Organizar Mi Baile ya es una tradición, mis invitadas lo esperan con ansias y yo de la misma forma espero ver cómo me sorprenderán un año más. El Baile ya ha trascendido los muros de mi Castillo y se habla de él en muchos otros sitios. Por ello nada puede quedar al azar.
Un año más todo estaba dispuesto para recibir a las elegidas para esta ocasión, algunas ya eran habituales asistentes y conocían cada recoveco de mi Castillo, otras asistirían por primera vez y yo, como era habitual, las atendería personalmente a todas.
Así inició un nuevo Baile, con la expectación de siempre a pesar de ser ya la novena edición. Las invitadas comenzaron a llegar, la música ya llenaba las estancias y pronto el juego preparado para la ocasión comenzó.
Entre la algarabía del festejo nadie advirtió cuando desaparecí, hasta que Ella notó mi ausencia y pronto las demás. El desafío era encontrarme, algunas subieron las escaleras abriendo cada puerta en el pasillo. Cada habitación tiene el poder de recrear la fantasía de la invitada, fue así que muchas me encontraron en la Biblioteca, otras en La Habitación Violeta, algunas tras La última puerta. En todas estuve presente, el ser Vampiro me permite moverme anticipando el momento. Pero Ella sabía dónde buscarme y logró encontrarme vislumbrando parte de mi rostro más allá de la máscara. Sus ojos que iluminaban ya la sombría habitación se reflejaron en los míos atentos a cada detalle de su belleza. La complicidad era el mejor lenguaje entre nosotros y también el tacto de las manos deslizándose por sus hombros descubiertos, allí posé ligeramente mi boca y ella respondió con un suave gemido que por un instante cortó su respiración.
No hacía falta palabras cuando ya nos lo decíamos todo a nuestra manera, y todo sucedería en esa habitación antes de que el Baile concluyera.
Cada encuentro era solo un momento y al mismo tiempo era la eternidad.
Mis labios descendieron por su hombro y mis manos tomaron ventaja por su cuerpo,
las suyas invadían el íntimo rincón bajo mi pantalón, la palma de su mano se deslizó por mi miembro que le respondió con vigor. Liberarlo fue el siguiente paso. Cada acción era una apuesta y la siguiente que le sucedía era más alta elevando el listón. En ese reto constante los besos y caricias encadenaban nuestros cuerpos que se acoplaban de manera perfecta, tal como aquella joya que Ella llevaba a petición mía.
Su mirada me pedía más y solo bastó un gesto para que Ella adoptara la posición que sabía era mi preferida, verla así era una visión perfecta que agitaba todos mis más perversos deseos. Ante esa incitación le di una nalgada que le hizo temblar, sus labios suaves se abrieron, sujeté sus caderas firmemente y me hundí en Ella que arqueó su cuerpo y mordió su labio queriendo acallar lo inevitable.
Me había encontrado, nos habíamos encontrado, el ritmo fue in crescendo desde lo suave hasta lo tortuoso y nuestro baile parecía interminable. La joya seguía en su sitio y yo no quería dejar el mío. Al final, aún dentro de Ella, susurré su nombre, el que solo yo conozco ...
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