miércoles, febrero 28, 2024

La Carta del Placer.

Al girar la carta pensó que era una carta maravillosa y mordió su labio al leer lo que el mensaje en ella decía: "Si elegiste esta carta, la D/s no es algo impensado para ti. Tu objeto es el Collar, tu palabra es Sumisa, tu color es el Violeta." Intuía que había sido hecha especialmente para ella. 

El tiempo es un río que no se detiene y sin más demora subió por las escaleras hacia el cuarto donde sabía que Él la esperaba. Giró el pomo movida por la curiosidad, esa curiosidad que suele ser una ventana hacia lo inesperado. Al abrir la puerta lo vio sentado en penumbras en el habitual sofá, alcanzó a vislumbrar su mirada como dos llamas de fuego que le señalaban el camino.  Esa mirada la envolvía de algo especial, era como un puente que los unía y por el cual ella ahora caminaba con seguridad hacia su encuentro. 

Se sentía tal como un ave en pleno vuelo y queriendo solo posarse entre sus brazos. Por suerte había elegido un atuendo cómodo para el Baile, se quitó los zapatos y caminó descalza hacia Él cerrando tras de sí la puerta. De inmediato el silencio se apropió del momento, hasta que Él le ordenó; «Quítate la ropa lentamente sin dejar de mirarme». Sabía que no podía contradecir su mandato, tampoco pensaba hacerlo, deseaba complacerlo. 

Se quitó el vestido dejándolo caer y provocando en Él una sonrisa de satisfacción. Percibía su mirada recorrerla como una ardiente caricia, el silencio podía cortarse con un cuchillo y estaba segura que su corazón se oía como un volcán en erupción.

Él la observó detenidamente, recreándose en su cuerpo, como quien se deleita con su obra siempre inacabada, siempre fértil. Se puso de pie y la rodeó lentamente para luego ponerle el collar de color violeta. Al mismo tiempo inhalaba su perfume que le provocaba mariposas en el estómago. «Tengo un regalo para ti», le dijo mirándole ahora a los ojos, esos ojos como dos luceros en la tenue luz de la habitación. Le ofreció una elegante caja que ella abrió, su expresión de sorpresa brotó al instante ante la reluciente joya. «Gracias Daddy, me encanta», exclamó. Él la besó en la frente, luego en los labios y cogiéndole la mano le dijo: «El diván te espera Mi Putita».

El Baile apenas había iniciado y no podía acabar sin que ella bailara para Él luciendo la deseada joya.    

© DUlCE 


Relato que forma parte de la propuesta "Metáforas"
del blog "Variétés" de Ginebra Blonde.
También publicado en "Lovely Bloggers" bajo etiqueta © DUlCE.

lunes, febrero 26, 2024

El Baile por Marina V.

Cuando las horas pierden sentido
y los sueños son realidades
posibles de solo pedirlo
ella baila cual pluma
mecida por la música
de dulces suspiros.

© DUlCE -


Mi Gratitud Marina.
Besos dulces con mi cariño.

Su carta elegida fue...

EL DULCE BAILE DE MÁSCARAS


  

   Semi escondida detrás de las filigranas doradas me acerco al baile. No me gusta bailar, pero la música tiene el poder de apasionarme con sus voluptuosos ritmos.

  Me siento en la gran escalinata de mármol, mi cuerpo se arquea embriagado de la sutil y voluptuosa atmósfera que envuelve el salón. Te veo llegar a lo lejos, cierro los ojos y sonrío…si no los abro a tiempo, el verde transparente de mis ojos de gata no te atrapará y pasarás de largo.




(Gracias por la invitación)



sábado, febrero 24, 2024

El Baile por Rodrigo Fúster I.

El dulce susurro del Baile
llega a todas partes
cautivando a cada alma y así,
atraído por el encanto de la dulzura
un inesperado concurrente  
se aventuró en el Castillo.

© DUlCE -


Gracias Rodrigo por participar.

Su carta elegida fue ...



El Caballero Oscuro representa el lado más oculto de los deseos, la noche más oscura del alma,  la inclinación por aquellos aspectos más recónditos de vuestro ser, tan importante como aquel que mostramos a los demás. El Caballero Oscuro, habla del poder de ser tal cual somos, liberando lo que callamos.  Mi objeto es la Cruz... mi palabra; un Vampiro... mi color; el Negro.
Al llegar al castillo, dos grandes portalones de corte barroco adornado de oros, se abrieron a mi paso, detrás de ellos un infinito abismo te dejaba caer en el más oscuro infierno, donde el deseo inconsciente, te habitaba, para mostrarnos todo aquello que había escondido detrás de ellas.
Grandes candelabros iluminaban el oscuro, pero hermoso lugar. Allí estaban todas adornadas por las más exquisitas vestimentas, entre ellas se distinguían al paso la brillante silueta de la mujer de negro, Dafne de amoroso andar, Campirela, elegante en sus palabras,  Tracy , llena de bondad, Qamar con su oscura y sensual figura, la susurrante Ginebra y muchas más, a las que no tenía el favor de conocerlas. Bailaban delicadamente como si fuera su última noche...
Baile entre ellas como si se tratase de un minué, con mi barroca manera y mi oscura mirada; iba de mano en mano, acariciando y soltando los delicados dedos, como una caricia etérea y casual. Al llegar a las manos de la la mujer de negro, de escotada vitrina y corte hasta la línea imaginación, se abrá su blanca pierna adornada de de un juego de ligas tan hermosa como su oscuridad. Baje mi mano hasta alcanzar sus caderas, rodeandolas con suave ademán. Entonces un suave y sugerente gemido pareció detener la noche. De pronto nos vimos bailando en un gran salón donde sólo se dibujaban nuestras siluetas, y una lluvia de estrellas cayó sobre nosotros. Su vestido caído al abismo, dejaba ver la más hermosa de las siluetas, de dorada piel morena, adornada de encajes cubriendo todos mis sueños de belleza.
Los roces del baile incineraron nuestros cuerpo convirtiéndolos en grises cenizas, mostrando el fuego que asomaba la noche... La noche más oscura del alma.
Cincelé su cuerpo como si fuera escultura, redibujando todos sus rincones, pliegues y costuras, dejándola desnuda en medio de las llamas, humedeciendo las baldosas, sudando entre sus columnas blancas, perdiéndome en su piel rebosante de lujuria, pero al querer entrar en ella, se escucho el ultimo compas iluminando el salón donde debíamos estar a solas; El cielo fue iluminado por los interminables fuegos artificiales, alejándonos de nuestro deseo impertinente y chocando entre las copas de cristal que no dejaban de romperse entre las manos.
Y esa fue la noche más larga e intensa de mi vida y esa historia que tanta veces había dibujado entre mis dedos.  

Juan De Marco