La quiero
enredada entre mis piernas
como ese ovillo que busca ser infinito,
respirando de mí
con la intensidad del trastorno.
Que mis ojos no tengan que buscar
sino encontrarla en todo momento,
mañanas, tardes y noches
para enamorarla constantemente
y grabarle mi nombre
una y otra vez más allá de la piel.
Esa piel, jardín de ensueño
donde siembro girasoles que nunca oleré,
pero que siempre le hablan de mí.
La quiero tragándose mis sueños
hasta cumplirlos.