Trece
Yo lo sé porque Él me eligió. Una noche como estas en medio de la lluvia. Susurro mi nombre. Me acuerdo verlo en medio de la niebla por una calle solitaria.
Al principio tuve miedo y salí corriendo, pero Él se atravesó en mi camino. Se acercó a mí y me dijo en voz baja — Te he buscado incesantemente , Ven conmigo.
Su voz tentadora, el dulce susurro de sus palabras, su mirada ámbar ,me hicieron seguirlo contra mi buen juicio. En cuestión de minutos llegamos a un castillo rodeado de lavandas, una de mis plantas favoritas.
Él tomo mi mano era fría como hielo, pero no me importó. Se acercó y me miró a los ojos.
— Te deseo , ven a mí.
Por un momento me vi en otro tiempo caminando por este castillo junto a Él. Mientras Él tocaba mi espalda y recitaba poesía. Me di cuenta de que ese momento ya lo había vivido. Que me había enamorado en otra época de aquel hombre.
Cuando entré en la habitación recordé que aquel hombre se llamaba León y lo había amado en mil vidas distintas.
FuI con Él a una habitación de color lila. Tomó mi boca como yo quería tomar su cuerpo. De forma lenta y suave hasta que saturó mis sentidos. Volviendo su exploración cada vez más dura y caliente. Inundando mis sentidos hasta que ya no pude respirar.
Con ese beso empezaron mis citas cada 12 de abril. Cada vez más atrevidas, más apasionantes y dulces.
Aún recuerdo la última vez que lo vi y lo que hicimos esa noche mágica. Él vino a buscarme a mi habitación en la que yo esperaba ansiosa y asustada de que no llegara.
Me cargó en sus fuertes brazos. Su aliento frío en mi oído dijo en voz baja.
―Siempre te buscaré. ¿Confías en mí?
―Si― le dije sin mentir. Era raro, apenas lo conocía, pero confiaba ciegamente en Él.
Me llevó a su castillo a su habitación. Un cuarto de color lila. Con una cama enorme de dosel y vista a un jardín lleno de orquídeas.
― Vamos, a divertirnos. ―Él me depositó en la cama bocarriba. Ató mis manos a la cabecera. Tocó mi mejilla ― Estate quieta. También voy a vendarte.
Insegura y con un poco de miedo pregunté. ―¿Qué vas a hacerme?
―Nada que no desees. Si tienes miedo me dices que pare. ¿Lo entiendes?
Lo entendía y estaba paralizada de miedo y deseo.
Él me miró con sus grandes ojos dorados y me volvió a preguntar ― ¿Lo entiendes?
―Si, pero...
― Si te sientes incómoda con esto. Me dices que pare y el juego se detiene. No hables. ¿Está claro?
― Si, pero.
― ¿Deseas jugar?
― Sí.
― No hables a menos que desees detener el juego.
Le saque la lengua en señal de rebeldía. León la atrapó entre sus dientes y suavemente la mordió, entonces la chupó como si estuviera chupando mi clítoris. ―Última advertencia.
Luego de decir eso me vendo los ojos con un pañuelo de seda color lila. Luego con voz llena de deseo me dijo ―. Vuelvo enseguida.
Mi corazón empezó a palpitar más duro. Escuché botellas tintineando contra los azulejos y al fregadero que se abría y cerraba. Luego oí como se desabrochaba la cremallera de sus pantalones y el ruido sordo cuando cayeron al piso. Era extraño como agudiza mis sentidos. Estaba tan sintonizada imaginándome a Él desnudándose.
León dio un paso adentro y preguntó ―¿Tienes frío?
Estaba temblando de miedo y deseo. Mis pezones se encontraban duros. ― Sí.
― Déjame ver si te puedo calentar.
Me sorprendió cuando sentí su boca sobre mi pezón izquierdo. Sus caricias quitaron mis miedos y mi frío. Deseaba más de Él sin importarme nada más.
León presionó su frío cuerpo desnudo en contra el mío. Me acarició la garganta con su nariz. ―Tengo algo que quiero que saborees. ¿Estás lista?
Por un momento quise decir no. Pero en lugar de eso mi deseo se hizo cargo y dije ― si ― con voz muy baja.
―Abre la boca.
Lo hice y saqué mi lengua.
― Muy bien. ― Me elogió. Supe que estaba contento porque confié en Él. Sentí como una cuchara entraba en mi boca con algo dulce, Cerré mi boca y tragué.
Él inquirió, ―¿Qué es?
―¿Miel?
