Enreda tu lengua
a la espiral que encadena
el puntal que se erige
en favor de tu boca.
Eslabón tras eslabón
en una sucesión de flagelos
fustigando las venas.
Libera esta pulsión
con cada húmeda caricia
y cógeme con tu mano
elevándome a lo más alto.
Para después encarcelarme
oprimido hasta el sofoco
entre tus comisuras.