Y allí estaba yo, contemplándola bajo la luz que iluminaba tenuemente su rostro perfecto, y el carmín de sus labios tan bien delineados que me hablaba de cuanto le gustaba seducir. Hasta parecía sonreírme cada tanto como si leyera mis pensamientos en los que imaginaba besarla.
La lividez de su cuerpo me parecía un lienzo de seda, mi mano así lo comprobaba al acariciarla. Hasta que me detuve por unos minutos para tan solo observarla, dormía del todo o soñaba?, para mí palpitaba de vida.
Recuerdo la última vez, el mes de julio del verano anterior, cuando no aceptó mi invitación, para ella un forense no era un hombre de interés. Es curioso como la vida nos prepara encuentros inesperados, sus pupilas completamente dilatadas reflejaban mi asombro ante ella.
Miré la etiqueta con su nombre una vez más, casi sin creerlo, y antes de cubrirla besé el néctar de su boca...
Dulces sueños Julieta.
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