Soy ruiseñor
en la clara ausencia de la luz
adentrándome en la vertical torre
de un templo edificado de sombras
donde una mujer enmascarada
toma forma desde el humo.
Conozco el abismo del tibio sabor
impregnado en sus labios,
rojo terciopelo que embriaga
sobre el trono negro
donde con justicia predica castidad
y gobierna con virtud mis excesos.
No hay hechizos que conspiren
contra el arrebato de su presencia
que enclaustra sublimando
la divinidad de mi compulsión
entre sus carnales paredes
de húmeda opresión.