lunes, febrero 12, 2024

El Baile por Mujer de Negro IV.

Con las campanas de medianoche
fue anunciada en el Salón
y se presentó
en negro atuendo con blanca piel
siendo seducida por la atracción
del oscuro Caballero Dulce.

© DUlCE -


Mi Gratitud Mujer de Negro.
Besos dulces.

Su carta elegida fue ...

El Caballero Oscuro


Observo detenidamente el reloj de pulsera que adorna mi muñeca izquierda, mi mirada se detiene sobre la hora, las once y diez, subo al auto y atravieso la ciudad a gran velocidad, la noche ha descendido sus brazos fusionándose con mi oscuridad.

Al llegar al castillo ya es media noche, me detengo frente al portal y un escalofrío me envuelve, inspiro largo y prolongado tratando de controlar mis emociones mientras contemplo con atención la figura que se acerca.

El misterioso Caballero Oscuro avanza hacia mí, se posiciona en mi espalda y me coloca un antifaz en el rostro, su cercanía manifiesta sus intenciones. Ahora frente a mí, su mirada cae suavemente deteniéndose en mis labios, el roce de su mano en mi cintura es delicado, pero firme, me guía hacia el salón, en él distingo esencias conocidas departiendo por todo el recinto, música suave y voces indistintas.

Me atrae hacia Él mientras me contempla. Llevo un vestido negro como el abismo, un escote en V con un toque de encaje que corre hacia atrás cubriendo parte de la espalda. Desliza sus manos en mis caderas invitándome a bailar, el calor de su cuerpo hace reacción en el mío volviéndome arcilla. Hay sensualidad en sus movimientos, en la forma de modular su voz y en el roce tibio de su cuerpo contra el mío, al acercarse más puedo ver en el fondo de sus ojos; y cuando lo hago, algo hace clic en mi cerebro, mis ojos vibran con intención de pertenecer, de regalarme sin límites ni tabúes, como un eterno bucle sin retorno.

Susurra en mi oído encendiendo la llama "Haces que la noche sea como un dulce sueño y soñarte despierto es una delicia"y me entrega una llave antigua marcada con el número dos.

Camino por el corredor de luces violeta, al abrir la puerta, el sonido característico de las bisagras me eriza la piel, la luz es tenue y no me permite ver el fondo de la habitación, el calor de la chimenea empieza a encender mis mejillas cuando percibo frente a mí la figura del Caballero Oscuro, cierro los ojos y me dejo conducir hacia el interior.

Sus manos acarician por encima del vestido, se introducen sin piedad y lo hacen caer dejando al descubierto mi excitación. Lo siento dentro de mis pensamientos, es una sensación que me vuelve vulnerable. Me observa y su mirada humedece mi más íntimo deseo, ruborizada, intento cubrirme, mi cuerpo tembloroso no responde a mi mandato y solo espera paciente que Él avance sobre mí, enhiesto cabalga en mis entrañas amoldándome a su ritmo, su oscuridad me arropa y solo puedo explotar de dicha y rendirme al placer inmenso cuando su magma cae sobre mí. Al despertar, solo recuerdo el dolor de mis rodillas; y un enigmático collar envuelve mi cuello.

© Mujer de Negro


Como cada año, recibí una invitación para asistir al baile de máscaras organizado por DUICE. Agradezco la invitación y la paciencia que ha tenido conmigo en mi publicación tardía, motivos de salud me han tenido alejada.
Gracias, Dulce, por tan cálido recibimiento.


sábado, febrero 10, 2024

El Baile Por María I.

Con el vértigo de la prisa
acudió raudamente a la cita,
desafiando el caos
llegó a Mis Dominios
y vivió su propio sueño
de un Baile suspendido.

© DUlCE -


Muchas gracias María.
Besos dulces.

Su carta elegida fue ... 
(No eligió ninguna, pero le asigno esta.)


