Por un momento dejó El Salón para buscar la sorpresa prometida en aquella noche. Fue así que sobre una mesa encontró una caja pequeña de color violeta con un lazo blanco. Adoraba sus detalles. Dentro había una llave junto a una nota que decía: "Sé que disfrutas los juegos, y sé que te gustará este. Con esta llave podrás descubrir de qué se trata, solo debes encontrar la puerta a la que corresponde. Mira bien"
Con ávida curiosidad subió por la escalera imaginando muchas posibilidades, solo sabía que la llave correspondía por supuesto a una de las puertas, pero ¿a cuál de todas? Detenerse en ese largo pasillo con puertas de un lado y otro era inquietante, en un lugar así era fácil perderse, como si de un laberinto se tratara. Sin embargo, ciertas estancias parecían llamar e invitar a entrar. Probó en un par de cerraduras sin éxito, hasta que tras cruzar la última puerta notó que había otra mimetizada con el tapiz de un cielo con nubes. Insertó la llave y la puerta se abrió ante su sorpresa y sensación de triunfo.
Era una habitación de luz tenue que la impregnaba de paz y de muchos artilugios sado que sin duda eran utilizados por el anfitrión. Su mirada iba en todas direcciones cuando alguien la sobresaltó al cubrirle los ojos. - Shissss - oyó el susurro en su oído y la agitación se apoderó de ella, sin embargo, no sintió miedo, sabía que si estaba allí era para dejarse llevar en el juego. - ¿Estás dispuesta a jugar? - primero asintió con su cabeza y luego agregó, - Sí, estoy dispuesta -. Tras su respuesta los breteles de su vestido cedieron y este cayó al piso. Quedó desnuda solo llevando un tanga del color preferido del anfitrión.
Él la llevó hasta una mesa donde ella apoyó sus manos sin dejar de estar de pie, comenzó a acariciarla elevando su temperatura corporal. - Separa las piernas - le ordenó al tiempo que palmoteaba sus nalgas con precisión, eso le hizo suspirar profundamente. Sus manos suaves se deslizaban por el interior de sus muslos y palpaban su entrepierna que iba delatando su excitación in crescendo. Dentro de la habitación el baile ya no existía, solo se oía el sonido de cada impacto en su piel que se templaba cada vez más cambiando a una arrebolada tonalidad. La música eran sus gemidos que afloraban como respuesta a las sucesivas palmadas que con experticia Él le prodigaba. Pero todo juego tiene un siguiente nivel, fue cuando le bajó el tanga hasta la mitad de los muslos, mientras ella se inclinaba más hacia delante para entregarse abiertamente.
- Ahora dime lo que eres esta noche para mí - La invasión de sus dedos reptando en su interior no hizo demorar su respuesta.
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