―Muy bien, preciosa. ―Gotitas de esa misma sustancia pegajosa aterrizaron sobre mis pechos y mi vientre como también por la parte superior de mis muslos.
―¿Qué estás haciendo?
―Haciendo mi paleta personal. Voy a lamerlo todo. Cada pequeña gota
Tragué con deseo.
―Abre la boca y saca la lengua.
Lo hice. Algo caliente y dulce invadió mis papilas gustativas. Gemí.
―Salsa de chocolate.
―Muy bien. ― León hizo correr salsa caliente hacia debajo de mi cuello. Vertió tanto sobre mis pechos que sentía que goteaba de mis pezones. Recubrió la parte interior de sus muslos. Luego León me lamió la barbilla y los labios. Luego me besó de forma intensa.
― Eres tan dulce. ―Abre la boca y saca la lengua.
―¿Cuántos sabores distintos voy a tener?
―¿Ansiosa por sentir mi lengua sobre ti? ¿Lamiendo cada gota de dulce?
Él tenía razón mi sexo se apretó con fuerza. ― Te deseo León.
―Ya lo sé, preciosa, ese es el punto. ―Usó los dientes para tirar del lóbulo de mi oreja, enviando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo desde la punta de mis cabellos rubios hasta los dedos de mis pies.
―. Ahora se una buena chica y saca la lengua o te llevaré a bañarte y dejaré que el agua te limpie por mí.
Con miedo de que esto parara casi grité ―¡No!, Continua. ―Saqué mi lengua. Más líquido pegajoso goteó por mi barbilla. ―Jarabe de Cerezas.
―Tienes muy desarrolladas las papilas gustativas, vamos a ver cómo se sienten las mías contra tu piel.
León empezó el ataque en mi cuello y lamió su camino hacia abajo. A veces rápido. A veces lento. A veces raspando los dientes sobre mi piel. A veces chupando. Pero cada barrido de su lengua, cada aliento frío, cada gemido y cada suspiro sólo me empujaron más allá al borde. Mi corazón, mis brazos, mi vientre, todo mi cuerpo temblaba y se estremecía al ritmo de sus caricias.
Finalmente, Él dijo, ―Abre tus piernas.
Mi sangre parecía palpitar violentamente en mis venas cuando deslizó sus pies desnudos a través de la fría baldosa.
Un zumbido sonó al lado de mi oído derecho. puso algo en mi clítoris y luego introdujo un vibrador en mi vagina. El vibrador se deslizó adentro fácilmente. Entonces León lo encendió.
Mis sentidos parecían explotar. La parte que estaba adentro de mi coño vibraba de manera diferente a la que estaba sobre mi clítoris.
―¿Te lastima?
―No. Se siente extraño. Excitante. ―Lo sentí sonreír contra mi pecho.
―No voy a ponerlo a toda velocidad. Mientras él esté haciendo lo suyo, yo voy a hacer lo mío. Dios, adoro tus tetas. Especialmente sin los condimentos.
Me arqueé cuando León chupó mi pezón, lo que presionó el aparato exterior más firmemente en contra de mi clítoris. Mi cuerpo entero se sacudió. La oscuridad, los aromas dulces en el húmedo espacio cerrado, el hambre de la boca de León, la sensación de su cuerpo duro, y el impedimento de usar mis manos. Todas esas sensaciones abrumadoras me volaban la cabeza. Las vibraciones imparables dentro de mi coño y sobre mi clítoris me estaban conduciendo camino al orgasmo más rápido de mi vida.
― Uy ― Gemí cuando el clímax me golpeó ferozmente como relámpagos en cadena, con intensas explosiones y destellos.
El zumbido se detuvo. León quitó el vibrador y su boca estaba sobre mí, Me liberó las manos y me quitó la venda de los ojos. Luego me llevó a un enorme baño. Él abrió la ducha, dejando que el agua fría golpease sobre su propia espalda hasta que se calentó. Las gotitas de agua rociaron mi rostro y un olor a lavanda cubrió el cuarto de baño.
León me lavó completamente mientras me besaba dulcemente. Él dijo. ―Te quiero. ¿Estás bien?
―Cansada.
―Agárrate fuerte. ― Volvió con una toalla mullida, me secó concienzudamente y me condujo de vuelta hacia el dormitorio.
Me hizo el amor lentamente y me quedé dormida en sus brazos.
A la mañana me desperté en mi habitación, pero Él ya no estaba. Solo una orquídea lila en mi cama y una nota diciendo que lo vería el próximo 12 de abril.
Y después de treces aquí estoy sentada en mi cama contando los minutos para ver a mi poeta, a León.
© J.P. Alexander