Cuando la razón prohíbe
lo que el cuerpo anhela,
indómita se vuelve la curiosidad
avivando rapaces pasiones
que descifran el dilema.
Profanan el alma,
doblegando a los sentidos,
incitando a los pensamientos
que se recrean enfebrecidos.
Cuando la excitación se desata
quema, queriendo devorar
todo lo que muestra
la envergadura manifiesta
de mi presencia.