Atrevida la mirada
que mide con intención
la imponente plenitud
de la carne enarbolada.
Atrevida la boca
que pronuncia mi nombre
vocalizando con lascivia
al tiempo que acrecienta mi figura.
Vehemente en su anhelo
insufla mis venas con codicia
cortejando con su lengua
la cabal firmeza que fragua.
Atrevida se alimenta
de la albina lágrima
desfalleciente sobre las comisuras,
irrevocable sentencia en ella.