jueves, febrero 06, 2025

El Baile por Cléia Fialho.

Una nueva invitada
llegó a El Salón
con una sonrisa de provocación,
las máscaras nada ocultaron,
tampoco las intenciones
y la noche la colmó
de dulces sabores.

- © DUlCE -


Mi gratitud Cléia por disfrutar
doblemente de Mi Baile.
Beijos doces.


MÁSCARAS Y DESEOS (Versión 1)

La música se extendió por la habitación como un susurro insinuante, una invitación al pecado. Las velas ondeaban en candelabros dorados, proyectando sombras danzantes sobre los rostros enmascarados que se deslizaban sobre el mármol negro. El perfume de las rosas y el vino se mezclaba con el calor de los cuerpos que seguían el ritmo de los violines.

Ella estaba allí, en lo alto de la escalera, una visión envuelta en seda carmesí. La máscara dorada cubría parte de su rostro, pero sus labios rojos delataban una sonrisa de promesa. Sus ojos escudriñaron la habitación, buscando a quien llevaba semanas enviándole cartas llenas de secretos y provocaciones.

Y entonces, llegó. Un hombre alto, con un impecable traje negro, una máscara plateada que ocultaba su identidad. Sus ojos, sin embargo, eran imposibles de ignorar. Se aferraron a ella con la certeza de quien ya sabía el desenlace de esa noche.

Descendió, lentamente, cada paso era un desafío mudo. Cuando lo encontró, le tendió la mano enguantada y, sin dudarlo, ella aceptó. Bailaban como si fueran los únicos en ese baile, sus cuerpos en un juego de acercamientos y escapes, chispas invisibles ardiendo entre los dos.

Sus dedos se deslizaron suavemente por su cintura, presionándola contra él. Un cálido aliento rozó su oído mientras murmuraba:

"Has venido.

Ella sonrió, oscilando entre la rendición y la provocación.

"Y tú me esperaste.

Sin más palabras, la alejó de la multitud, a través de los pasillos decorados con tapices y secretos. Un toque en la puerta de madera maciza se abría a una habitación iluminada solo por la luz parpadeante de la luna.

Allí, donde podían caer las máscaras, las miradas se hacían más intensas, las caricias más audaces. Sus labios tomaron los de ella con urgencia contenida, mientras las finas telas se deslizaban como promesas rotas hasta el suelo.

Esa noche, entre los susurros del baile y el escalofrío del amanecer, no importaban nombres ni rostros. Solo los cuerpos, la piel y el deseo que incendiaron la oscuridad.

© Cléia Fialho



MÁSCARAS DEL DESEO (Versión 2)

El salón era un océano de sombras y promesas. La música serpenteaba por el aire, un murmullo seductor entre los cuerpos enmascarados que se deslizaban bajo la luz parpadeante de los candelabros. Los susurros y las miradas secretas llenaban la habitación de una tensión que vibraba en la piel.

Ella estaba allí, vestida de seda roja, la máscara dorada ocultaba su identidad, pero no el hambre en sus ojos. Lo estaba buscando. Durante semanas le habían ido llegando cartas llenas de promesas, escritas por manos que conocían cada uno de sus caprichos. Palabras que le incendiaron la piel incluso antes de ser susurradas.

Entonces, lo sintió incluso antes de verlo. Un perfume amaderado, una calidez demasiado cercana, una mirada que la desnudaba sin vergüenza. Él estaba detrás de ella.

—Has venido. La voz profunda se deslizó por la nuca, tan cerca que le hizo perder el aliento.

Ella sonrió, sintiendo que el escalofrío se extendía por su piel.

—¿Por qué huir de lo inevitable?

Deslizó un dedo por su hombro desnudo, un toque ligero, pero que ardía como brasas. En silencio, la tomó de la mano, alejándola del vestíbulo.

El corredor era una invitación al peligro. El sonido de la fiesta se hizo lejano mientras él la apoyaba contra la fría pared, el contraste entre el mármol y la calidez de su cuerpo le arrancó un suspiro.

—Ya sabes cómo termina esta noche... —murmuró, rozándose el cuello con los labios—.

Jadeó al sentir que sus dientes presionaban ligeramente contra su piel, un mordisco sutil, una advertencia de todo lo que estaba por venir. Las mascarillas seguían cubriendo sus rostros, pero nada más los separaba.

Sus manos se deslizaron por el pliegue de su cadera, tirando de ella contra él. Ella sintió la innegable rigidez de su deseo y le correspondió con un roce de cuerpos que le hizo contener la respiración.

Levantó la pierna, envolviéndola alrededor de su cintura, y apretó su cuerpo contra el de ella, sus labios explorando, chupando, mordisqueando cada trozo de piel que pudieron encontrar.

—Dime que pare... —bromeó, deslizando los dedos por debajo de la fina tela de su ropa, trazando caminos prohibidos.

Pero ella no quería que se detuviera. Nunca quiso.

