domingo, mayo 26, 2024

J.P.Alexander en La Habitación Violeta II.

El trece también puede ser un número de encuentros deseados, de dulces momentos, de intensos placeres. La cuarta sesión así lo confirma ...   


Mi gratitud JP. Alexander por volver a La Habitación Violeta.
Besos dulces.

Trece

Gota  a gota  paso  a paso.  Entre  el miedo  y  el  deseo  camino  entre la lluvia  y  la niebla voy a su encuentro como  cada  12 de  abril.  Él  sale  de las  sombras  de su  castillo   a  buscar  a alguien   que  lo acompañe   que  vea  más  allá de sus prejuicios y miedos.

Yo  lo sé porque  Él me  eligió.  Una  noche  como  estas  en medio de la lluvia.  Susurro mi nombre.  Me  acuerdo  verlo    en  medio  de la niebla   por   una  calle solitaria.

Al principio tuve miedo y salí corriendo, pero  Él se atravesó en mi  camino. Se  acercó  a mí y  me  dijo   en voz  baja —  Te  he  buscado incesantemente ,  Ven  conmigo.    

Su  voz tentadora,  el dulce susurro de sus  palabras, su mirada  ámbar ,me hicieron  seguirlo contra mi  buen  juicio.  En cuestión de  minutos llegamos   a  un  castillo    rodeado  de lavandas,  una de  mis plantas  favoritas.  

Él tomo mi mano era fría como hielo, pero no me importó.  Se  acercó  y me  miró   a los ojos. 

 —  Te  deseo  ,  ven a mí.

Por un momento   me  vi en otro  tiempo   caminando  por  este  castillo  junto  a Él.  Mientras Él   tocaba mi espalda   y  recitaba  poesía. Me di cuenta de que ese momento  ya lo había vivido.  Que  me  había enamorado en otra  época  de  aquel  hombre. 

 Cuando entré en la habitación recordé  que aquel hombre  se llamaba  León  y lo había  amado en mil vidas distintas. 

FuI  con Él  a una habitación  de color lila. Tomó mi boca como  yo quería tomar su cuerpo.  De  forma  lenta  y  suave  hasta  que  saturó  mis  sentidos.  Volviendo su  exploración  cada  vez  más dura y caliente. Inundando mis sentidos hasta que ya no pude respirar.

Con  ese  beso  empezaron  mis  citas  cada  12  de  abril.  Cada  vez más  atrevidas,  más  apasionantes  y  dulces. 

Aún recuerdo la última vez que lo  vi  y lo que hicimos  esa noche mágica.  Él  vino  a  buscarme a  mi  habitación  en la  que  yo  esperaba  ansiosa  y asustada  de  que no llegara. 

Me  cargó en sus  fuertes  brazos. Su aliento frío en mi  oído dijo en voz  baja. 

―Siempre  te buscaré. ¿Confías  en  mí? 

―Si―  le dije   sin mentir.  Era  raro, apenas lo conocía, pero confiaba  ciegamente en Él. 

Me  llevó  a su   castillo  a su  habitación. Un cuarto de  color lila.  Con    una  cama  enorme de  dosel  y vista  a  un jardín lleno  de  orquídeas.   

― Vamos, a  divertirnos. ―Él me depositó  en la  cama bocarriba.  Ató  mis  manos a la cabecera.  Tocó  mi mejilla  ― Estate quieta. También  voy a  vendarte.  

Insegura  y con  un poco  de miedo pregunté. ―¿Qué vas  a hacerme?

―Nada que no  desees. Si  tienes miedo me dices  que  pare. ¿Lo entiendes?

Lo entendía  y   estaba paralizada  de miedo y  deseo. 

Él me miró  con  sus grandes  ojos  dorados  y me  volvió  a preguntar ― ¿Lo entiendes?

―Si, pero...

―  Si te sientes  incómoda  con  esto.  Me dices  que pare  y  el juego  se  detiene.  No hables. ¿Está  claro?

― Si,  pero. 

― ¿Deseas  jugar?

― Sí. 

― No hables  a menos que  desees  detener  el juego. 

