Juro.

 

Juro que sentí

el terciopelo de su tacto

a cielo abierto como efecto narcótico

y lo más imposible fue cierto.

Juro que cuando me sonrió

no existió nada más

y vi sus alas dispuestas para volar

conmigo a su lado.

Juro que latía en ella la vida

cuando me mostraba

su alma enteramente descubierta

y la emoción de su llanto brotaba.

Juro que era todo cuanto dije

y que sigue siéndolo.

 

 

 

León.

 

Amparado bajo el influjo solar,

silenciosamente paciente

con el temple de la fuerza del alma

reflejada en los ojos atentos.

Posesivo protector

con justicia divina

y el orgullo en la estampa soberana

como romántico caballero,

y al mismo tiempo

amante hecho de fuego,

león guardián de tu templo

solamente por ti siempre eterno.

 

Me evaporo.

 

Le robo

desde el primer hasta el último sueño

habitándola cada noche,

inquietando

sus nocturnos pensamientos

enlazados a mí.

Rapto su cálido sudor

deslizado junto al mío

y dentro de ella me evaporo

como ardor que no cesa.

Al despertar correrá

como corre la brisa

para abalanzarse hasta mis brazos,

cuando aún soy pájaro

en la jaula de su vientre.

 

Nuestro.

 

Me alcanza entre lo incierto

cuando menos la espero,

me roza y eriza

como suaves son sus dedos.

Encaramada sobre mis piernas

secuestra mi sonrisa

haciéndose ovillo

para albergarse en mi regazo

y me miente sin saberlo.

Sus manos, mis manos

en constante juego,

ese tan nuestro

de repetir a la vez lo que pensamos

y no necesita más

para ser mi atardecer y mi mar en calma

que hasta su sangre se ausenta

en mi falta.

 

Osadía.

Era una osadía el acariciarnos

venciendo las barreras del tiempo

y las cumbres de la distancia,

robarnos mutuamente el juicio

cruzando tan solo palabras,

o creando un puente

donde se equilibraban hábilmente

nuestras iluminadas miradas,

para ser el vértice encumbrado
del amor que nos vistió con arrobo.

 

 

 

Carolina.

 

Caribe lleva en la sangre

Alegría natural que le brota hecha

Risa jovial como espuma

O métrica precisa que versa.

Luna quiere ser y como ella

Iluminada besa,

Nacida en tierra de gracia es

Alma enamorada que sueña. 

- Carolina -
 

Gemas.

 

Exaltadas tus gemas

se ofrecen vivas 

a la levedad del roce,

orgullosas se yerguen

cada una sobresaliente

en su halo concéntrico.

Porque no hay medida más exacta

para la trampa que le tienden mis manos,

ni magnetismo más certero

para el trémulo baile de mi lengua

sobre la cuna de tu incipiente latido.

 

 

 

Coraza.

 

Aparecí en tu horizonte

rodeado de mística luz

con la fuerza de quien reclama

lo que le pertenece desde antes.

Trepé a tu torre, la más alta

alentado por la luz en tu ventana

derribando todo

lo que a mi paso acechaba.

Derroté a las sombras en su propio bosque

librando oscuros sortilegios,

ahuyentando a la lluvia

amenazante en tus ojos.

Y al alcanzar tu mano

tras las noches errantes sin lunas,

para las grietas de mi armadura

te volviste resistente coraza.

 

 

 

A todo.

 

Al adagio de tu nombre

pronunciado en el rumor de la noche,

a la tregua de las caricias

rendidas ante el remanso de las miradas.

Al laberinto de besos que nos pierde

sin posible salida,

al aroma que destila tu cercanía

y embriaga a la desnudez compartida.

A la certeza de tenerte

en cada nuevo despertar,

al momento inesperado

que asalta a la propia sorpresa,

a mi preciada colección

de cada cosa única en ti hallada.

A todo lo que quiero 
de ti.