La rodeo
al abrigo de la lumbre
generada por el roce.
Férreo me expando dentro,
soberano
en el enclave de mi dominio.
Irrevocablemente
se tornan liquidas las caricias,
que atrevidas resbalan
arpegiando las ganas
por todas las formas
expuestas de la belleza.
Y al arrancar
un nombre desde sus entrañas
ella proclama el mío al viento,
asida fuertemente
a la figura protectora
de quien la eligió.