Aceptar los dulces retos es un desafío y supone entrar a los Dominios del León. Así acudió a la cita retándose a sí misma, pero cuando entró en La Habitación Violeta, se desarmaron todos sus esquemas.
Y así fue la segunda sesión ...
Mi Gratitud Lunaroja por aceptar el desafío.
Besos dulces.
J(F)UEGO PROHIBIDO
Acepté el reto.
Iba a jugar a su manera, a pesar de que era algo que no me atraía demasiado ,pero, me dejé llevar por ese típico “y porqué no?
Éramos una fusión entre polos opuestos y a la vez totalmente parecidos , así que la cosa prometía.
Quizás fue eso lo que me enganchó a aceptar esta especie de desafío. Pura cabezonería. Así que no muy convencida acudí a la cita en la casa del León.
Por lo pronto yo había ido dejando caer mis condiciones, mis límites (más bien cortos).
Él sabía que no me gustaba el dolor físico, ni el sentirme sometida, y todos esos juegos que tanto le gustaban, conmigo tenían poca chance. Acepté porque él aceptó respetarlos.
Por suerte mis pensamientos se detuvieron de golpe, apenas Él abrió la puerta.
Me sonrió y me invitó a entrar, me sentí súbitamente tímida… (tímida yo?) Nuevamente me obligué a soltar el control, si no, no funcionaría nada.
No crean que hablamos mucho, todo era un acuerdo de miradas, que por suerte me ayudaron a relajarme y a fluir.
Tanto fluí que cuando me quise acordar estaba desnudándome y León, me miraba con una semi sonrisa “comprensiva” mientras encendía una vela de un hipnótico aroma a miel que se esparció por todo el espacio.
Claro, debería disfrutar muchísimo de verme casi avergonzada, porque no era yo la que tenía el mando.
Me recosté en la cama de ese cuarto semi oscuro, su misteriosa estancia con todo lo que ofrecía para el placer.
León se acercó, colocó la aromática vela en la mesilla y comenzó a acariciarme la pierna desde los dedos del pie a la ingle, apenas sugerido diría… apenas un toque cálido.
Me tomó las manos, y con un movimiento rápido y delicado, me colocó un par de esposas, una en cada muñeca, atrapando mis manos a cada lado del cabecero de la cama. (Eso estaba permitido)
El silencio era atronador, solo se oía nuestra respiración y apenas, unas palabras en susurro.
(Creo que no hacía falta mucha explicación)
Lo curioso es que me di cuenta de que me empezaba a gustar ese jueguito (que yo creía que era un jueguito) de sumisión.
Y lo más curioso aún fue que empecé a darme cuenta de que me excitaba.
No pasaba nada pero estaba pasando de todo, al menos en mi mente, en la piel y entre mis piernas.
Con una semi sonrisa mental me di cuenta de que a él también le estaban pasando cosas, pero como ninguno decía nada, era casi más sexual que si estuviéramos tocándonos.
Por fin rozó mis pechos con algo muy suave, de color púrpura… era sedoso y cálido, y toda la piel se erizó. Tomó con delicadeza mi cabeza y rozando mis mejillas con ese satén, me puso un antifaz que me dejó en la más absoluta oscuridad. (Y esto? Estaba pactado? Ni recordaba…)
Como si oyera mis pensamientos me dijo que me tranquilizara, que nada sería desagradable para mí. Confié, sabía que sería incapaz de hacerme nada que Él supiera que no me gustaría.
Lo sentí inclinarse, casi colocarse sobre mí, sentía su piel caliente, sus músculos en tensión, sosteniéndose sobre sus brazos, y rozándome todo el cuerpo. Su erección abriéndose paso con firmeza debajo de mi vientre.
Yo sabía que eso no era todo.
Entonces se inclinó y me dijo al oído que sentiría algo especial en mi piel…
Mi respiración se agitó, eso sí que no sabía que podía ser. No sabía si me gustaría o no,pero, ya no había como deshacer esa madeja de deseo. (Y sí, me dije…me gustaba)
De pronto sentí que algo caliente comenzaba a gotear lentamente y por diferentes sitios en mi piel. Algo ardiente, pero, que no quemaba hasta el punto de decirle que ahí se acababa el juego.
Esperé anhelante. Una gota en el cuello, más gotas en mi pecho, en los pezones, bajando y bajando hasta el puente de mis pies.. todo mi cuerpo oliendo a esa maravillosa cera de miel….
Súbitamente comencé a sentir su lengua recorrer en sentido inverso el recorrido de la cera…desde el puente de mis pies en un exquisito ascenso.
Su lengua?
Se estaba comiendo la cera? Esto era más de lo que podía imaginar… oía su risa, sentía su tacto,sentía su saliva caliente recorrer el sendero de las gotas. La lucha entre mi mente y mi excitación se resolvió en cuanto su lengua rozó mi sexo.
(Si le gustaba comerse la cera, no sería yo la que se lo impidiera, a esa altura de las cosas)
Dejé de pensar y especular, y me rendí a esa lengua devoradora que repartía gozo, y calor por todo mi sexo.
Me sentía poderosa, a pesar de mi situación de vulnerabilidad y me dejé avasallar por esa ola de placer en un orgasmo exquisito, a oscuras, pero plena con todos mis otros sentidos explotando en todo mi ser.
Ël se retiró y yo como una ciega le pedí que no se fuera, que me liberara de mis esposas y me devolviera los ojos,para poder “retribuirle” con creces el placer.
Pasaron los minutos y yo expuesta y desnuda, sin poder moverme esperé.
Cuando por fin, liberó mis manos y mis ojos…vi en su mirada, esa expresión tan de lobo (no de León por más que le encantara que le dijeran así) conservando la calma frente a su presa a pesar de su excitación más que evidente.
Bajé los ojos hacia sus manos y en ese momento se resolvió el enigma de la cera.
Entre sus dedos,un pequeño cazo de cobre antiguo, lleno de miel caliente que con un pequeño gotero de cristal, había ido dejando caer gota a gota lo que yo creí era la cera de la vela aromática.
Dejó a un lado el artilugio, lanzó una carcajada al ver mi cara de asombro y, me ordenó que me pusiera de espaldas y levantara las caderas. Cogió mi melena tirando de ella como si fueran sedosas bridas y comenzó la segunda parte del juego.
(El resto, que lo cuente Él)
© Lunaroja