La Biblioteca siempre era un lugar dentro de la abadía donde solía pasar un momento a diario, alejado de los deberes y liberando su mente. Era un hombre metódico, culto, le gustaba sentir en sus manos las hojas suaves, otras veces ásperas y aspirar el aroma distinto de los libros. Disfrutaba de la lectura, de cada historia que lo llevara más allá de esas paredes.
Aunque pensaba que no había libro allí que ya no hubiese leído, igualmente recorría las estanterías intentando hallar en ese lugar aún la sorpresa. Fue así que fijó sus ojos en un pequeño libro de cubierta dorada. Estiró su mano y lo cogió soplando sobre la tapa, quitando el polvo acumulado sobre ella. "Tentaciones", era el título inscrito sobre esa dorada cubierta.
Buscó una mesa algo apartada y abrió el libro de hojas amarillentas, pero decorado finamente a mano, dibujos de demonios, escenas sexuales, orgías, que no pudo evitar mirar al cielo y pedir perdón a Dios por poner su atención sobre tales manifiestos. Sin embargo, su curiosidad podía más, sus ansias de conocimiento era lo que finalmente lo tenían allí.
Llevado por el azar abrió una página cualquiera y procedió a leer: "Era la manzana ofrecida abiertamente con todo su dulce veneno, de sangre caliente como el averno. Y a su lado reptaba ella con toda su sapiencia en el arte de seducir y de llevar al abismo de la tentación. Así probó del bendito fruto de su vientre y con ella la madre de todas las lujurias, juntas formaban un secreto vínculo, nombrarlas era descubrirlas tan iguales, tan distintas, pero el mismo fuego las consumía cuando se derretían al unísono en perfecta sincronía ante un mismo cuerpo al cual se prodigaban con esmero..."
Tras leer, solo pudo tomar su cruz que llevaba colgada al cuello y volver a mirar al cielo, cerró el libro con cierta agitación y lo devolvió a la estantería. Al retirarse exclamó en voz baja: No puedo más; necesito huir…
© Dulce
Relato que forma parte de la propuesta: "Tentacion(es)"
para el blog "Paraíso de Letras" de Ginebra Blonde.