viernes, marzo 09, 2018

Lujuria.


No era una monja, ni comulgaba con religiones, era una enfermera acostumbrada a lidiar con jeringuillas, tijeras, escalpelos, sin embargo en la intimidad de su cuerpo parecía residir el mismo averno.

Él a veces chofer, otras detective, tantas cosas más, finalmente había encontrado su vocación, pero a la vez, también la perdición en ella.

Se conocieron en clases de latín antiguo y desde entonces, cada encuentro furtivo se asemejaba a un rito.

"Fac me tibi" le decía incitándolo, mientras él la ataba firme con las cuerdas que la extendían de extremo a extremo. Así sentía que ardía crucificada, agitándose casi como una bruja poseída. Arqueaba su espalda, cuando lo sentía hundirse profundo y arrebatarle como una necesidad cada gemido. " Demisit mea daemones ". Gemidos que eran un látigo en los oídos de quien los provocaba.
 
Él olvidaba sus votos, empapado de sudor, persistente, solo quería sentir el infierno dentro de ella y se quemaba de la misma manera tocado por sus llamas. " Fiat voluntas tua ".

Y como una señal de liberación, de sus labios color fresa brotaba en un orgasmo la confesión; "he pecado..." Él, jadeante, desmoronándose sobre ella replicaba casi sin aliento: "Peccavimus".

© Dulce

 
Relato que forma parte de la propuesta: "Pasad, Pecadores" para el blog "Paraíso de Letras" de Ginebra Blonde.

lunes, marzo 05, 2018

Anatomía.

 
Compláceme
con la divina curva jónica
de tus elíseos encantos,
entrégate indefensa
ante los ojos
ávidos de piel alborea.
Desvela
la abundancia de talla exacta
para mis manos codiciosas,
deja que al mirar recree
el reflejo de mis besos
en el doble oval de tus espejos.
Y en la dialéctica sinuosa 
de la anatomía,
ver como brota la poesía
que perturba toda cordura.

 

miércoles, febrero 28, 2018

Primal.


Amante novicia
nacida de un continente
de ardiente naturaleza
heredera de ígnea sangre en las venas.
Entre las fauces se pierde
apresada y creyente
de la deidad que la posee
con tronada voracidad.
Lúbrico y mordaz predador
que le roba el aliento primero,
el despertar vertiginoso
de sus carnales sueños.
De ella un festín se procura
al cruzar su aro de fuego
pretendiendo la dádiva tan codiciada,
aquella que dora con celoso secreto
entre afanosas humedades.
Señal de su instinto primal
cuando sucumbe al cortejo.