Se contonea en el alborozo
y abre de par en par
las puertas a las ansias
para tomar el desvío
que la lleva seducida
por el instinto compulsivo.
Sumergida en su abismo
saborea la húmeda envoltura
al tacto de las propias formas
en ella reconocidas.
Siempre luce con finura
su atuendo de dama
hasta que el indecoro conspira
induciéndola al delito,
y en sus manos yace
toda la evidencia.