Le saque la lengua en señal  de  rebeldía. León la atrapó entre sus dientes y suavemente la mordió, entonces la chupó como si estuviera chupando mi  clítoris. ―Última advertencia. 

Luego de decir eso  me  vendo los  ojos  con  un pañuelo de seda color lila. Luego  con  voz  llena de deseo me  dijo ―.  Vuelvo enseguida.

Mi corazón empezó a palpitar más duro. Escuché botellas tintineando contra los azulejos y al fregadero que se abría y cerraba. Luego oí como  se  desabrochaba  la  cremallera  de sus pantalones  y  el ruido sordo cuando cayeron al piso. Era extraño como  agudiza mis sentidos. Estaba tan sintonizada imaginándome a  Él  desnudándose.  

León dio un paso adentro y preguntó ―¿Tienes frío?

Estaba  temblando de miedo y  deseo.  Mis pezones   se encontraban  duros. ― Sí.

― Déjame ver si te puedo calentar.

Me sorprendió cuando  sentí su  boca  sobre mi  pezón  izquierdo. Sus  caricias  quitaron mis  miedos  y  mi  frío.  Deseaba  más  de Él  sin importarme  nada más. 

León presionó su frío cuerpo desnudo en contra el  mío. Me  acarició  la  garganta  con su nariz. ―Tengo algo que quiero que saborees. ¿Estás  lista?

Por un momento quise decir no. Pero en lugar de eso mi  deseo  se  hizo  cargo  y  dije ― si ―  con  voz muy  baja.  

―Abre  la boca.

Lo hice y  saqué mi lengua.  

― Muy bien. ― Me elogió. Supe que estaba  contento porque  confié en Él.  Sentí como una  cuchara  entraba  en mi  boca  con  algo   dulce, Cerré mi boca  y  tragué.

Él inquirió, ―¿Qué es?

―¿Miel?

―Muy  bien,  preciosa. ―Gotitas de esa misma sustancia pegajosa aterrizaron sobre mis pechos  y  mi  vientre como  también  por la parte superior de  mis muslos.

―¿Qué estás haciendo?

―Haciendo mi paleta personal. Voy a lamerlo todo. Cada pequeña gota

Tragué  con  deseo.  

―Abre la  boca  y saca la lengua.

Lo hice. Algo caliente y  dulce  invadió mis papilas  gustativas. Gemí. 

―Salsa de chocolate.

―Muy bien. ― León hizo correr salsa caliente hacia debajo de mi cuello. Vertió tanto sobre mis pechos que  sentía que goteaba de mis pezones. Recubrió la parte interior de sus muslos. Luego León me lamió la barbilla y los labios. Luego me  besó de  forma intensa.

― Eres  tan dulce. ―Abre la boca y saca la lengua.

―¿Cuántos sabores distintos voy a tener?

―¿Ansiosa por sentir mi lengua sobre ti? ¿Lamiendo cada gota de dulce?

Él  tenía  razón mi    sexo se apretó con fuerza. ― Te  deseo  León. 

―Ya lo sé, preciosa, ese es el punto. ―Usó los dientes para tirar del lóbulo de mi oreja, enviando corrientes eléctricas  por  todo mi cuerpo  desde   la punta  de mis cabellos  rubios  hasta los dedos  de mis pies.   

―. Ahora se una buena chica y saca la lengua o te llevaré a bañarte  y  dejaré  que el agua te  limpie por mí.

Con miedo de que esto parara casi  grité ―¡No!,  Continua.  ―Saqué mi lengua. Más líquido pegajoso goteó por mi barbilla. ―Jarabe de Cerezas.

―Tienes muy desarrolladas las papilas gustativas, vamos a ver cómo se sienten las mías contra tu piel.

León empezó el ataque en mi cuello y lamió su camino hacia abajo. A veces rápido. A veces lento. A veces raspando los dientes sobre mi piel. A veces chupando. Pero cada barrido de su lengua, cada aliento frío, cada gemido y cada suspiro sólo me  empujaron más allá al borde. Mi corazón, mis brazos, mi vientre, todo mi cuerpo temblaba  y se estremecía  al  ritmo  de  sus  caricias. 

Finalmente, Él dijo, ―Abre tus piernas.