BAILE DE UNA NOCHE DESATROSA

La noche era oscura y tormentosa. El viento soplaba con fuerza estrellando las gotas de lluvia incesante contra los cristales. No resultaba nada apetecible cruzar el marco de la puerta para salir aquella noche y mucho menos enfundada en aquel traje oscuro que se ceñía a su cuerpo permitiéndole a penas caminar gracias a la infinita abertura que tenía a la altura de los tobillos subiendo como sus interminablemente tacones, hasta la rodilla. Se colocó aquel curioso antifaz con forma de murciélago sobre su nariz y tras abrigarse con una capa enorme de terciopelo rojo, respiró profundamente -como para infundirse valor- abrió su paraguas y salió dejando tras de sí el cálido ambiente de su casa donde al cerrarse la puerta crepitó el fuego de la chimenea.. pensar en la dulce sensación que tendría al volver, la animó. Corrió sobre el césped encharcado frente a su casa, luchando a cada paso porque sus infinitos tacones no se hundieran clavándose como estandartes en el encharcado suelo, hasta entrar precipitadamente en el vehículo que tenía aparcado frente a su casa, donde se derrumbó exhausta sobre el asiento del conductor.

Colocó su pequeño bolso en el asiento del copiloto, junto con su empapado paraguas y se dispuso a arrancar. Al hacer contacto se dio cuenta que no sabía donde estaba la lugar donde aquella noche se celebraba el misterioso baile de DULCE, así que colocó las coordenadas de la dirección en el GPS e inició la marcha. Los limpiaparabrisas no dejaban dejaban de moverse a un lado y otro, con su ronroneo incesante, sobre el parabrisas que además de la lluvia, permanecía casi opaco por la condensación que se acumulaba en el interior… intentó limpiar lo que pudo para ver algo y se incorporó a un asfalto brillante donde a penas se podía ver las líneas que la definían. Circuló por una carretera ondulante subiendo y bajando colinas durante casi una hora, penetrando en la tormenta que a cada minuto parecía arreciar más.. de pronto, el volante hizo un movimientos extraño y el vehículo se paró. Intentó encender el contacto de nuevo, pero el motor parecía negarse en redondo a arrancar…lo intentó varias veces y viendo que no obedecía abrió la puerta, salió, levantó el capot y como era una experta mecánica, no en vano era ingeniera de la NASA. Su destino estaba escrito, desde niña estaba siempre en la Luna. Así pues, en pocos minutos, observó el problema, lo solucionó y en seguida volvió a rugir el motor volviendo a la vida. Corrió al interior del vehículo y absolutamente empapada, condujo hasta llegar a una elevación donde por fin, como surgiendo de la nada, apareció una construcción imponente llena de torreones a diferentes alturas. Aminoró la marcha y se dirigió a la entrada principal. Allí, bajo una especie de porche techado, se le acercaron dos caballeros elegantemente vestidos que solícitos se ofrecieron a aparcarle el coche, salió entregándole las llaves a uno de ellos y caminó unos pasos hasta una puerta enoorme que en el instante en el que ella estuvo delante se abrió lentamente como invitándola a entrar. Así lo hizo. ... ...

…Dentro se encontró una amplia estancia al fondo de la cual se elevaba majestuosa una enorme escalera que ascendió mientras empezaba a escuchar una música suave que aumentaba de intensidad a medida que caminaba. LLegó a un salón donde para su sorpresa no había nadie. Absolutamente nadie salvo dos violines, un chelo y un piano que sin ningún intérprete sonaban maravillosamente y eso, a parte de extraño y misterioso, resultó sumamente agradable. Mucho más al sentir el calor de una inmensa chimenea que iluminaba el salón a la luz de las llamas que en su cimbreante danza impregnaban el ambiente de una calidez reconfortante.. Despacio se acercó hasta el fuego cuyo calor alivió el destemple que recorría todo su cuerpo -calado hasta los huesos, como estaba- después de su odisea bajo la lluvia. Sus pies también estaban helados y además entumecidos por la incomodísima postura sobre tan elevadísimo tacones, así que se descalzó, se sentó en el suelo y estiró sus brazos y sus piernas acercándolos hasta el fuego haciendo una especie de U con su cuerpo en equilibrIo… Justo cuando estaba en semejante postura, hizo acto de presencia DULCE, alto, fuerte y con una enorme y preciosa sonrisa y acercándose le dijo mientras ella perdía el equilibrio:

