Aún rodeada la emboscaba
asaltando su intima quietud
para esconderme silente,
pulsante entre sus muslos.
Así me apropiaba de ella
profanando su interior con disimulo,
provocando su humedad codiciada,
liberándola de toda premura.
Ahogando su orgasmo
tras gestos y movimientos inquietos
al tacto del aleteo secreto de sus dedos,
delatado en el despunte con audacia de sus lunas.
Y así también yo le demostraba
cuanto poder tenía
incitándome hasta la grandeza,
porque pura fortuna era