miércoles, febrero 28, 2024

La Carta del Placer.

Al girar la carta pensó que era una carta maravillosa y mordió su labio al leer lo que el mensaje en ella decía: "Si elegiste esta carta, la D/s no es algo impensado para ti. Tu objeto es el Collar, tu palabra es Sumisa, tu color es el Violeta." Intuía que había sido hecha especialmente para ella. 

El tiempo es un río que no se detiene y sin más demora subió por las escaleras hacia el cuarto donde sabía que Él la esperaba. Giró el pomo movida por la curiosidad, esa curiosidad que suele ser una ventana hacia lo inesperado. Al abrir la puerta lo vio sentado en penumbras en el habitual sofá, alcanzó a vislumbrar su mirada como dos llamas de fuego que le señalaban el camino.  Esa mirada la envolvía de algo especial, era como un puente que los unía y por el cual ella ahora caminaba con seguridad hacia su encuentro. 

Se sentía tal como un ave en pleno vuelo y queriendo solo posarse entre sus brazos. Por suerte había elegido un atuendo cómodo para el Baile, se quitó los zapatos y caminó descalza hacia Él cerrando tras de sí la puerta. De inmediato el silencio se apropió del momento, hasta que Él le ordenó; «Quítate la ropa lentamente sin dejar de mirarme». Sabía que no podía contradecir su mandato, tampoco pensaba hacerlo, deseaba complacerlo. 

Se quitó el vestido dejándolo caer y provocando en Él una sonrisa de satisfacción. Percibía su mirada recorrerla como una ardiente caricia, el silencio podía cortarse con un cuchillo y estaba segura que su corazón se oía como un volcán en erupción.

Él la observó detenidamente, recreándose en su cuerpo, como quien se deleita con su obra siempre inacabada, siempre fértil. Se puso de pie y la rodeó lentamente para luego ponerle el collar de color violeta. Al mismo tiempo inhalaba su perfume que le provocaba mariposas en el estómago. «Tengo un regalo para ti», le dijo mirándole ahora a los ojos, esos ojos como dos luceros en la tenue luz de la habitación. Le ofreció una elegante caja que ella abrió, su expresión de sorpresa brotó al instante ante la reluciente joya. «Gracias Daddy, me encanta», exclamó. Él la besó en la frente, luego en los labios y cogiéndole la mano le dijo: «El diván te espera Mi Putita».

El Baile apenas había iniciado y no podía acabar sin que ella bailara para Él luciendo la deseada joya.    

© DUlCE 


Relato que forma parte de la propuesta "Metáforas"
del blog "Variétés" de Ginebra Blonde.
También publicado en "Lovely Bloggers" bajo etiqueta © DUlCE.

lunes, febrero 26, 2024

El Baile por Marina V.

Cuando las horas pierden sentido
y los sueños son realidades
posibles de solo pedirlo
ella baila cual pluma
mecida por la música
de dulces suspiros.

© DUlCE -


Mi Gratitud Marina.
Besos dulces con mi cariño.

Su carta elegida fue...

EL DULCE BAILE DE MÁSCARAS


  

   Semi escondida detrás de las filigranas doradas me acerco al baile. No me gusta bailar, pero la música tiene el poder de apasionarme con sus voluptuosos ritmos.

  Me siento en la gran escalinata de mármol, mi cuerpo se arquea embriagado de la sutil y voluptuosa atmósfera que envuelve el salón. Te veo llegar a lo lejos, cierro los ojos y sonrío…si no los abro a tiempo, el verde transparente de mis ojos de gata no te atrapará y pasarás de largo.




(Gracias por la invitación)



sábado, febrero 24, 2024

El Baile por Rodrigo Fúster I.

El dulce susurro del Baile
llega a todas partes
cautivando a cada alma y así,
atraído por el encanto de la dulzura
un inesperado concurrente  
se aventuró en el Castillo.

© DUlCE -


Gracias Rodrigo por participar.

Su carta elegida fue ...



