miércoles, febrero 08, 2023

El Baile por Tracy I.

De elegante negro y tacón
entró por primera vez al Salón
dejando en manos del azar
el dulce juego que le hizo probar
la guinda del postre.

© DUlCE -


Muchas gracias Tracy.
Besos dulces.



BAILE DE MÁSCARAS

En Nochebuena apareció esta invitación colgada en el Árbol de Navidad:


 Enseguida descubrí que había tenido el honor de ser invitada  al famoso Baile de Máscaras organizado anualmente por DULCE
Mi corazón empezó a latir tan rápido, que temí no poder asistir al Baile por tanta excitación me producía con tan sólo pensar en él.
 Según he sabido por las invitadas en años anteriores, el brillante anfitrión, echa su imaginación a volar y prepara un Juego, que parece ser que este año consiste en encontrar durante el baile , llaves de las estancias de  Palacio. Abrir puertas y contar las experiencias vividas.
  Me encantará encontrar cualquiera de ellas, la curiosidad me mata por conocer el Castillo y más aún por conocer a su propietario, dicen que es muy apuesto y sobre todo que tiene una educación muy exquisita. ¡Qué nerviosa estoy!
  Mis nervios están tan a flor de piel, que no pensaré en la dichosa llave, dejaré que actúe el azar. 
 Quedan pocos días, el baile es el día de Reyes y no sé que traje me pondré para la ocasión, ha sido todo tan precipitado...
  Creo que optaré por un traje largo de color negro. 
  Me lo voy a probar ahora mismo... ¡qué nervios!
   Del peinado tengo poco que pensar, eso sí , me pondré unos pendientes que me favorezcan  muchísimo de esos que te dejan vestida aún estando desnuda. 
   Y un tacón impresionante. Ya me estoy viendo: ¡un espectáculo de mujer! ¡¡¡Ay, si me viera Quien yo me sé!!!
   Lo del tacón... no sé cómo resultará, porque no me los pongo  desde la boda de una amiga mía que ya está hasta divorciada.....    Estas invitaciones se avisan con tiempo, porque con los kilos que he engordado en las Fiestas , voy a estar horrenda y ya no me da tiempo ni hacerme una liposucción, ni a inyectarme colágeno...   
  
  Llegó el día, que no se me olvide la Máscara.
  ¡Allá voy!


Me recibe el anfitrión, Dulce,
Muy elegante, me besa la mano y me acompaña al salón, mientras con su mirada me quita hasta los pendientes, uffff... ¡cómo mira....!
Pensando en "mirar"... Me viene a la cabeza cómo voy a encontrar la llave  si con la máscara no me puedo poner las gafas y sin las gafas no veo...  ¡¡¡Horror!!!
Dulce, atento y perspicaz, me radiografía el pensamiento y me tranquiliza?????? con su mirada y su "savoir faire" se acerca a mi oído y con un susurro apenas perceptible me dice:
- Disfruta, la última llave que quede por encontrar, será la tuya y ya sabes que la guinda del postre es lo mejor de la noche.

© Tracy


martes, febrero 07, 2023

El Baile por Alma Baires IV.

Siguiendo su intuición
eligió su llave con decisión,
entre libros dejó lo pasado
y desde un tal vez
renovó su ilusión.

© DUlCE -


Muchas gracias Alma.
Besos dulcemente grandes.

Tal vez

Hacía tiempo que estaba... ¿cómo? ¿cómo podría definirse su estado? No lo sabía ni siquiera ella. No era ansiedad; de hecho, nunca se había sentido tan tranquila, tan segura de sí misma. Tal vez era precisamente por eso que comenzó a hacerle falta y la idea no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

En ese preciso instante en que su mente divagaba por senderos ya recorridos, escuchó que llamaban a la puerta. Le habían hecho llegar una invitación. Por la clase de la misma y las fechas que eran, no tenía dudas del remitente y sonrió al comprobarlo. Y, aún si no se había decidido a ir, la idea no le disgustaba.

La última noche del año. ¿Estaba lista? No lo sabía pero nada la detendría de averiguarlo. Se preparó meticulosamente, cuidando cada detalle. Buscó aquello que le era imprescindible para asistir: su máscara.

Llegó. El salón estaba lleno. Una dulce melodía de fondo se escuchaba apenas, el volumen justo para disfrutarla y conversar al mismo tiempo. A simple vista no reconocía a nadie, en definitiva, era tanto que no se hacía ver en ningún lado. Tal vez era mejor así, pasaría desapercibida... o eso creía.

Todo estaba organizado con la máxima exquisitez, como siempre. El Caballero que hospedaba cada año este evento era un verdadero Maestro de ceremonias. En uno de los salones estaban dispuestas pequeñas mesas donde aplacar los paladares más exigentes. Eligió sentarse en uno al azar. Él le sostuvo la silla y ella inclinó la cabeza agradeciéndole. Algo había comenzado a agitarse en su interior; un instinto que había estado callado por tanto tiempo ahora parecía volver a despertarse. Sintió un roce en su mano, un juego de dedos que no había olvidado.

Se levantó serenamente y fue hacía la entrada. Sobre una bandeja estaban colocadas diferentes llaves. Su intuición más básica le señaló cuál debía elegir. La tomó en su mano y fue hacía su lugar preferido; conocía la residencia a la perfección. Tenía que llegar a ese sitio, el indicado. Sin planearlo, todo estaba resultando como antes, como años atrás... como siempre. Tal vez esta vez con un resultado diferente.

