El tiempo siempre es imprudente
ante el milagro de esta eternidad,
cuando con poderío lo desafiamos
entre el azar que se sucede
y que sin reglas nos libera,
pudiéndonos tocar
con infinita profundidad
en la emoción del roce
y en todas las fases
de este sentimiento que se expande
como reguero a perpetuidad.