El Caballero Oscuro representa el lado más oculto de los deseos, la noche más oscura del alma,  la inclinación por aquellos aspectos más recónditos de vuestro ser, tan importante como aquel que mostramos a los demás. El Caballero Oscuro, habla del poder de ser tal cual somos, liberando lo que callamos.  Mi objeto es la Cruz... mi palabra; un Vampiro... mi color; el Negro.
Al llegar al castillo, dos grandes portalones de corte barroco adornado de oros, se abrieron a mi paso, detrás de ellos un infinito abismo te dejaba caer en el más oscuro infierno, donde el deseo inconsciente, te habitaba, para mostrarnos todo aquello que había escondido detrás de ellas.
Grandes candelabros iluminaban el oscuro, pero hermoso lugar. Allí estaban todas adornadas por las más exquisitas vestimentas, entre ellas se distinguían al paso la brillante silueta de la mujer de negro, Dafne de amoroso andar, Campirela, elegante en sus palabras,  Tracy , llena de bondad, Qamar con su oscura y sensual figura, la susurrante Ginebra y muchas más, a las que no tenía el favor de conocerlas. Bailaban delicadamente como si fuera su última noche...
Baile entre ellas como si se tratase de un minué, con mi barroca manera y mi oscura mirada; iba de mano en mano, acariciando y soltando los delicados dedos, como una caricia etérea y casual. Al llegar a las manos de la la mujer de negro, de escotada vitrina y corte hasta la línea imaginación, se abrá su blanca pierna adornada de de un juego de ligas tan hermosa como su oscuridad. Baje mi mano hasta alcanzar sus caderas, rodeandolas con suave ademán. Entonces un suave y sugerente gemido pareció detener la noche. De pronto nos vimos bailando en un gran salón donde sólo se dibujaban nuestras siluetas, y una lluvia de estrellas cayó sobre nosotros. Su vestido caído al abismo, dejaba ver la más hermosa de las siluetas, de dorada piel morena, adornada de encajes cubriendo todos mis sueños de belleza.
Los roces del baile incineraron nuestros cuerpo convirtiéndolos en grises cenizas, mostrando el fuego que asomaba la noche... La noche más oscura del alma.
Cincelé su cuerpo como si fuera escultura, redibujando todos sus rincones, pliegues y costuras, dejándola desnuda en medio de las llamas, humedeciendo las baldosas, sudando entre sus columnas blancas, perdiéndome en su piel rebosante de lujuria, pero al querer entrar en ella, se escucho el ultimo compas iluminando el salón donde debíamos estar a solas; El cielo fue iluminado por los interminables fuegos artificiales, alejándonos de nuestro deseo impertinente y chocando entre las copas de cristal que no dejaban de romperse entre las manos.
Y esa fue la noche más larga e intensa de mi vida y esa historia que tanta veces había dibujado entre mis dedos.  

Juan De Marco

viernes, febrero 23, 2024

El Baile por Tracy II.

El azar jugó a favor
y el oscuro Caballero apareció
para guiarla al Salón
donde góticamente vestida 
danzó sevillanas
y ofrendó su sangre al anfitrión.

© DUlCE -


Mi Gratitud Tracy.
Un beso dulce.

Su carta elegida fue ...


BAILE DE MÁSCARAS 2024


 
Un año más recibí la invitación del CONDE DULCE para asistir en su Castillo  al baile que inauguró el nuevo año.
La cosa empezaba mal pues la invitación personalizada con mi nombre y el antifaz, se me perdió y es que en las fiestas navideñas  en mi casa se pierde un romano montado a caballo, así es que decidí obviarlo porque sabía que el Conde, que me conoce de otros años, le diría  al mayordomo del Castillo que me dejara pasar.
Eso sí, tenía que buscarme un antifaz acorde a mi vestimenta, que este año no sabía cual sería:
- Tracy no te pongas histérica , que te dará tiempo a todo, llegarás a punto y perfecta como siempre.
Con estas palabras de mi "Tracy razonable", comencé  los preparativos.
Había que empezar con los prolegómenos del baile que en realidad eran un juego.
Como siempre el Conde Dulce,  no deja ningún detalle al azar para  asegurarse que días antes del evento tengas puesto tu pensamiento sólo en el Baile y sus entresijos.
 Este año  ideó algo novedoso para mantener en vilo a sus invitadas que provocó una curiosidad exacerbada en todas las asistentes, como comentamos mientras esperábamos en el Salón.
Había tres cartas con el sello personal del Conde, tenías que elegir una al azar.


Mi elegida  fue esta, cuando le di la vuelta... ¡Joderrrr!


