Baile de máscaras en el Salón 2023.
Les cuento que participo en el Baile Máscaras organizado por el blog El dulce susurro de las Palabras.
Esta es mi linda invitación
Mi relato será erótico y tendrá elementos de D/s. Esperó que sea de su agrado.
Atando Fantasías
Miré la hoja del teclado y estaba vacía. Me sentía abrumada. Las letras y la inspiración se pierden . Mientras observó por la ventana llover. A lo lejos el vecino ya prendió las luces de Navidad. De solo pensar en poner el árbol me da pereza.
La Navidad será en pocos días y no tengo ni ganas de comprar regalos o hacer algo especial. Y peor se me hace despedir el año. Tanta gente y ruido. ¡Ay dios soy una grinch! Me río de mi propia broma .
Vuelvo a escribir y no sé ordenar mis sentimientos y mis ideas mientras. Miró la temida hoja en blanco . Mi deseo de hacer una historia sobre un baile de fin de año, solo queda en deseo.
Tomó un poco de té frío y prístinos para tratar de inspirarme. Pongo el reproductor y busco música navideña con el mismo deseo. Sin lograr nada . La luz de la pantalla me iluminaba mientras la música de una canción a ritmo tropical sonaba.
Yo no olvido al año viejo
Porque me ha dejado cosas muy buenas
Yo no olvido al año viejo
Porque me ha dejado cosas muy buenas
Me dejó una chiva, una burra negra
Una yegua blanca y una buena suegra
Me dejó una chiva, una burra negra
Una yegua blanca y una buena suegra
Suspire iba a cambiar de música cuando el rugido de un león me asustó. La habitación en donde escribía y estaba casi a oscuras se iluminó cuando las ventanas se abrieron de par en par. Un hombre alto y fornido con el cabello dorado y ojos ámbar apareció en la habitación.
— No me esperabas. Tú me invocaste.
Lo miré sin saber qué decir. No tenía idea de cómo este ser llegó a su habitación desordenada. Ni siquiera me había visto en el espejo debía estar hecha un desastre.
— No lo estás
Sonreí
Él me miró y dijo — Ven a Bailar conmigo.
Al principio quería negarme, pero al ver sus ojos dorados no pude hacerlo. Ni bien toque su mano. Como por arte de magia mi ropa cambió y dejé de estar vestida con una sudadera azul y pantalones de chándal. Pase a estar vestida con un hermoso vestido violeta. Igual al que había visto en las películas. Entre en un salón enorme vacío iluminado por la luna y las estrellas. La música de un vals
Caminé junto a él y nos pusimos a bailar un vals.
Luego de unos minutos me pregunto
— ¿ Deseas seguir bailando o quieres jugar ?
Por un momento vacilé. Que clase de juegos desearía ese hombre tan atractivo y sensual. No sabía si todo era real o fruto de mi imaginación. Pero era casi fin de año y yo me lo había pasado siendo correcta.
Por qué no jugar por un momento algo peligroso y sensual, casi susurrando y a punto de arrepentirme. Dije — Deseo jugar.
Él me miró y sonrió de forma lobuna. Lo que me dio un poco de miedo. Y por un momento decidí no hacerlo. Pero ya era demasiado tarde. Di mi palabra.
Él me tomó de la barbilla y me dio un ligero beso en la boca. En la habitación tres pequeñas mesas de madera surgió cada una tenía una carta.
— Tu deseo más prohibido se encuentra en una de ellas. ¿Te atreves a tomarla?
Yo trague saliva.
— Si no estás segura . ¿Podemos volver a bailar?
No sabía que hacer mi vida siempre fue tan aburrida. No haría nada arriesgado ni que deseara realmente. Porque no hacerlo, Casi sin pensar y con miedo dije
—Sí. —La palabra salió escupida, pero carecía de cualquier tipo de convicción.
Él lo había notado. No se movió. No habló. Su intensa mirada dorada permaneció
enfocada en mi cara.
Mi mente era un revoltijo. No podía. No debería. Pero camine hacia las mesas y tome la segunda carta. La leí y casi me desmayé. Una participación real sería una locura. una estupidez y una imprudencia.
Pero lo deseaba. Que podía pasar más que disfrutar de algo diferente y que había deseado por mucho tiempo. Si quisiera aprender algo de BDSM, ¿qué mejor oportunidad tendría?
Sin embargo, él me tocaría. Lo deseaba desde el momento que vi sus ojos dorados mirarme. Sin perder la paciencia él me miró y preguntó de nuevo.
— ¿Juegas o bailas?
La diversión iluminó los ojos de él. Yo temblaba sin saber qué elegir. Asentí con la cabeza.
—Déjame oír un sí de ti.
—Sí juego—susurré.
