Triunfal me recibe
el arco de tu boca
incipiente en su credo
donde mi carne y tu verbo
comulgan y conjugan
con un mismo espíritu.
Pétalos blancos
de consagrada primavera
florecen en tus labios
erupcionando trémulos
ante el acopio de las ansias.
Y al final me coronas
como Rey Sol despuntando
en el brillo incandescente
de tu ígnea mirada.