"El Caballero Oscuro"
Esta carta habla "del poder que tiene el ser tal cual somos somos liberando lo que callamos, el misticismo es importante en la persona que la elija, su objeto es la cruz, su color es el negro y su palabra es vampiro" ¡Qué fea la palabra! estuve apunto de no ir a la Fiesta, pero el Conde no era culpable de la carta que yo había elegido y no le podía hacer el feo de no presentarme.
Todo esto condicionaba mi disfraz. 
Iría de gótica. 
Con pendientes y colgante de cruz al cuello y un antifaz maravilloso de encaje


Y este traje de cuero que en cualquier momento me puede servir para bailar unas sevillanas al final de  la Fiesta.

Lo de vampira me trajo preocupada hasta que se me ocurrió pedir al Mayordomo, nada más llegar, una Granadina, para simular una bebida de sangre, y bien de alcohol, porque tenía que resolver varios asuntos pendientes: trasladarme al Castillo subida en esos tacones sin partirme una pierna, ver qué pasaba con mi invitación  traspapelada y convertir la Granadina en "sangre creíble", pidiéndole a uno de los camareros que le echara un poco de maicena para que espesara y realmente pareciera lo que no era.

Todo se solventó, en el momento que vi aparecer al Dulce Conde, tan elegante con su antifaz y su chistera... se dirigió hacia mí, tan atento, me miró muy bien mirada y besando mi mano enguantada  dijo:

- ¡Bienvenida Tracy! Pasemos al Salón. 



Me tomó por la cintura  con delicadeza y sin darme cuenta, me encontré en mitad del Salón, meciéndome al ritmo de la música con tal suavidad que parecía estar entre nubes de algodón sólo veía los fuegos artificiales que desprendía su mirada.
La "Tracy razonable" se puso nerviosa y la "Tracy fiestera" se dispuso a pasarlo bien.
Sólo sé que, cuando todo acabó  y volví a casa, encontré que me habían traído otra invitación de parte de Dulce para que la guardara como recuerdo de la Fiesta.


lunes, febrero 19, 2024

Tonal.

Desde el fuego del atardecer
hasta el fin de las horas
dócilmente se contorsiona
entregada a las sombras.
Encendida,
por la noche sometida
que en su húmedo tacto
con voraz apetito la devora.
Íntima es la presencia
que la cela entre ataduras
y majestuosamente
le invade profunda.
Esa pulsión animal que la domina
desgarrando sus ecos
hasta liberar
su tonal espíritu de lluvia.

miércoles, febrero 14, 2024

Destino.

Había cruzado dimensiones tantas veces como su curiosidad le había impulsado a hacerlo, aquello se había convertido en una divertida costumbre. Ya asimilaba mejor los efectos que producía ir de un plano a otro en tan poco tiempo, aunque eso también tenía sus riesgos, pero "no hay aventura sin riesgo", se decía a sí misma antes de emprender cada viaje. Para ello solo necesitaba desearlo fervientemente, porque en gran parte esos mundos nacían de sus deseos y sobre todo de creer que era posible.

Aunque en ocasiones esos deseos se mezclaban con los de otros y su destino podía ser un tanto diferente a lo pensado. De cualquier modo, no temía a los desafíos.

Así había encontrado a su mascota, un pequeño dragón verde que era su guía a través de  tantas realidades alternas. Su ropa también cambiaba de manera instantánea y se asemejaba a una guerrera. Y su nombre, su nombre no era el habitual.

Fue de esa manera que un día se encontró en un nuevo mundo, donde todo el entorno era violeta, en lo alto brillaba un luminoso Sol que le daba una sensación cálida y placentera, envolviéndola de seguridad. Al mismo tiempo había dos Lunas Violetas, cada cual con una órbita y cuando ambas coincidían se hacía visible el Castillo donde moraba ese ser que le era tan familiar, El Caballero del Sombrero de Copa.

Su presencia la llamaba, casi podía oír su voz hablándole y sentir su tacto acariciándole. Algo en ella le decía que nada era casual, que estar allí era destino y que finalmente, todas las piezas encajaban.

© DUlCE

Relato que forma parte de la propuesta "Un nuevo mundo"
del blog "Varietés" de Ginebra Blonde.
También publicado en "Lovely Bloggers" bajo etiqueta © DUlCE.

lunes, febrero 12, 2024

El Baile por Mujer de Negro IV.

