sábado, enero 20, 2024

El Baile por Ginebra Blonde VI.

Renunció al abismo
para atarse al goce,
eligió vivir
para sentir la sumisión
bailó a placer
de la mano del Dulce Conde.

© DUlCE -


Mi Gratitud Querida Gine.
Dulces besos cariñosos.

Su carta elegida fue...

Baile de Máscaras

 


Amelia
 
     Sus pasos se encaminaban casi levitando hacia el borde de aquel precipicio al que siempre se asomaba sintiéndose cual pequeña e insignificante moto de polvo, ante la inmensidad de un mundo con el que no resonaba desde hacía ya demasiado tiempo.

      Sus intenciones, esta vez, estaban claras…

    Saltaría; se lanzaría al vacío, a ese limbo donde al fin descansar del martirio de la soledad de aquel enorme castillo que había heredado de sus antepasados, sin más compañía que unos viejos y enmohecidos libros que la mantenían viva cuando caía inmersa entre sus páginas, y un amigo de su padre fallecido, que velaba por ella y la cuidaba entre esos recios y gigantes muros de piedra maciza.

   Miró el horizonte de gris y espesa niebla que se mostraba frígido ante sus ojos. Comenzó lentamente a dar un paso como atraída por él, sintiendo el helor del vacío bajo uno de sus pies que flotaba sobre aquel abismo, cuando, de pronto,  unas manos rodearon su cintura agarrándola con fuerza y tirando de ella hacia atrás.

    —¡Por Dios! ¡Hágalo por él, por su padre! Él querría verla viva, fuerte y luchando! 

    Desde aquel fatídico incendio donde su familia pereció, Amelia cayó en un profundo mutismo que no le permitía pronunciar palabra alguna.

    —Ha recibido una invitación para el baile de máscaras que se celebra cada año en el castillo del Conde Sweet Gentleman; y va a ir. Va a elegir un precioso vestido; va a ponerse su perfume de violetas y va a dibujar esa bonita sonrisa en su aterciopelado rostro.  Yo la dejaré en la misma puerta, y no me iré hasta que vea cómo la cruza.


      Amelia rompió a llorar sin emitir un atisbo de sonido. Él la abrazó con fuerza, limpió sus lágrimas y la cogió en sus brazos para llevarla a sus aposentos y dejarla tendida sobre su lecho.
   
        —Descanse, Amelia… Mañana será un gran día.
 
Baile de Máscaras
 
    Su vestido era azul cobalto. Un corpiño anudado con cintas de raso negro enmarcaban su esbelta figura y dejaban prominentes sus turgentes pechos. Un collar de negro y fino terciopelo, rodeaba su delgado y blanquecino cuello. Y su rostro, así como le había encomendado quien velaba por ella tras la muerte de su familia, lucía una tímida sonrisa, a la vez que sorprendida y curiosa por todo lo que se mostraba ante sus ojos.

      De pronto, y sin saber de quién procedía, una voz le susurró  en el oído…

     —Me alegra que hayas aceptado mi invitación… Solo necesito tu mirada para saber que estás bien; que te sientes a gusto… No importa que no puedas hablarme. Te preguntarás por qué lo sé… No es por la persona que vela por ti. Te conozco desde hace mucho tiempo. He seguido en silencio tus pasos llevado por un impulso tan misterioso, como extraordinario e irrefrenable. Has estado presente en mis sueños y en mis más fervientes deseos…

     Amelia hizo de pronto el amago de girarse para ver el rostro de aquel que le hablaba en susurros y que había despertado en ella una extraña sensación, pero él la frenó acercándola con más vigor a su pecho, dejándola paralizada…  

    —Aún no… Ahora baila; disfruta; vive…

    Y tras decirle esas palabras, el Conde cogió su mano derecha, la llevó a su espalda y posó en ella una llave de la que colgaba una pequeña carta con un número impreso.

    Cuando Amelia se giró, el Conde ya no estaba. Miró la llave y el número de la carta: dos


   
        Se fue adentrando en el baile inclinando la cabeza a modo de saludo hacia algunas invitadas que le mostraban un cálido acogimiento, y aun a pesar de no poder hablar con ellas, se sintió arropada tras ese largo y frío tiempo de mutismo y soledad. Aquel salón y todos los invitados, desprendían una cálida y misteriosa armonía que la envolvía en un dulce y embriagador ensueño; pero su mente estaba ya muy lejos de aquel lugar…

La Puerta
 
         Se paró frente a ella. Tenía la misma sensación que cuando intentó dar aquel salto al vacío, pero esta vez sentía que lo que le deparaba el otro lado, era una llama que comenzó a arder en su interior en el momento que escuchó la voz del Conde susurrándole en el oído y penetrándole hasta el alma.
    
