Me dejarás escribir sobre tu espalda
apenas despunte la primera luz del alba,
sin plasmar letra alguna
sólo con palabras mudas
grabadas profundamente
con cinceladas de mi lengua afilada.
E iré por la extensión de tu columna
trazando líneas de perfecta arquitectura
y levitando entre aromas de quietud.
Me dejarás enredarme en tu pelo
al besar como un soplo de vida tu cuello
hasta perderme en el final de tu sendero,
sólo allí te confesaré mi excitación
revelando con un roce
el ansia que consume mi fervor.
Y sellaré mi manifiesto con dos besos
en el lugar que mis labios en ti han escogido,
uno a cada extremo y ambos como espejo
que al sentirlos me atraparás en tu dicha.