminuto y sus piernas estaban enfundadas en medias negras.
En la mente del demonio se agolparon cientos de ideas indecentes... «Nada es verdad. Todo está permitido»
Un lazo rosa la mantenía sujeta al cojín, aunque ella no parecía tener la intención de escapar. ¡Ni que pudiera hacerlo! Alrededor de su cuello portaba un grueso collar de cuero con una anilla metálica, a la cual estaba unida una cadena; esta, a su vez, estaba unida a la pared.
El demonio se acuclilló a su lado, con una mano se hizo con la cadena y con la otra aferró su cola de gata. Ella dejó escapar un maullido de sorpresa y placer. Al mismo tiempo, él acarició su cuerpo con la punta de su cola, erizándole la piel.
—¿Estás asustada, babydoll? —le preguntó con una voz suave, grave y reverberante.
—N-no. En el adiestramiento me prepararon para este momento.
—¿Quieres que te quite la venda? Si es la primera vez que ves a un demonio quizás te asustes...
—No me asustaré.
Alzó la barbilla, valiente. El demonio se rió suavemente mientras le quitaba definitivamente la venda.
La humana-gata parpadeó, acostumbrándose a la falta de luz. Sus pupilas estaban dilatadas y tenían una forma redondeada, de modo que apenas se apreciaba un aro azul zafiro a su alrededor.
Sus hermosos ojos lo miraron con la más absoluta adoración.
—¿Cómo he de dirigirme a ti?
—Puedes llamarme D.D.
Su cola había ido rodeando poco a poco su cuerpo, como abrazándola.
—¿Puedo preguntar por su significado, D.D.?
—Puede tener varios significados, babydoll. Las D pueden ser por Dom, por Demonio...
—Por Dulce —ronroneó, esta vez bajando la vista.
—¿Oh, tienes hambre?
Ella asintió rápidamente con la cabeza y abrió la boca, mostrando una lengua larga y rosada y unos colmillos adorables. El demonio no necesitó más que reacomodarse frente a ella, tirar ligeramente de la cadena unida a su collar e introducir su polla en su boca. Era tan grande, tanto en grosor como en largura, que le costaba respirar y sus ojos se cubrieron rápidamente de lágrimas. Sin embargo, ella no hizo ademán de retirarse en ningún momento. Relajó la garganta lo mejor que pudo y aguantó que le follase la boca, cada vez más rápido; al mismo tiempo, la pica de su cola se frotaba entre sus piernas, excitándola.
Finalmente, el demonio se corrió tan abundantemente que ella tuvo que tragar tres veces hasta que no quedó ni una sola gota.
—Bien hecho, babydoll. —Le palmeó la cabeza—. Beberás mi leche tres veces al día, como mínimo, ¿te parece bien?
—¡Sí, D.D.!
Ella se relamía, como si el demonio fuera lo más dulce que había probado.
—Y ahora, es el momento de desenvolver el regalo...
Deshizo el lazo para poder separarla fácilmente del cojín y con un rápido movimiento de cola le dio la vuelta, colocándola a cuatro patas. Cortó el tanga mojado con una garra... Su sexo rosado e hinchado estaba cubierto de vello negro y suave como el terciopelo. Orientó su polla hacia su entrada y se dispuso a penetrarla poco a poco.
—Lo siguiente que debes saber, es que en este mundo nada es verdad... Todo está permitido. ¿Lo entiendes?
—Nada es verdad... ¡Miau! Todo está permitido.
La sala se llenó de maullidos y rugidos, el preludio de doce siglos más de placer.