Dícese del brindis de tu boca y mi boca
prometiéndose lo eterno
donde mi alma gravita en la tuya
ascendiendo verticalmente
por la cornisa de tus labios hasta la superficie,
probando juntos el sabor a idilio.
Porque el vértigo de lo nuestro
sólo encuentra significado
cuando tras la luna me esperas
para acunarte hasta el amanecer entre mis brazos
y dejar que sin palabras
nos devore plácidamente la calma,
mientras en pedazos de silencios
se nos escapan incontenibles los gritos
con todo aquello que nos agita por dentro.