El deseo los consumía como el fuego. Las manos inquietas arrancaron los últimos vestigios de seda y misterio, y luego, allí, entre sombras y suspiros, se perdieron el uno en el otro.

Y cuando finalmente cayeron las máscaras, ya no importaba quiénes eran, solo el placer compartido en esa noche sin nombre, sin mañana.

© Cléia Fialho

martes, febrero 04, 2025

El Baile por Maia.

Nerviosa llegó a El Salón
para su primer Baile
con el Dulce Caballero,
inquieta ante el encuentro
pronto los dulces arrullos 
se adueñaron de su deseo
y ante la profunda mirada
dos piezas dócilmente
cedieron.

- © DUlCE -


Mi gratitud querida Maia por aceptar la invitación
y regalarme tu presencia en Mi Baile.
Besos dulces.


UNA PROFUNDA MIRADA

Jugaba con el borde de la copa, un poco distraída, un poco incómoda, me situé en uno de los extremos de ese amplio y místico salón; y pensaba... ¿Por qué me puse este atuendo de dos piezas; y la blusa...?, me hace cosquillas, ¿Es el atuendo?, ¿O soy yo que estoy nerviosa?; y discretamente trataba de acomodarla jalando un poco de un lado y acomodando el otro, olvidándome por momentos que estaba en el salón de ese enigmático castillo.

Él llegó detrás, su voz se sintió como un arrullo

— Maia, ¿Cuándo dejarás de pelear con esa blusa?
— No lo sé, no me doy cuenta, decía mientras pensaba si había sido tan obvia 
— Es linda 
— Lo es
— ¿Y por qué la compraste?
— No; yo, no, no sé, fue de último momento no pensaba asistir a tu baile 
— Vaya, pero estás aquí, ¿Por qué no te gusta?, te sienta bien 
— Es bonita, no sé 
— !Quítatela!
— ¿Qué dices?
— Ah, ¿no me escuchaste?, te ves preciosa pero es una blusa que me resta de tu atención, te siento incómoda, tu hombre no tiene problema con eso, pues quítatela 
— ¿Mi qué?, ¿Qué?, no; yo, ¿Qué?, ¿Qué dices?
— Dije "tu hombre", así, sencillito; sin esperar reciprocidad, -pero claro que la deseo-, soy tu hombre porque así lo siento, así lo quiero, nada, ¡quítatela!, ¿o quieres que lo haga yo?.

El Dulce Caballero me sostuvo la mirada, su rostro parecía un poema.

© Maia.

domingo, febrero 02, 2025

El Baile por Nuria de Espinosa.

El Salón la recibió
por primera vez como invitada
y al juego se unió
buscando tras cada puerta
al Dulce Caballero.
Me buscó, me buscó,
pero fui yo quien la encontró

- © DUlCE -


Mi gratitud Nuria por asistir a Mi Baile por primera vez
y hacerlo con estos susurros.
Besos dulces.



El dulce caballero y el castillo

 


En esta nueva propuesta Dulce nos invita a su baile de máscaras. Si quieres unirte entra AQUÍ

                 Encuéntrame ...

Dulce propone: "El Baile dura varios días y como buen anfitrión me gusta dedicar tiempo a cada invitada, pero en algún momento puedo desaparecer de El Salón, El Castillo posee diversas habitaciones, puedo estar aquí o allá, tal vez en El Confesionario, tal vez en La Habitación Violeta o en La Biblioteca, o en La Habitación Audiovisual, o puedo estar tras La Última Puerta.
Dónde estará el Dulce Caballero anfitrión en ese momento en que lo buscas?"

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En el salón, el baile nunca acaba;
allí la música, es magia y no termina,
entre risas y camisas de seda,
el Dulce Caballero se interesa.

Su rostro es un sueño que se esfuma,
sus pasos, truenos en la llanura;
porque al buscarlo sin premura,
te rodea su ausencia como la espuma.

¿Y si está en el Confesionario?,
ahí las palabras flotan en el pasado,
como un susurro indiscreto,
su corazón reposa en solitario.

O tal vez, en la habitación violeta,
donde los colores danzan sin destino;
él sueña en un rincón, siendo divino,
envuelto en luz, flor y olvido.

En la biblioteca de tiempos perdidos,
se oculta entre páginas de un cuento,
y cada letra, como un paso lento,
te guía hacia misterios incrédulos.

O, en la habitación de proyecciones,
donde el pasado y el futuro se unen,
en imágenes que resplandecen
con suspiros, reflejos y colores.

Mas, si tras la última puerta llamas,
donde la verdad reposa y no engaña,
el aire se vuelve opacidad extraña,
y el Caballero, dulce, te reclama.

"Estoy en cada rincón de tu deseo,
en cada búsqueda, en cada paso incierto.
Mi presencia es un retorno siempre abierto, me encontrarás… cuando menos lo creo."

El Castillo guarda su misterio pétreo,
y en sus pasillos, llenos de silencio,
el Dulce Caballero es como un destello
de presencia y de ausencia en cada invierno.

~Te busco, pero no te encuentro~.