- Tranquila! Siento muchísimo tu esfuerzo María, hemos suspendido el baile por culpa del tremendo temporal que sufrimos. Espera, en un segundo estoy contigo…

Desapareciendo con el mismo sigilo que había aparecido. A los pocos minutos regresó con un enorme edredón entre los brazos y dos tazas de chocolate caliente, se lo puso por la espalda y ella, al sentirlo, se envolvió rápidamente desapareciendo dentro de aquella sensación deliciosamente confortable, luego DULCE se acercó, sentándose en el suelo a su lado, ofreciéndole una de las tazas humeantes, que tomó entre sus pequeñas manos sintiendo inmediatamente su calor y con él, una maravillosa sensación de seguridad y bienestar y… …Allí quedaron ambos, sentados frente al fuego, mientras la cámara hacía un barrido por toda la estancia, cerrándose la imagen con sus siluetas dibujadas al fondo, frente a la crepitante chimenea… FIN.

© María

jueves, febrero 08, 2024

El Baile por Mag VI.

Cuero, enigma y seducción
por partes iguales
la vistieron en el Salón,
pero su mejor Baile
lo hizo contorneándose
al pulso del placer. 

© DUlCE -


Mi Gratitud Mi Estimada Magda.
Beso dulce con mi cariño.

Su carta elegida fue ...

El Pecado encarnecido

El tiempo se me había echado encima de manera irremediable. No contaba con nada, salvo con la invitación al baile que, cada última noche de año, celebraba el caballero Dulce: el de los instintos perversos, las palabras encantadoras y las intenciones claras. Dice en su invitación «el azar te mostrará tu camino». Él y sus misterios, sus enigmas y los senderos intrínsecos a su naturaleza. 
Y el azar son estas tres cartas selladas con su anagrama que adjunta a la invitación. Elegir una y mostrar a la entrada. Mi curiosidad es poderosa y mis enigmas tan misteriosos como los suyos. Vestirse de piel, encadenarse a cadenas invisibles y postrar valentía desde el suelo con la hechura de Mujer. Santo y seña. El Pecado encarnecido. Secretos al desnudo. Noche de enigmas y placer.

Botas de cuero altas, por encima de la rodilla, con tacón de aguja que me encumbra sobre los pilares. Cuero negro como atadura de mi carne y un entramado de nudos cruzando mi espalda desnuda hasta donde pierde su nombre. Cada paso revolotea la cola que arrastra mi vestido y cada golpe de tacón reverbera en el filo de la falda, haciendo temblar el misterio que esconde bajo ella. En mis muñecas, puños de sirvienta francesa y en mi cuello, entre los encajes blancos, una sutil argolla. Sé que será todo de su agrado y también de su placer.

Llegué al baile más allá de la última campanada, cuando el bullicio estallaba en todo su esplendor, sumido en risas y susurros que se entrecruzaban en el revolucionado compás de la música. Cada paso sobre el suelo pulido resonaba, pero mis pisadas pasaban desapercibidas entre las sombras y los destellos de las máscaras danzantes. Mis ojos, ocultos tras la seda negra y enigmática de mi antifaz, buscaban sin descanso al caballero Dulce entre la maraña de desconocidos y de damas cuya identidad no me pasaba inadvertida. 

Sentía el cosquilleo de la curiosidad, el palpitar acelerado del deseo que latía en sintonía con el incesante ritmo de la noche. Fue entonces cuando el aroma a sándalo y ámbar, su sello personal, se entremezcló con la brisa que acariciaba mi piel. Su presencia se hizo palpable, un magnetismo que guiaba mis sentidos hacia él. Sin previo aviso, una mano firme pero gentil se posó en mi espalda descubierta, siguiendo el intrincado enredo de nudos que desafiaba lo convencional. 