—Buena chica. —Sus fuertes dedos la frotaron devolviendo el calor a la palma de mí
mano—. Esto es para ti. — me dio un collar violeta. Luego me dijo — Tengo pensado hacer un poquito de bondage. Vas a hacer un lindo regalo.
Volví a tragar con fuerza. Luego él miró el bello vestido violeta y lo rasgó. — Esto está de más. Dejándome solo en corsé violeta. —. Te dejaré la ropa puesta, pero podría moverla un poco.
Moví la cabeza asustada y excitada a la vez, Las palabras no podían salir.
—Y entonces usaré mis manos sobre ti. Pero nada más.
Sus palabras me excitaron más. Y me sonroje un poco avergonzada.
Él sonrió —Veo que te gusta la idea. —¿Cómo podía ser tan obvia? Pero él se anticipó a mi sensación de humillación apretándole los dedos y añadiendo—, A mí también me gusta la idea, gatita.
— Tu palabra de seguridad será violeta. ¿De acuerdo?
Susurrando dije — sí.
Me tomó de la mano. Paseó la mirada por mi cuerpo, desde mis pechos, que parecían deplorablemente expuestos por el ceñido corpiño de encaje, hasta la parte superior de sus muslos.
— Eres muy hermosa.
Sonreí de forma tonta. Sin creérmelo. Él deslizó los dedos detrás de
su cuello y me agarró de mi cabello , impidiendo mi instintiva retirada.
—Escucha, eres hermosa y todos lo verán. Eres el mejor regalo.
Antes que pudiera decir algo me puso en una mesa y me hizo pararme. Mis rodillas temblaban. Estaba entre asustada y con frío.
Él se acercó y envolvió una cuerda de seda violeta en mi brazo. —Pasó un dedo sobre mis labios—. Las cuerdas no deberían provocar dolor, gatita.
Mientras me observaba fijamente y me tocaba, Bajando una mano por mi brazo desnudo. A través de la parte baja de mi espalda. Moviéndome el cabello para dejarlo caer. Acariciándome la columna vertebral, como si evaluara mis vértebras. Sus dedos le masajearon el hombro izquierdo, después el derecho.
Su mano era cálida y áspera. Firme.
—Eres una mujer hermosa. — Volvió a decir mientras abría el corsé. Deseaba moverme; pero no quería defraudarlo así que me quedé atrapada en sus ojos dorados.
Envolvió la soga detrás de su cuello, dejando los extremos colgando por delante.
Lentamente, pero sin titubear, comenzó a trenzar la soga a su alrededor, por encima y por debajo de sus pechos. Con el primer nudo, me tensó. Él se detuvo. Mantuvo la mirada firme sobre mí. Sin revelar irritación o impaciencia. —Nos detendremos si lo necesitas, pero puedes confiar en mí, gatita —dijo suavemente.
—Lo sé.
El reconocimiento en su mirada decía que sabía que le estaba ofreciendo un regalo.
—Gracias, dulzura.
Sentía leves tirones a medida que Él creaba una serie de patrones diamantinos que bajaban por el centro de mi cuerpo. Esto era placentero. Bajo la leve abrasión de las sogas y los seguros movimientos de las manos de él. Me sentía segura.
Me asió por la parte superior de sus brazos
—. Te quiero en el suelo ahora.
Quise obedecerlo, pero perdí el equilibrio. Mientras yo me perdía en el movimiento de sus manos sobre mi cuerpo me había atado los brazos. Incline la cabeza para examinarme y vi mi brazo izquierdo cubierto de un cautivador enrejado partiendo de la muñeca hasta el codo, como una cubierta tejida, todo unido a las sogas violetas que decoraban mi torso.
Quise moverme y al no poder escapar me puse nerviosa. Una fuerte mano tocó mi hombro .
—Cálmate, gatita, tranquila. Mírame ahora.
Respire hondo y me tranquilice al sentir que me tocaba la mejilla y miraba a sus grandes ojos ámbar. Él me dijo—Toma aire lentamente, nena. Otra vez. —Su voz se oía calmada y suave, como el retumbar de un trueno a la distancia.
Inhalé fuerte.
— Tú deseabas esto. Bien. Sabías que esto era lo que iba a ocurrir. No es esto lo que te da miedo.
Él tenía razón. Al estar tan cerca de él sentí su aroma cuero.
No esperaba que me besara en los labios. Quitándome los miedos y deseando más. Me preguntaba cómo sería sentir su sabor.
Me ayudó a doblar las rodillas, me levanto en brazos para luego acostarme sobre una alfombra blanca.
—Te ves preciosa con las cuerdas. Me dijo mientras sonreía y hacía que mi corazón latiera más fuerte.
Pensé que todo terminaría pero no el saco otra soga de color blanco
—¿Más?
