Al girar la carta pensó que era una carta maravillosa y mordió su labio al leer lo que el mensaje en ella decía: "Si elegiste esta carta, la D/s no es algo impensado para ti. Tu objeto es el Collar, tu palabra es Sumisa, tu color es el Violeta." Intuía que había sido hecha especialmente para ella.
El tiempo es un río que no se detiene y sin más demora subió por las escaleras hacia el cuarto donde sabía que Él la esperaba. Giró el pomo movida por la curiosidad, esa curiosidad que suele ser una ventana hacia lo inesperado. Al abrir la puerta lo vio sentado en penumbras en el habitual sofá, alcanzó a vislumbrar su mirada como dos llamas de fuego que le señalaban el camino.
Esa mirada la envolvía de algo especial, era como un puente que los unía y por el cual ella ahora caminaba con seguridad hacia su encuentro.
Se sentía tal como un ave en pleno vuelo y queriendo solo posarse entre sus brazos.
Por suerte había elegido un atuendo cómodo para el Baile, se quitó los zapatos y caminó descalza hacia Él cerrando tras de sí la puerta. De inmediato el silencio se apropió del momento, hasta que Él le ordenó; «Quítate la ropa lentamente sin dejar de mirarme». Sabía que no podía contradecir su mandato, tampoco pensaba hacerlo, deseaba complacerlo.
Se quitó el vestido dejándolo caer y provocando en Él una sonrisa de satisfacción. Percibía su mirada recorrerla como una ardiente caricia, el silencio podía cortarse con un cuchillo y estaba segura que su corazón se oía como un volcán en erupción.
Él la observó detenidamente, recreándose en su cuerpo, como quien se deleita con su obra siempre inacabada, siempre fértil. Se puso de pie y la rodeó lentamente para luego ponerle el collar de color violeta. Al mismo tiempo inhalaba su perfume que le provocaba mariposas en el estómago. «Tengo un regalo para ti», le dijo mirándole ahora a los ojos, esos ojos como dos luceros en la tenue luz de la habitación. Le ofreció una elegante caja que ella abrió, su expresión de sorpresa brotó al instante ante la reluciente joya. «Gracias Daddy, me encanta», exclamó. Él la besó en la frente, luego en los labios y cogiéndole la mano le dijo: «El diván te espera Mi Putita».
El Baile apenas había iniciado y no podía acabar sin que ella bailara para Él luciendo la deseada joya.
© DUlCE
Relato que forma parte de la propuesta "Metáforas"