Con las campanas de medianoche
fue anunciada en el Salón
y se presentó
en negro atuendo con blanca piel
siendo seducida por la atracción
del oscuro Caballero Dulce.

© DUlCE -


Mi Gratitud Mujer de Negro.
Besos dulces.

Su carta elegida fue ...

El Caballero Oscuro


Observo detenidamente el reloj de pulsera que adorna mi muñeca izquierda, mi mirada se detiene sobre la hora, las once y diez, subo al auto y atravieso la ciudad a gran velocidad, la noche ha descendido sus brazos fusionándose con mi oscuridad.

Al llegar al castillo ya es media noche, me detengo frente al portal y un escalofrío me envuelve, inspiro largo y prolongado tratando de controlar mis emociones mientras contemplo con atención la figura que se acerca.

El misterioso Caballero Oscuro avanza hacia mí, se posiciona en mi espalda y me coloca un antifaz en el rostro, su cercanía manifiesta sus intenciones. Ahora frente a mí, su mirada cae suavemente deteniéndose en mis labios, el roce de su mano en mi cintura es delicado, pero firme, me guía hacia el salón, en él distingo esencias conocidas departiendo por todo el recinto, música suave y voces indistintas.

Me atrae hacia Él mientras me contempla. Llevo un vestido negro como el abismo, un escote en V con un toque de encaje que corre hacia atrás cubriendo parte de la espalda. Desliza sus manos en mis caderas invitándome a bailar, el calor de su cuerpo hace reacción en el mío volviéndome arcilla. Hay sensualidad en sus movimientos, en la forma de modular su voz y en el roce tibio de su cuerpo contra el mío, al acercarse más puedo ver en el fondo de sus ojos; y cuando lo hago, algo hace clic en mi cerebro, mis ojos vibran con intención de pertenecer, de regalarme sin límites ni tabúes, como un eterno bucle sin retorno.

Susurra en mi oído encendiendo la llama "Haces que la noche sea como un dulce sueño y soñarte despierto es una delicia"y me entrega una llave antigua marcada con el número dos.

Camino por el corredor de luces violeta, al abrir la puerta, el sonido característico de las bisagras me eriza la piel, la luz es tenue y no me permite ver el fondo de la habitación, el calor de la chimenea empieza a encender mis mejillas cuando percibo frente a mí la figura del Caballero Oscuro, cierro los ojos y me dejo conducir hacia el interior.

Sus manos acarician por encima del vestido, se introducen sin piedad y lo hacen caer dejando al descubierto mi excitación. Lo siento dentro de mis pensamientos, es una sensación que me vuelve vulnerable. Me observa y su mirada humedece mi más íntimo deseo, ruborizada, intento cubrirme, mi cuerpo tembloroso no responde a mi mandato y solo espera paciente que Él avance sobre mí, enhiesto cabalga en mis entrañas amoldándome a su ritmo, su oscuridad me arropa y solo puedo explotar de dicha y rendirme al placer inmenso cuando su magma cae sobre mí. Al despertar, solo recuerdo el dolor de mis rodillas; y un enigmático collar envuelve mi cuello.

© Mujer de Negro


Como cada año, recibí una invitación para asistir al baile de máscaras organizado por DUICE. Agradezco la invitación y la paciencia que ha tenido conmigo en mi publicación tardía, motivos de salud me han tenido alejada.
Gracias, Dulce, por tan cálido recibimiento.


sábado, febrero 10, 2024

El Baile Por María I.

Con el vértigo de la prisa
acudió raudamente a la cita,
desafiando el caos
llegó a Mis Dominios
y vivió su propio sueño
de un Baile suspendido.

© DUlCE -


Muchas gracias María.
Besos dulces.

Su carta elegida fue ... 
(No eligió ninguna, pero le asigno esta.)


