Un año más recibí la invitación del CONDE DULCE para asistir en su Castillo al baile que inauguró el nuevo año. La cosa empezaba mal pues la invitación personalizada con mi nombre y el antifaz, se me perdió y es que en las fiestas navideñas en mi casa se pierde un romano montado a caballo, así es que decidí obviarlo porque sabía que el Conde, que me conoce de otros años, le diría al mayordomo del Castillo que me dejara pasar.
Eso sí, tenía que buscarme un antifaz acorde a mi vestimenta, que este año no sabía cual sería:
- Tracy no te pongas histérica , que te dará tiempo a todo, llegarás a punto y perfecta como siempre.
Con estas palabras de mi "Tracy razonable", comencé los preparativos.
Había que empezar con los prolegómenos del baile que en realidad eran un juego.
Como siempre el Conde Dulce, no deja ningún detalle al azar para asegurarse que días antes del evento tengas puesto tu pensamiento sólo en el Baile y sus entresijos.
Este año ideó algo novedoso para mantener en vilo a sus invitadas que provocó una curiosidad exacerbada en todas las asistentes, como comentamos mientras esperábamos en el Salón.
Había tres cartas con el sello personal del Conde, tenías que elegir una al azar.
Mi elegida fue esta, cuando le di la vuelta... ¡Joderrrr!
"El Caballero Oscuro"
Esta carta habla "del poder que tiene el ser tal cual somos somos liberando lo que callamos, el misticismo es importante en la persona que la elija, su objeto es la cruz, su color es el negro y su palabra es vampiro" ¡Qué fea la palabra! estuve apunto de no ir a la Fiesta, pero el Conde no era culpable de la carta que yo había elegido y no le podía hacer el feo de no presentarme.
Todo esto condicionaba mi disfraz.
Iría de gótica.
Con pendientes y colgante de cruz al cuello y un antifaz maravilloso de encaje
Y este traje de cuero que en cualquier momento me puede servir para bailar unas sevillanas al final de la Fiesta.
Lo de vampira me trajo preocupada hasta que se me ocurrió pedir al Mayordomo, nada más llegar, una Granadina, para simular una bebida de sangre, y bien de alcohol, porque tenía que resolver varios asuntos pendientes: trasladarme al Castillo subida en esos tacones sin partirme una pierna, ver qué pasaba con mi invitación traspapelada y convertir la Granadina en "sangre creíble", pidiéndole a uno de los camareros que le echara un poco de maicena para que espesara y realmente pareciera lo que no era.
Todo se solventó, en el momento que vi aparecer al Dulce Conde, tan elegante con su antifaz y su chistera... se dirigió hacia mí, tan atento, me miró muy bien mirada y besando mi mano enguantada dijo:
- ¡Bienvenida Tracy! Pasemos al Salón.
Me tomó por la cintura con delicadeza y sin darme cuenta, me encontré en mitad del Salón, meciéndome al ritmo de la música con tal suavidad que parecía estar entre nubes de algodón sólo veía los fuegos artificiales que desprendía su mirada.
La "Tracy razonable" se puso nerviosa y la "Tracy fiestera" se dispuso a pasarlo bien.
Sólo sé que, cuando todo acabó y volví a casa, encontré que me habían traído otra invitación de parte de Dulce para que la guardara como recuerdo de la Fiesta.