La vida transcurría de manera tan rutinaria que muchos días se hacían sentir con su peso agobiante, pocas cosas ya le causaban esa sorpresa o motivación que removiera su mundo. Aunque una idea le había rondado por la cabeza durante mucho tiempo, no sabía si sería capaz de realizar aquel acto temerario y a la vez descabellado.
Pero un día tomó la determinación de hacerlo, sin pensarlo más se dirigió hacia el puente más elevado donde le esperaba la cita tan postergada. Allí, parada al borde de lo que le parecía un abismo a sus pies, desafiando al vértigo, respiro profundamente y se lanzó en caída libre extendiendo sus brazos y solo sintiendo el viento como única compañía. Tal como si volara desprendida de todo lo que le pesaba.
Un instante que pareció eterno hasta que el elástico se tensó y le hizo rebotar una y otra vez mientras reía viendo el paisaje al revés sintiéndose liberada. Finalmente, lo que antes parecía descabellado, ahora le parecía sencillo de hacer y sin duda repetiría.
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