—Encantado de que hayas llegado, dama de enigmas y seducción.
—Siento haber llegado tarde, pero agradecida por contar conmigo un baile más.
—¿Estás lista para desafiar al azar y adentrarte en los rincones más profundos de la noche?

Su voz resonó con una promesa implícita, desafiando mis límites y despertando la curiosidad más intensa. Asentí en silencio, dejándome llevar por la corriente de seducción que nos envolvía. Él tomó el control, su mano firme guiando cada movimiento mientras nos alejábamos hacia un rincón apartado del jolgorio.
—¿Y vos? —concluí por susurrar.
El ambiente se tornó más íntimo, las sombras se hicieron cómplices de nuestros secretos. A pesar de todo, su voz fue un susurro íntimo que se filtraba entre la algarabía del baile. Su aliento cálido acariciaba mi cuello y su presencia imponente me envolvía en un halo de magnetismo y misterio. En ese instante, la conexión entre nosotros se volvió eléctrica, una danza silenciosa de miradas a través de nuestras máscaras. Con gestos apenas sugerentes, él me condujo hacia el centro de la pista, tirando de la argolla de mi garganta. Ahí, los cuerpos se entrelazaron en movimientos sugestivos y sincronizados en una coreografía íntima de pretensión y deseo.
Las luces centelleaban sobre nuestras figuras enramadas, la música reverberaba rodeándonos y cada gesto, cada ligero roce, revelaba propósitos oscuros sobre la piel oculta. Entre risas y miradas cómplices, el caballero Dulce y yo nos sumergimos en un juego de seducción, donde las máscaras no solo ocultaban identidades, sino que exaltaban la pasión que ardía entre nosotros. En un giro calculado, sus labios rozaron mi oreja, susurros de deseo que desencadenaron en un intenso escalofrío que me recorrió entera, estallando en el centro de mi vientre para convertir mis entrañas en el inicio de un dulce y embriagador manantial capaz de azorar la voluntaria sed de mi partenaire.
Apartados del gentío, en la penumbra de una profunda habitación donde los deseos más livianos se escondían para tornarse perversos y oscuros, cómplices y deliberados, el caballero Dulce, con maestría, desató cada uno de los nudos que ataban mi vestido, dejando al descubierto la piel que ansiaba sus caricias. El brillo de la luna se filtraba entre las cortinas, iluminando la escena donde el juego de poder y sumisión se entrelazaban con el fuego de nuestras almas.

Cadenas invisibles nos unían en un vaivén de sensaciones, donde el placer se entremezclaba con el misterio, y la entrega se convertía en un lenguaje silencioso entre gritos contenidos, gemidos desvelados y suspiros clandestinos. Fue el clímax de las horas ignoradas el que nos sumergió en la profundidad de nuestros instintos más salvajes y prohibidos, desafiando al azar para entregarnos, yo a su voluntad y él a sus perversos instintos en un consenso santificado por nuestros mutuos deseos.

—Siento complacido vuestra entrega —me dijo mientras soltaba los amarres que habían sujetado mis muñecas a la cruz.

En sus ojos todavía palpitaba la exacerbación de su deseo, el fuego que todavía llameaba avivado en mis entrañas. Cada nudo de mi vestido había sido una bocanada de libertad, cada caricia un soplo de felicidad; cada beso, un enjambre de sensaciones compartidas que culminaban en la densidad de un abrazo cálido y reconfortante. tanto para la piel sofocada como para el alma satisfecha.

—Gracias, mi estimada Magda, por este bello baile.
—Gracias a vos por sumergirme en él —respondí, dejando mis puños sobre el potro. Una evocación del placer.

Nuestros pasos nos volvieron a encaminar hacia el baile, donde algunos invitados dieron cuenta de nuestra ausencia; otros quisieron ser ignorantes. Repetimos un baile, sin intenciones ni pretensiones oscuras. Luego, desaparecí para perderme en la noche, y entre sus recuerdos.

© Magade Qamar