Tallada sobre la noche
se desprende de ella,
con oscuro atuendo
que envuelve su silueta.
Erguida, pasiva
y dada a mi contemplación,
dolor es su nombre
placer que inmóvil la rodea
de texturas y amarras de seda
trenzadas,
presionando los relieves
de su piel inmaculada
en contacto con la fibra,
que anuda los extremos
y las sensaciones
que calan con ardor sus venas
cuando negras aves aletean
y tronando se posan sobre ella