No tenía prisas... ¿o sí? No, no la tenía. Sabía que la estaba siguiendo, lo conocía demasiado ¿bien? ...simplemente demasiado. Había estado como un lobo al acecho, esperando por su presa. Que equivocado estaba. Si en este juego había alguien que podría caer en las redes, no sería ella. El sonido firme de sus tacones era atenuado por las alfombras. De todos modos ella lo sentía cada vez más cerca. No tardaría mucho en alcanzarla. Y ¿qué pasaría cuando lo lograra? Tal vez... sólo tal vez.

¿Podría él hacerla olvidar de todo? Apresarla contra su cuerpo, siendo sus caderas su único sostén. Su mano acariciándole la nuca. Sus dedos se enredarían en su pelo, sujetándolo, jalando de él hasta hacerlo gemir de dolor, de placer, o una mezcla de ambos. Como esa punzada que le provocaba su aliento; sus dientes en el cuello. Sus huellas siempre fueron tan sólo un modo de marcar territorio, no más. Ahora era totalmente consciente de ello. Era exclusivamente ver quién era más fuerte.

Pero esta vez se equivocó desde el comienzo.

Apenas escuchó que entraba a la biblioteca, sonrió. Se quitó la máscara, deseaba verlo a los ojos. Esperó que se pusiera detrás de ella, que creyera que la historia volvería a repetirse. Lo observó sin decir palabra y él actuaba de la misma manera. Aunque su mirada poseía un fuego que no sabía exactamente a qué se debía. ¿Pasión? Tal vez exasperación o frustración al darse cuenta que no sería el dominante en esta ocasión. Ella ya no se pondría a sus pies, ni siquiera por ese grande placer que le podría otorgar. Había aprendido. El tiempo siempre ha sido un buen maestro.

Se giró sin más y lo dejó allí... los libros fueron sus mejores amigos en estos últimos años. No tenía nada por decir, no valía la pena, ya no.

Bajó las escaleras, encontrándose con el anfitrión de la fiesta. Se saludaron, él hizo una pequeña inclinación con su cabeza, mirándola con ¿orgullo? ...tal vez sí, seguramente sabía o adivinaba lo ocurrido. Había vuelto de un sitio donde nunca debería haberse marchado. Sonrió emocionada... tal vez el año que apenas iniciaba traía consigo muy buenos auspicios después de todo.






Después de mucho tiempo, aquí estoy.
No sé si será permanente o menos, tal vez veré cómo se dan las cosas
y el tiempo, sobre todo.
Quería agradecerle a Dulce
y su magnífico baile de fin de año;
y también, obviamente,
a todos esos amigos que, sin necesidad de nombrarlos uno a uno,
me han acompañado todo este tiempo,
sin soltar mi mano...
...gracias de corazón.


Les deseo lo mejor en este año que comienza...
...buen 2023!!!

domingo, febrero 05, 2023

El Baile por Mag V.

Su llave abrió el cuarto
de las confesiones más perversas,
sutil se evaporó entre las miradas 
para liberar un Amén
al son de doce campanadas

© DUlCE -


Mi gratitud Mi Estimada Magda.
Beso dulce.




Doce campanadas...


Seis y veinte de la tarde. La invitación al baile de fin de año de Monsieur Dulce llegaba un año más. Sonreí y agradecí, confirmando mi presencia. De nuevo elegancia y sencillez en su presentación.

Habrá que ponerse el ajuar de la noche y destilar sensualidad desde la primera mirada hasta la última huella dejada al abandonar aquel salón donde las máscaras, ya caídas, resonarán como un eco en cualquiera de aquellos cuartos donde la magia se volvía caricia perversa o deseo consumado. 

Los velos cubren la noche como un misterio insondable y la magnificencia del lugar provoca un estallido en el pecho. Mis pasos, seguros, atraviesan el soportal. Se desdibujan bajo el hálito de una noche fría y estrellada. La música se escucha al fondo, tras las puertas que se abren de par en par ante cada anunciada llegada. Mi nombre se escucha rotundo y las miradas, al igual que se han dirigido hacia los demás, se fijan en mí. O tal vez no sea en mí, sino en la desnudez que se intuye bajo el chantilly rojo que me arropa. La piel es un tapiz escandaloso ante los ojos gazmoños como ante los lascivos.

Monsieur Dulce aparece sereno, con la mirada clavada en la mía. Sus pasos son tan pausados como firmes. Su sola presencia embriaga. Un ligero rumor aletea en la sala, por encima de la música que da la bienvenida. Una leve inclinación de cabeza a modo de atención. Unas palabras escuetas y un besamanos que, aunque no se estila, él lo impera con sus invitadas. Al tiempo, sutilmente, deposita una llave en mi mano. Pareciera que todas ocultan lo mismo. Es un juego donde el instinto más perverso, estoy segura, ha de ganar pues he aquí sus Dominios.

Bebidas y viandas, exquisiteces de bocado para el paladar, se extienden a lo largo y ancho en mesas soberanamente montadas. Nos podemos reconocer los unos a las otras, las unas a los otros, bajo las máscaras. La lista de invitados se va completando conforme se acerca la medianoche. Y como Cenicienta, antes de la doceava campanada, desaparezco por una de las escaleras, dirección a los abismos donde la perversión y el juego se abren tras aquella puerta donde se confesarán los placeres más oscuros y los juegos intensamente depravados.  Arriba, la algarabía se funde con la entrada del año. Sueños y esperanzas se bañan en burbujas. Aguardo la luz del Señor desnuda de mis sombras, tallada frente a una cruz en aspas para cabalgar amarrada a un rosario de eslabones sobre un mar enfundado en cuero y nudos, para percibir mil caricias que quemen mi piel y la marquen a fuego en un silencio que, olvidando su sepulcro, se convierta en gemido y anhelo siendo, esto, brindis reservado para el Pecado. Ahora, solo cabe orar a la madrugada y un nuevo despertar sobre la carne entregada.
Amén.