sábado, enero 29, 2022

El Baile por Albada IV.

Trazó sus ligeros pasos
siguiendo la estela de un perfume
y agitando su abanico de plumas
conquistó a los invitados.

 - © DUlCE -

 
Mi gratitud Albada.
Un beso dulce.



Baile con abanico, para Dulce



Baile de salón, de Dulce

La invitación era sucinta, minimalista y franca. Se ruega asista con un abanico. Sólo un abanico me parecía poca prenda, y de nulo abrigo para estas fechas de fin de año, así que, una vez escogido el complemento, (me decanté por uno de plumas, con un cierto aire egipcio), sólo me quedaba elegir mi atuendo.

No quise usar más color que el negro, que, bajo el tono azulado de mi abanico, luciría sin quitar esplendor al propio abanico. Era entallado, con una falda de sirena y un escote palabra de honor. Me embutí unas medias de rejilla y elegí unos zapatos de salón. Me maquillé lo justo para engalanar mi mirada azul y mis labios frambuesa. No soporto ese aspecto de meretriz de algunas mujeres que confunden la evocación y la intriga con un erotismo de saldo.

A las diez, hora elegida para iniciar el encuentro del baile de fin de año, estaba en la puerta del castillo.  El anfitrión llevaba antifaz con lentejuelas rojas y negras, y un abanico muy varonil. Nos besamos las mejillas. Su aroma era a musgo y almizcle, un perfume denso que quedó sobrevolando por mi cuello, y que, en mi afán por oler mi propio perfume afrutado intenté disolver, o atenuar con movimientos enérgicos de mi abanico.  

El ponche estaba exquisito, y las delicatessen las encontré muy acertadas. Poco que ver con esos bombones de anuncio en casa de un embajador. El anfitrión iba y venía, agasajando a todos, con esa caballerosidad y hospitalidad que le caracteriza. Se paseaba por la sala, si bien dejé de verle un buen rato, tal vez tras una puerta que traspasó con la mujer de blanco y abanico japonés.

Otro caballero llevaba el mismo perfume, denso, y que quedó flotando cuando me entretuvo con unas anécdotas muy divertidas de su periplo en un viaje fotográfico por el Serengueti.

Yo abría mi abanico completamente, dejándolo a la vista, y con él me abanicaba cerca de la mejilla, por líbrame un poco del aroma, pero él seguía con su cháchara sin atender a mi vano intento porque se percatase de que prefería estar sola, pero no hubo manera. Cansada, con dolor en un juanete, y sin saber cómo deshacerme del tipo del antifaz negro y abanico rojo, me escabullí. Sin despedirme de nadie, llamé a un Uber y regresé a casa. Al día siguiente me llamaba alguien que dijo llamarse Daniel. Yo tenía que recordarle, según él.

─ Sí mujer, que te hablé del Serengueti.

Dios, me dije, el pesado. No pude oler su perfume, lo que me tranquilizó un poco.

─ Estoy loco por volverte a ver. Con tu abanico dejaste claro que te atraigo, y quiero que sepas que tú a mí me atraes muchísimo.

─ Caray, no sé qué decirte, no tenía conciencia de enviarte mensaje alguno. 

─ Eras la mujer más elegante e interesante de la velada. ¿Podríamos quedar? ─ remató─.

Reflexioné un instante. Salvo su perfume, me gustó mucho, sobre todo su voz y su sentido del humor.

─ Con una condición, te veré si acudes sin colonia alguna.

De eso hace cinco años. Sin perfume ni abanicos, hemos construido nuestro paraíso, en el Serengueti. 

© Albada Dos

jueves, enero 27, 2022

El Baile por Ginebra Blonde IV.

Aceptó la invitación a volar
hacia el mundo de los dulces placeres
y bailó sin tiempo de mi mano
levitando al vivir la mágica locura.
 
 - © DUlCE -


Mi gratitud Querida Gine.
Dulces besos cariñosos.


