miércoles, febrero 09, 2022

El Baile por Magade Qamar IV.

Zigzagueante fue su vals
al son de sus pasiones
que con solemne donaire
envolvió de intenciones.

- © DUlCE -


Mi gratitud Mi Estimada Magda.
Beso dulce.




Más allá de media noche...


Cuando recibí su invitación al baile me sonreí. La tentación es el juego perfecto de Monsieur. A nuestra disposición toda su mansión donde la seducción, el misterio y el instinto tienen cabida. Atreverse no es fácil. No querer volver, tampoco. Todo un mundo evocador a nuestros pies donde, sin darnos cuenta, revoloteamos como moscas sobre la miel buscando ser destino final de su mirada y de sus favores, corteses o no. Los favores de la noche son como los caminos del Señor, inescrutablemente misteriosos.

Ahora quiere abanicos, señales que desnudarán todas las intenciones. Tengo cierta curiosidad por ver cómo las damas se exponen. El mío permanecerá cerrado, hasta que lo considere adecuado, engalanando mi escote, entre la nube de mis pechos.

Mis pasos me abocaron al salón principal donde sonaba el vals que había abierto el baile. El león sonreía y el vampiro que aletea dentro de él afilaba sus dientes. Pasé ante la pareja, sin prisa, dejándome ver, arrastrando la falda de mi vestido como la cola de una serpiente zigzagueando. Le miré directamente e hice un suave gesto con la cabeza, una leve inclinación de saludo. Pude percibir el rugido del león recorriendo mi espalda y cada uno de los contornos de mi cuerpo. El león es sigiloso pero deja su aroma por donde pasa para marcar su territorio y esta noche, yo, quizá tan insolentemente como intencionadamente, lo estaba invadiendo.

Subí la escalera solemne, sin mirar más allá de los escalones, hasta llegar a los últimos. Entonces, crucé mi mirada con la de él que respondía sí a una pregunta que yo no había formulado.
Me acomodé en el aposento. Disfruté del champán bien frío, de las vistas al amplio jardín iluminado con antorchas cuyas llamas erigían las figuras de los setos como monstruos silenciosos. Abajo seguía la fiesta, los bailes reservados, los agasajos. Arriba, mi estrategia, mi paciencia y yo.
El león se prepara, acecha y ataca. La serpiente olfatea, va directa, clava sus colmillos... como el vampiro. Y cuando todos son, al mismo tiempo, presa y cazador se produce la eclosión de dos sangres, de dos instintos de lucha, dos instintos de vida.

La puerta se abrió. Las velas tintineaban. Mi vestido perdía su norte y mi propósito, a punto de ver sus logros. No hubo palabras. Solo las miradas se fortificaron sobre las pieles.

—He reservado el mejor baile para vos, mademoiselle.
—No esperaba menos de vos, Monsieur.

Solo en ese momento abrí mi abanico para que ahora fuera él quien sintiera el verdadero mensaje que le enviaba. Sus formas eran el mejor agradecimiento por asistir a su baile. Y yo, a su altura, correspondí. Porque yo soy, en sí, todo un abanico de piel, entrañas, y alma.


© Magade Qamar



martes, febrero 08, 2022

El Baile por Dafne Sinedie IV.

El verde la vistió de distinción
y de sus manos una delicia me ofrendó,
abriendo el abanico de los deseos
a su juego me invitó.

- © DUlCE -


Mi gratitud Dafne.
Dulces besos de manzana.



EL BAILE DE FIN DE AÑO


EL BAILE DE FIN DE AÑO


     Durante el año había intercambiado numerosas cartas con mi amigo Dulce, así que esperaba con ilusión su invitación para el Baile de Fin de Año.







     Lo que más me sorprendió fue que este año no sólo debíamos llevar una máscara, sino también un abanico y comunicarnos por medio de aquel lenguaje secreto. Por suerte, ya tenía pensado mi vestuario y maquillaje, así que no me costó encontrar los accesorios adecuados para ir a juego.
     Como era una ocasión muy especial, escogí a la diseñadora Eiko Ishioka. Primero me coloqué las enaguas y las medias altas hasta el muslo, de color hueso. Luego los zapatos, oscuros, de tacón grueso perfecto para bailar. Seguidamente la blusa blanca y la falda que caía desde mi cintura hasta el suelo de color verde pálido, mostrando la parte frontal plisada y la parte posterior con rombos que caían en cascada hasta el suelo. Por último, me abotoné la chaqueta, marcando el contorno de mi cintura; las solapas dejaban un hueco ovalado de modo que se viera la blusa debajo, y eran de color verde oscuro, con bordados de laureles que subían hasta el contorno del cuello. Me recogí el cabello en un moño, al estilo de la época victoriana. Me maquillé de forma sobria, los labios rojos mate, sombras marrones en los ojos, colorete rosado para las mejillas... Me coloqué la máscara verde, los guantes y el abanico, que era del mismo color y tenía dibujadas más ramas y hojas.
     A la hora acordada llegó el cochero. Me abrigué con una capa, cogí una caja que contenía un regalo para mi anfitrión y bajé a la calle casi a la carrera. Ya conocía a los caballos gracias al segundo baile: Relámpago y Trueno. Les saludé con un par de caricias y alguna golosina. Seguidamente el cochero me ayudó a subir al carruaje y cerró la portezuela. Oí cómo se situaba al frente, cogía de nuevo las bridas, decía los nombres de los animales y el carro se puso en marcha.
     Presencié cómo abandonábamos la ciudad a través de las cortinas de las ventanillas y el viaje se me pasó volando mientras atravesábamos un bosque cada vez más espeso. Siempre ocurría igual, como si viajase de la realidad a un mundo de fantasía.
     Antes de las diez llegamos a la impresionante fortaleza de piedra. El corazón me dio un vuelco por la emoción al comprobar que en la entrada ya había aparcados otros carros.
     El cochero me ayudó a bajar del carruaje. Los leones de la entrada me dieron la bienvenida y le enseñé mi invitación a uno de los porteros. Al igual que los años anteriores, me dejaron pasar con un asentimiento y me desearon una feliz velada.
     Guardé mi capa en un ropero en la entrada y pedí que llevasen a Dulce mi regalo. Luego la marabunta me condujo hasta el salón principal.


