Desafías mi temple
con tu dádiva postura ante mis ojos,
te muestras a mí como quieto paisaje
con dos caminos no concéntricos.
En cada uno de ellos
lo profano y lo sagrado,
en ambos la forma perfecta
vislumbrando un mismo destino.
Porque encontré en ti mi santuario
donde de rodillas haría todos mis rezos
y en la milagrosa ceremonia de admirarte
surge la única verdad que no se puede negar,
el momento en que deslumbrado
contemplo tu eclosión.
"La esencia de Dios es semejante a una rueda (...)
y cuanto más la contempla uno, tanto más
comprende su forma, y cuanto más la comprende,
tanto más se deleita en ella"
(J.Boehme)