—Sería un desperdicio dejar la mitad de tu cuerpo sin decoración. —Con dedos
competentes, creó un sorprendente trabajo con las cuerdas formando nudos que bajaban por mi pierna izquierda. Entonces me levantó la rodilla y aseguró su tobillo a la cuerda violeta alrededor de mis caderas. Repitió el proceso con mi pierna derecha.
Acostada sobre su espalda, las rodillas dobladas, los pies ampliamente separados. La provocativa postura parecía como si estuviera esperando a que un hombre se acoplara encima de mí. Otro sofoco me recorrió mi piel. Menos mal que todavía llevaba algo de ropa.
Examinó su trabajo. Una sonrisa maquiavélica cubrió su rostro. De un tirón quito lo que cubría mis pechos.
Me sentí avergonzada y al mismo tiempo deseable, era algo raro sentir dos cosas opuestas.
Él acarició el largo de la soga que le cubría el pecho. Mis senos se hincharon, y los pezones se fruncieron formando puntas con el aire frío. El dedo del hombre nunca se detuvo mientras seguía las sogas por encima de mis pechos desnudos y entonces debajo.
Él se humedece la punta del dedo y rodeó mi pezón, la fría humedad lo hizo
endurecerse aún más. Sentí que mi cuerpo se electrificó ante su toque en especial entre las piernas.
Él se estiró a su lado, sosteniéndose sobre un codo. Con la mano libre moldeaba
suavemente su pecho derecho mientras con la uña del pulgar raspaba sobre el pezón.
Jadeé ante su toque. Sintiendo que el deseo me invadía.
—Hermosa. —Se inclinó y con la nariz me acarició mi mejilla, su barba suave en contra de mi piel. Luego sentí como me beso y me rendí a su caricia.
La mano de él continuaba acariciándole el pecho. Mi cuerpo anhelaba más. Pero no podía moverme. Él podía hacer cualquier cosa y ese pensamiento me excitaba y preocupaba. Decidí confiar en él. Sus caricias me hicieron gemir de nuevo. Él sonrió encantado por mi reacción
Las arruguitas en las comisuras de sus ojos se fruncieron y entonces continuó.
Cuando la punta del dedo me rozó el clítoris, mis caderas se sacudieron con fuerza.
—Ahí.
Uno de los lados de su boca se ladeó hacia arriba.
Sin advertencias, me acarició justo por encima del clítoris, con sus dedos resbaladizos, calientes y firmes.
Grite de placer Su dedo la provocó, subiendo y haciendo círculos alrededor del cada vez más hinchado y sensible sobre mi nudo. Como si tuviera
todo el tiempo del mundo. Él jugaba con círculos y golpecitos, firmes roces,
ligeras caricias.
Cada toque me llenaba de placer hasta la necesidad de lograr un orgasmo,
Entonces él apartó la mano.
Mi queja de protesta lo hizo sonreír.
—Pronto, gatita. Primero, averigüemos cómo te sientes en relación con el dolor.
Me tensé y quise salir huyendo, pero no podía moverme.
—No te preocupes, —le dijo con un bufido de risa—. No te haré daño. Y si algo no te gusta dices tu palabra y todo cesará. No soy un sádico.
Su mano me acarició subiendo por mi estómago, palmeando un pecho, y entonces le dio un tirón a mi pezón. Era algo raro, no podía dejar de sentirme excitada. Después de jugar con ambos pezones, hizo rodar uno entre sus dedos.
Santo cielo, la sensación era intensa. Sus dedos eran calientes y ásperos, creando una presión desconcertantemente placentera. Cerré los ojos cuando arqueé la espalda hacia arriba.
—Mírame.
Medio aturdida por la sensación, abrí los ojos.
Él me miró mientras me pellizcaba fuerte. El abrumador placer comenzó gradualmente a convertirse en dolor. Y de repente sentí un orgasmo mientras mis piernas temblaban Todo dentro de mí se derritió. El sudor brotó sobre mi piel mientras sus piernas temblaban.
—Genial —dijo suavemente—. Eres divertida para jugar. —Liberó mi pezón y en
el mismo momento en que la sangre volvió a fluir con una oleada de calor, cambió su atención al otro. Placer, dolor. Antes de que pudiera recuperarme, él bajó la cabeza. Arrastró la lengua por encima de mis senos antes de chuparle un pezón. Mientras sus dedos atraparon mi clítoris. Un ligero pellizco allí me hizo desear más y sacudir mis caderas.
Él acarició mi clítoris, trabajando un lado, y el otro. Me sentí abrumada por cada toque. Entonces el inexorable orgasmo me liberó y me siento caer en un abismo sin fin.
Cuando abro los ojos. Estoy en mi habitación sentada en el suelo con la luz apagada. Me pregunto ¿Esto fue un sueño, una fantasía o algo real?
Suspiré y me puse a escribir.
© JP. Alexander