BAILE DE UNA NOCHE DESATROSA

La noche era oscura y tormentosa. El viento soplaba con fuerza estrellando las gotas de lluvia incesante contra los cristales. No resultaba nada apetecible cruzar el marco de la puerta para salir aquella noche y mucho menos enfundada en aquel traje oscuro que se ceñía a su cuerpo permitiéndole a penas caminar gracias a la infinita abertura que tenía a la altura de los tobillos subiendo como sus interminablemente tacones, hasta la rodilla. Se colocó aquel curioso antifaz con forma de murciélago sobre su nariz y tras abrigarse con una capa enorme de terciopelo rojo, respiró profundamente -como para infundirse valor- abrió su paraguas y salió dejando tras de sí el cálido ambiente de su casa donde al cerrarse la puerta crepitó el fuego de la chimenea.. pensar en la dulce sensación que tendría al volver, la animó. Corrió sobre el césped encharcado frente a su casa, luchando a cada paso porque sus infinitos tacones no se hundieran clavándose como estandartes en el encharcado suelo, hasta entrar precipitadamente en el vehículo que tenía aparcado frente a su casa, donde se derrumbó exhausta sobre el asiento del conductor.

Colocó su pequeño bolso en el asiento del copiloto, junto con su empapado paraguas y se dispuso a arrancar. Al hacer contacto se dio cuenta que no sabía donde estaba la lugar donde aquella noche se celebraba el misterioso baile de DULCE, así que colocó las coordenadas de la dirección en el GPS e inició la marcha. Los limpiaparabrisas no dejaban dejaban de moverse a un lado y otro, con su ronroneo incesante, sobre el parabrisas que además de la lluvia, permanecía casi opaco por la condensación que se acumulaba en el interior… intentó limpiar lo que pudo para ver algo y se incorporó a un asfalto brillante donde a penas se podía ver las líneas que la definían. Circuló por una carretera ondulante subiendo y bajando colinas durante casi una hora, penetrando en la tormenta que a cada minuto parecía arreciar más.. de pronto, el volante hizo un movimientos extraño y el vehículo se paró. Intentó encender el contacto de nuevo, pero el motor parecía negarse en redondo a arrancar…lo intentó varias veces y viendo que no obedecía abrió la puerta, salió, levantó el capot y como era una experta mecánica, no en vano era ingeniera de la NASA. Su destino estaba escrito, desde niña estaba siempre en la Luna. Así pues, en pocos minutos, observó el problema, lo solucionó y en seguida volvió a rugir el motor volviendo a la vida. Corrió al interior del vehículo y absolutamente empapada, condujo hasta llegar a una elevación donde por fin, como surgiendo de la nada, apareció una construcción imponente llena de torreones a diferentes alturas. Aminoró la marcha y se dirigió a la entrada principal. Allí, bajo una especie de porche techado, se le acercaron dos caballeros elegantemente vestidos que solícitos se ofrecieron a aparcarle el coche, salió entregándole las llaves a uno de ellos y caminó unos pasos hasta una puerta enoorme que en el instante en el que ella estuvo delante se abrió lentamente como invitándola a entrar. Así lo hizo. ... ...

…Dentro se encontró una amplia estancia al fondo de la cual se elevaba majestuosa una enorme escalera que ascendió mientras empezaba a escuchar una música suave que aumentaba de intensidad a medida que caminaba. LLegó a un salón donde para su sorpresa no había nadie. Absolutamente nadie salvo dos violines, un chelo y un piano que sin ningún intérprete sonaban maravillosamente y eso, a parte de extraño y misterioso, resultó sumamente agradable. Mucho más al sentir el calor de una inmensa chimenea que iluminaba el salón a la luz de las llamas que en su cimbreante danza impregnaban el ambiente de una calidez reconfortante.. Despacio se acercó hasta el fuego cuyo calor alivió el destemple que recorría todo su cuerpo -calado hasta los huesos, como estaba- después de su odisea bajo la lluvia. Sus pies también estaban helados y además entumecidos por la incomodísima postura sobre tan elevadísimo tacones, así que se descalzó, se sentó en el suelo y estiró sus brazos y sus piernas acercándolos hasta el fuego haciendo una especie de U con su cuerpo en equilibrIo… Justo cuando estaba en semejante postura, hizo acto de presencia DULCE, alto, fuerte y con una enorme y preciosa sonrisa y acercándose le dijo mientras ella perdía el equilibrio:

- Tranquila! Siento muchísimo tu esfuerzo María, hemos suspendido el baile por culpa del tremendo temporal que sufrimos. Espera, en un segundo estoy contigo…

Desapareciendo con el mismo sigilo que había aparecido. A los pocos minutos regresó con un enorme edredón entre los brazos y dos tazas de chocolate caliente, se lo puso por la espalda y ella, al sentirlo, se envolvió rápidamente desapareciendo dentro de aquella sensación deliciosamente confortable, luego DULCE se acercó, sentándose en el suelo a su lado, ofreciéndole una de las tazas humeantes, que tomó entre sus pequeñas manos sintiendo inmediatamente su calor y con él, una maravillosa sensación de seguridad y bienestar y… …Allí quedaron ambos, sentados frente al fuego, mientras la cámara hacía un barrido por toda la estancia, cerrándose la imagen con sus siluetas dibujadas al fondo, frente a la crepitante chimenea… FIN.