Mi sangre parecía palpitar violentamente en mis venas cuando deslizó sus pies desnudos a través de la fría baldosa.

Un zumbido sonó al lado de mi oído derecho.  puso  algo  en mi clítoris  y luego   introdujo  un  vibrador  en mi  vagina.  El vibrador se deslizó adentro fácilmente. Entonces León  lo encendió.

Mis sentidos  parecían explotar. La parte que estaba adentro de mi coño vibraba de manera diferente a la que estaba sobre mi clítoris.

―¿Te lastima?

―No. Se siente extraño. Excitante. ―Lo sentí sonreír contra mi pecho. 

―No voy a ponerlo a toda velocidad. Mientras él esté haciendo lo suyo, yo voy a hacer lo mío. Dios, adoro tus tetas. Especialmente sin los condimentos. 

Me arqueé cuando León chupó mi pezón, lo que presionó el aparato exterior más firmemente en contra de mi clítoris. Mi cuerpo entero se sacudió. La oscuridad, los aromas dulces en el húmedo espacio cerrado, el hambre de la boca de León, la sensación de su cuerpo duro, y el impedimento de usar mis manos. Todas esas sensaciones abrumadoras me  volaban la  cabeza. Las vibraciones imparables dentro de mi coño y sobre mi clítoris me estaban conduciendo camino al orgasmo más rápido de mi vida.

― Uy  ― Gemí  cuando el clímax me golpeó ferozmente como relámpagos en cadena, con intensas explosiones y destellos. 

El zumbido se detuvo. León quitó el vibrador y su boca estaba sobre mí,  Me    liberó las manos y  me  quitó  la  venda  de los  ojos. Luego me  llevó  a un enorme   baño.  Él abrió la ducha, dejando que el agua fría golpease sobre su propia espalda hasta que se calentó. Las gotitas de agua rociaron mi  rostro y un olor  a lavanda  cubrió el cuarto de  baño.  

León  me lavó completamente mientras me besaba dulcemente. Él dijo. ―Te quiero. ¿Estás bien?

―Cansada. 

―Agárrate fuerte. ― Volvió con una toalla mullida, me secó concienzudamente y me condujo de vuelta hacia el dormitorio.

Me hizo el amor lentamente y  me quedé  dormida  en sus  brazos.

A la mañana me desperté en mi habitación, pero Él ya no estaba. Solo una   orquídea   lila   en mi  cama  y  una  nota diciendo  que  lo  vería  el  próximo  12  de abril.

Y después  de  treces aquí estoy  sentada en mi cama contando los minutos  para  ver a mi poeta, a  León.

© J.P. Alexander

miércoles, mayo 22, 2024

Percibir. (Tanka)

Puedo percibir
tras el tímido velo
las emociones
que agitan su alma
más allá de los sueños.
También presentir
el suspiro ligero
que no esquiva
el acertado tacto
del flechazo de Eros.

domingo, mayo 19, 2024

Campirela en La Habitación Violeta II.

Las buenas experiencias se repiten, fue así que Campirela regresó a La Habitación Violeta, dispuesta a vencer los pudores y a saborear el placer más dulce. La tercera sesión ...


Mi Gratitud Campirela por estar nuevamente en este reto.
Besos dulces. 


SUMISIÓN

Te busco entre tus brazos siento vida dentro de ellos tus palabras son esperanza Y tu sexo el alimento… Aquí estoy a tus pies esperando tu mandato Atrapada en mis cadenas. Al Salvaje ardor de tu deseo vengo veloz impaciente por cumplir Tu voluntad. Mi Dueño y Señor eres Tú eres mi perdición más yo sumisa Acato tu voz. Encerrada estoy en este corazón presa de vos mi Dulce Señor
Con cadenas, cuerdas y mordazas jugamos los dos tú me ordenas yo obedezco y así haces Que llegue mi dulce agonía. Símbolos de sumisión, donde el baile de dominación Le interpretamos a la perfección. Cuando el dominante alcanza el control
la sumisa se pierde en su piel
llegando al éxtasis en cuerpo y alma
dentro de esa ternura
que tan solo sabemos
Tú y yo

© Campirela