         El placer ya no formaba parte de su vida. Había olvidado lo que era sucumbir a él desde la más pura desnudez. Entregarse y cruzar toda frontera que la permitiese explorar emociones nuevas en cualquiera de sus vertientes. Fue sumisa de sí misma en su renuncia a la vida y a todos los placeres que ésta otorga más allá de sus difíciles y, a veces, crueles vicisitudes.
    
        Su cuerpo no dejaba de sentir ese cosquilleo cual primera vez que uno se entrega al goce de la carne y el espíritu. Impetuosa, y casi con rabia por haber estado tan ciega ante el regalo de la vida, metió la llave en la cerradura y la giró con rapidez como si aún temiese arrepentirse.
    
      Cruzó el umbral sabiendo que aquella experiencia la iba a llevar a unos límites jamás cruzados; que iba a romper toda barrera que la impidiera sentir el goce más intenso jamás experimentado, y la iba a hacer caer rendida; ofrecida a los planes y dominios de aquel que la estaba haciendo vibrar por cada poro de su piel, inmersa en una lascivia, feroz y osada, que gemía y brotaba por cada recoveco de su cuerpo.
 
Placer
 
      En aquella habitación de paredes insonorizadas tan solo se escuchaba la respiración agitada de Amelia, y sus pasos caminando hacia un extraño mobiliario enmarcado por una tenue luz.
    
    Como una danza de sombras que la envolvían y rozaban, la figura del Conde aparecía y desparecía ante sus ojos, al tiempo que sentía que las cintas de su corpiño iban desatándose, liberándola así de la prisión de sus ropas, y dejando en libertad, como dóciles péndulos, sus pechos que palpitaban sedientos de placer.  
    
       Su vestido abrazó el suelo; tan solo unos zapatos de satén azul y unas medias de seda blanca, vestían el cuerpo semidesnudo de Amelia, dispuesto a yacer entre aquellas manos calientes y firmes que la despojaban de tabús, y la llevaban a un sentir extremadamente delicioso y lujurioso.   
    
       Como en una ensoñación y sin apenas visión, comenzó a sentir cómo el Conde iba inclinando su cuerpo hacia delante hasta hacerlo reposar en una especie de diván del que salían, de cada uno de sus cuatro extremos, pequeños cintos que rodearon y ataron sus muñecas y tobillos.

        Expuesta y totalmente abierta al placer; sometida al goce de dejarse fluir como río ante la tempestad de la piel que gime desde su más inconmensurable latido, Amelia emitió un grito cuando el primer embate la hizo vibrar y contraerse húmeda y ungida en sus fluidos que, como cascadas, rebosaban por sus ingles deseando más; más de aquel goce que la dejaba en la  extenuación; de aquel precipicio al que sí quería y deseaba caer…
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                        ©Ginebra Blonde


(Relato perteneciente a la propuesta/invitación de Dulce, de la celebración del Baile de Máscaras de Fin de Año 2023)

jueves, enero 18, 2024

El Baile por Dafne Sinedie VI.

Dispuesta a confesarse
al Vampiro enfrentó
quien le ofreció una dulce manzana
y volviose ella la tentación
encarnando a una súcubo
que todo secreto desnudó.

© DUlCE -


Mi Gratitud Dafne.
Dulces besos de turrón de vino. 

Su carta elegida fue ...




EL BAILE DE FIN DE AÑO 2023


     Tras un año más intercambiando numerosas cartas con mi amigo Dulce, leyendo nuestros poemas y relatos, esperaba con ilusión su invitación para su famoso Baile de Fin de Año.