     Las damas bailaban en círculos con los caballeros, y no tardé en sumarme a aquella danza que te perdía en el tiempo y en el espacio.
     Cuando nos faltó el aliento nos retiramos a cenar los manjares de todas las partes del mundo; empanadillas exquisitamente rellenas, carnes deliciosas, pescados ahumados, boles exóticos con verduras y arroz... ¡Ni qué decir de las bebidas! Entonces aprovechamos para charlar con  el resto de invitados. Así pude saludar a Mag, María, Cora, Campirela, Ginebra, Flor... ¡Todas mis maravillosas amigas bloggeras habían acudido!
    Poco tiempo después Dulce nos dio la bienvenida junto con una mujer hermosísima y su acompañante de siempre: un enorme león. El anfitrión tenía la apariencia del perfecto dandy inglés, luciendo un traje de color gris pizarra compuesto por tres piezas: levita, pantalón y chaleco corto de cierre cruzado. Como accesorios mostraba un pañuelo de seda anudado a la camisa, guantes de piel, un bastón, un sombrero de copa y unas gafas redondeadas con las lentes azules.
      Fue saludando a sus invitadas, entre baile y baile, hasta que llegó mi turno. Le pidió su abanico a su acompañante, de color rojo como la sangre, y comenzó nuestra conversación: Dulce cerró el abanico y me lo presentó de esa manera. Como respuesta, bajé el abanico a la altura del pecho. Él lo llevó a su mano izquierda. Yo lo mantuve en mi mano derecha y lo moví suavemente. Dulce sonrió, pues ya lo sabía. Abrió el abanico y lo bajó a la altura del pecho, igual que había hecho yo antes. Después se dispuso a contar las barillas y supe que esa era la señal para comenzar el juego de la noche. Las conté con él... Uno, dos, tres. Tres, esa era la primera pista. Luego contó de nuevo... Cinco. Pero, ¿qué significarían esos números? Los ojos de Dulce se posaron un momento en la escalinata, y entonces lo comprendí. Tres significaba la tercera planta y cinco debía ser algo relacionado con las puertas.

¿Jugamos?


© Dafne Sinedie

Mil gracias por la invitación, Dulce.

¡Feliz y próspero año 2022!


lunes, febrero 07, 2022

El Baile por María V.

Frente al espejo bailó
deslumbrada por su propio reflejo
y en mi honor gozó
vibrando como estrella desde lo lejos.

- © DUlCE -


Mi gratitud María.
Besos dulces.




"Fiesta Fin de Año"




No me lo podía creer. El test de antígenos me había dado positivo. El médico me dijo que tenía que estar confinada durante unos días. Me quedé inmóvil porque no lo esperaba y a la vez me dio rabia porque dentro de dos días era la fiesta del baile tan esperado de Dulce, además, este año estaba la novedad del abanico, así que me desmoroné al saber que no podía asistir al baile tan esperado.  

Mi cabeza empezó a divagar, no dejaba de pensar en la fiesta del baile de fin de año, a la que siempre había acudido, pero este año no podía ir porque había dado positivo de Covid. Y ahí estaba, guardado en el armario, mi vestido perlado, en el que me había gastado un pastón para la ocasión. 

Me apresuré al armario, cogí mi vestido, quité las etiquetas. Me lo probé. Me miré al espejo y vi como se marcaba mi silueta. El espejo me decía que estaba despampanante tanto así que al verme con el precioso vestido perlado se me levantó el ánimo. Así que delante del espejo empecé a bailar dando vueltas de un lado imaginando estar bailando un dulce vals con el anfitrion de la fiesta en su salón. 

Y así durante un buen rato estuve fantaseando y disfrutando de lo lindo, hasta que cogí el móvil y empecé a grabarme en un vídeo mientras bailaba de manera tan sexy. Después, corté la grabación, y comencé a escribir una dedicatoria al Dulce Caballero: "Siento no poder asistir a tu baile por tener que estar confinada, pero como no podía faltar al baile te mando con cariño este vídeo de regalo para que sientas mi presencia en tu fiesta".






F iesta de Dulce Baile

E n el mágico Salón

uces de colores reflejando destellos

I rradiando resplandor y felicidad 

afiros, rubies, perlas, diamantes 


lborozo, gozo, risas y entusiasmo

Ñ andutí de encajes, sedas perladas, lentejuelas brillando

O riginal y mágica manera de acabar el año.



Muchas gracias, Dulce