Dos columnas sustentan
el santuario en el que mis ojos se recrean,
una bisectriz divide en partes iguales
el territorio donde reside la abundancia
de la anatomía perfectamente modelada.
Allí mora la fascinación
con la que deliran mis pupilas
y asoma generoso
el fruto hecho carne de tu espíritu.
Sírvete a mis deseos sobre la mesa
que quiero comerte el corazón
ungiéndolo sagradamente
entre las mieles de mi boca.