      El Baile del año pasado había sido espectacular, ¡prácticamente imposible de superar!
      Así que para cambiar un poco de estilo, esta vez elegí el siguiente conjunto: Un traje de terciopelo rojo perfectamente entallado a mi figura y una camiseta de cuello alto dorada. De calzado, zapatos de plataforma negros que serían la envidia de cualquier Bratz. Me cepillé el cabello, largo y liso, hasta que quedó reluciente, y me maquillé con cuidado; los ojos azules perfectamente delineados, los labios rojo como la sangre. La máscara con forma de murciélago fue el detalle definitivo.
     A la hora acordada llegó el cochero. Me envolví en un abrigo negro, de piel de zorro, saqué del frigorífico la caja que contenía el regalo para mi anfitrión y bajé a la calle. Mis dos amigos Relámpago y Trueno relincharon con alegría. Les saludé con un par de caricias y alguna golosina. Seguidamente el cochero me ayudó a subir al carruaje y cerró la portezuela. Oí cómo se situaba al frente, cogía de nuevo las bridas, decía los nombres de los animales y el carro se puso en marcha.
     Presencié cómo abandonábamos la ciudad a través de las cortinas de las ventanillas y el viaje se me pasó volando mientras atravesábamos un bosque cada vez más espeso. Siempre ocurría igual, como si viajase de la realidad a un mundo de fantasía.
     Antes de las diez llegamos a la impresionante fortaleza de piedra. El corazón me dio un vuelco por la emoción al comprobar que en la entrada ya había aparcados otros carros.
     El cochero me ayudó a bajar del carruaje. Los leones de la entrada me dieron la bienvenida y le enseñé mi invitación a uno de los porteros. Al igual que los años anteriores, me dejaron pasar con un asentimiento y me desearon una feliz velada.
     Guardé mi abrigo en un ropero en la entrada y pedí que llevasen a Dulce mi regalo. Ya conocía el camino hasta el salón principal.





     La pista de baile me trasladó a los años 80s, con su bola de discoteca reflejando destellos violetas en todas las direcciones, como si Dulce hubiera sido capaz de atrapar la Luna en su castillo.
     En las mesas circundantes pude encontrar manjares de todas las partes del mundo; empanadillas exquisitamente rellenas, asados, sushi, ramen, ensaladas... ¡Ni qué decir de las bebidas!
    También pasé largo rato charlando con Mag, María, Cora, Campirela, Ginebra, Flor... Era como un hechizo: una vez al año, podía coincidir en el espacio y en el tiempo con mis maravillosas amistades bloggeras. Poco tiempo después Dulce nos dio la bienvenida junto con su acompañante de siempre: un enorme león.
     Este año,  nos propuso un juego de cartas...

 




¿Jugamos?

¡Bailemos la noche entera!                          La carta elegida





Mil gracias por la invitación, Dulce.

¡Feliz y próspero año 2024!
 
 
 

sábado, enero 13, 2024

La Música se diluye.

La música comienza a diluirse entre el aire susurrante, se hace cada vez más tenue, así como el murmullo de la algarabía de las invitadas a El Salón. Como siempre la fiesta se extendió por cada rincón de Mis Dominios, las emociones se encendieron como candiles, los latidos sonaron aceleradamente, la elegancia fue invitada de honor y junto a ella la sensualidad reinó un año más.

Mi Gratitud a quienes recibieron sus invitaciones y se hicieron presentes, sin vosotras Mi Baile no sería lo que es. Gracias también a quienes fueron más allá y se atrevieron al Juego de las Cartas. La intuición ha sido acertada? creo que lo ha sido y el desafío ha sido complacido.


Como complacido queda este Dulce Caballero. Gracias: Albada Dos, Rosana Martí, Campirela, Auroratris, Lunaroja, Ginebra Blonde, Carmela, JP.Alexander, Mujer de Negro, Dafne Sinedie, Milena, Mag, Sara O.Durán, María, Silvia de Angelis, Carmen Silza, Vivián Angélica, Marina, Laura, Tatiana Aguilera, Tracy, Sandra Figueroa, Alma Baires y Gustab/Rodrigo Fuster.

Las puertas comienzan a cerrarse, si has decidido quedarte en Mis Dominios la dulzura te poseerá ...


GRACIAS DAFNE SINEDIE

GRACIAS GINEBRA BLONDE

GRACIAS AURORATRIS

GRACIAS ROSANA MARTÍ

GRACIAS SANDRA FIGUEROA

GRACIAS LUNAROJA

GRACIAS JP.ALEXANDER

GRACIAS CAMPIRELA

GRACIAS ALMA BAIRES

GRACIAS MAGADE QAMAR

GRACIAS MARÍA

GRACIAS MUJER DE NEGRO

GRACIAS TRACY

GRACIAS RODRIGO FÚSTER

GRACIAS MARINA