Hay un portentoso diablo
que atraviesa un aro de fuego,
erguido e imponente
horada con enconada avaricia.
No puedes ver su rostro
cuando te sumerge
en su infernal posesión,
es la sierpe que tienta y conspira
por tu pecado más secreto.
Te coge y desciendes
al mismo centro del averno
y por ello no tendrá cuidado
en pedir lo que quiera,
porque quiere se le conceda
sin arrepentimientos.