La veo serpentear
con la grandeza de quien reina
donde muchos sucumben
por impiedad.
Con tacto transgresor y sacro
e impronta señorial,
magnificencia que la glorifica
encumbrándola como rezo
en los altares de las alabanzas.
Sus dones la colman en gracia
conjurando lo divino y lo carnal
en un mismo acto de comunión,
porque ella tienta al pecado
y a la vez es la salvación.