Otros Mundos

 

     Hacía días que no salía de su mundo; ese que cerraba a cal y canto aun cuando siempre dejaba una leve rendija por donde pudiera asomarse cualquier otro universo que la invitara a cruzar…
     Esta vez no fue aquel conejo blanco correteando de un lado para otro mirando trepidante su reloj, sino un pequeño y sugerente paquete envuelto en papel de plata y una cinta morada de la que colgaba una curiosa tarjeta con forma de sombrero de copa.
        —«¿Será el sombrerero loco?» —se preguntaba…  

      No atinaba a abrirlo. Con sus manos temblorosas y su mente a mil por hora, fue desenvolviéndolo hasta dar con una cajita que fue abriendo, esta vez, con sigilo y misterio…
       Y allí estaba ella: esa libélula que la incitaba una vez más a volar, adherida a una brillante y hermosa máscara, escogida personalmente por aquel que la invitaba a cruzar y viajar a su mundo…



       No sabía muy bien cómo había llegado hasta aquel lugar. Era un enorme salón donde otros invitados bailaban envueltos en hermosos y pintorescos trajes. Ella llevaba un vestido victoriano de color burdeos; y su máscara perfilaba sus ojos acicalando con dulzura su nívea tez.
          Quizá fue un mágico y grácil parpadeo, así como el aleteo de su libélula, lo que la hizo llegar hasta allí, pero de pronto se vio sumida en un mundo que la hipnotizaba y enarbolaba cada uno de sus sentidos.
       Alguien posó su mano sobre su cintura, a la vez que un cálido y estremecedor susurro acarició su oído; era él…
           Se sintió levitar como si no existiese el suelo bajo sus pies.
         Todas aquellas personas desaparecieron. Solo ellos estaban en el centro del salón girando sobre sí mismos sin parar de bailar y sintiendo sus cuerpos como río y tempestad.
          De pronto se quedaron quietos cruzando sus miradas a través de las máscaras. Fue un breve suspiro, pero significó toda una eternidad…

©Ginebra Blonde



GRACIAS a ti, mi querido Dulce… Por invitarme a tan exquisito mundo en el que bailar con el verbo y los sentires, siempre, a flor de piel… Por esta noche tan mágica y envolvente, de tu mano; de tu caballerosidad y elegancia, con las que solo cabe dejarse llevar, y disfrutar de los placeres que nos sugieres y a los que nos invitas con tu bonita generosidad.
 
Muy Feliz Año Nuevo, para ti, y para todos los que me acompañáis en esta aventura maravillosa de la palabra y las emociones.
 
Abrazos y cariños enormes 💙


martes, enero 25, 2022

El Baile por Auro IV.

Vino con la suavidad de la seda
y el brillo de oriente en su mirada,
en su abanico trajo versos en mi nombre
y tras las campanadas su secreto me ha revelado.

- © DUlCE  -


Mi gratitud Mi Querida Auro.
Besos muy dulces.


Versos, Seda y un Salón

 





La propia tarjeta trae su toque de Magia, el color que la viste, el aroma que desprende. A todo el conjunto hay que añadir de quien proviene. Miro a los ojos del mensajero y con decisión tomo la invitación y el reto. A mi mente llegan imágenes de una historia que leí hace años: “El abanico de seda” Elijo uno igual que el de la protagonista y entre las varillas de madera escribo unos versos destinados al anfitrión, solo él sabrá que están ahí. Sé que me salgo del guion, pero esta es mi historia.

Un kimono con motivos de lavandas es mi atuendo. Reconozco que no es el mejor traje para un Baile de Salón. El mismo Obi ya es un impedimento para cualquier acercamiento. Mi pasito es muy corto dentro de los Okobo, necesito grandes dosis de equilibrio, eso requiere tener un buen apoyo, vuelvo a pensar en el anfitrión o más bien en su mano. No sé si aguantaré toda la noche, pero siempre queda la opción de convertir lo tradicional en algo cómodo y a la vez sexy.

Me recibe con suma elegancia y yo respondo con una inclinación de cabeza. Los adornos de mi pelo acompañan al gesto y parece que celebran tal recibimiento. Le hago un ligero guiño con el abanico dejándole al descubierto el comienzo de un verso. Su mirada de expectación tras su bonita máscara me dice que he captado su atención.

·         Querida Auro, he podido apreciar mi nombre entre esos versos. ¿No es así?

·         Ha acertado, Querido Mío. Tal vez durante un baile le revele el resto del contenido.

·         No debemos demorar más. Comencemos con este Vals que ahora mismo suena.

·         No sea presuroso, y esperemos a la media noche… Disfrute con el resto de las Damas y no olvide que aquí estaré para el final de las campanadas.

Guardo mi sonrisa pícara tras el abanico, mientras su cabeza se inclina levemente en un intento de rescatar alguna que otra palabra más.

Le veo bailar con todas las Damas del Salón. A cuál más bella, sin ninguna duda. Hasta le veo perderse en más de una ocasión.

Apuesto por su curiosidad y espero hasta la hora de la cita. Tras mi máscara le veo llegar radiante y puntual para conocer lo que el abanico guarda solo para Él.

 

©Auroratris

 

 


Gracias, Mi Querido Dulce,
Por Invitarme Un
Año Más