Es el deseo sujeto a las ideas,
aquellas que te traen en pensamientos
que así intento palabras que sean dulces caricias
para estar atento al momento en que tu temblor me diga
que he llegado muy dentro de ti.
Que allí en la profundidad de tu esencia
me sueño entre pétalos azulados
y atado a tus caderas,
con tu cuerpo abrigando el placer de saber
que poco a poco te quitaré el aliento
hasta devolvertelo en un largo beso.
Y sin embargo no dejaré huellas visibles en tu piel,
ni mi boca te dirá palabra alguna
y mis ojos no miraran a los tuyos.
Musa que entre fantasías te cuelas,
bañalas de esa dulzura que anuncia tu nombre
y guardame como un secreto hasta el día siguiente,
que no debe haber más dulce castigo
que ser tuyo en cada estremecimiento,
ni riesgo más placentero que susurrarte secretamente este deseo.