© María

jueves, febrero 08, 2024

El Baile por Mag VI.

Cuero, enigma y seducción
por partes iguales
la vistieron en el Salón,
pero su mejor Baile
lo hizo contorneándose
al pulso del placer. 

© DUlCE -


Mi Gratitud Mi Estimada Magda.
Beso dulce con mi cariño.

Su carta elegida fue ...

El Pecado encarnecido

El tiempo se me había echado encima de manera irremediable. No contaba con nada, salvo con la invitación al baile que, cada última noche de año, celebraba el caballero Dulce: el de los instintos perversos, las palabras encantadoras y las intenciones claras. Dice en su invitación «el azar te mostrará tu camino». Él y sus misterios, sus enigmas y los senderos intrínsecos a su naturaleza. 
Y el azar son estas tres cartas selladas con su anagrama que adjunta a la invitación. Elegir una y mostrar a la entrada. Mi curiosidad es poderosa y mis enigmas tan misteriosos como los suyos. Vestirse de piel, encadenarse a cadenas invisibles y postrar valentía desde el suelo con la hechura de Mujer. Santo y seña. El Pecado encarnecido. Secretos al desnudo. Noche de enigmas y placer.

Botas de cuero altas, por encima de la rodilla, con tacón de aguja que me encumbra sobre los pilares. Cuero negro como atadura de mi carne y un entramado de nudos cruzando mi espalda desnuda hasta donde pierde su nombre. Cada paso revolotea la cola que arrastra mi vestido y cada golpe de tacón reverbera en el filo de la falda, haciendo temblar el misterio que esconde bajo ella. En mis muñecas, puños de sirvienta francesa y en mi cuello, entre los encajes blancos, una sutil argolla. Sé que será todo de su agrado y también de su placer.

Llegué al baile más allá de la última campanada, cuando el bullicio estallaba en todo su esplendor, sumido en risas y susurros que se entrecruzaban en el revolucionado compás de la música. Cada paso sobre el suelo pulido resonaba, pero mis pisadas pasaban desapercibidas entre las sombras y los destellos de las máscaras danzantes. Mis ojos, ocultos tras la seda negra y enigmática de mi antifaz, buscaban sin descanso al caballero Dulce entre la maraña de desconocidos y de damas cuya identidad no me pasaba inadvertida. 

Sentía el cosquilleo de la curiosidad, el palpitar acelerado del deseo que latía en sintonía con el incesante ritmo de la noche. Fue entonces cuando el aroma a sándalo y ámbar, su sello personal, se entremezcló con la brisa que acariciaba mi piel. Su presencia se hizo palpable, un magnetismo que guiaba mis sentidos hacia él. Sin previo aviso, una mano firme pero gentil se posó en mi espalda descubierta, siguiendo el intrincado enredo de nudos que desafiaba lo convencional. 

—Encantado de que hayas llegado, dama de enigmas y seducción.
—Siento haber llegado tarde, pero agradecida por contar conmigo un baile más.
—¿Estás lista para desafiar al azar y adentrarte en los rincones más profundos de la noche?

Su voz resonó con una promesa implícita, desafiando mis límites y despertando la curiosidad más intensa. Asentí en silencio, dejándome llevar por la corriente de seducción que nos envolvía. Él tomó el control, su mano firme guiando cada movimiento mientras nos alejábamos hacia un rincón apartado del jolgorio.
—¿Y vos? —concluí por susurrar.
El ambiente se tornó más íntimo, las sombras se hicieron cómplices de nuestros secretos. A pesar de todo, su voz fue un susurro íntimo que se filtraba entre la algarabía del baile. Su aliento cálido acariciaba mi cuello y su presencia imponente me envolvía en un halo de magnetismo y misterio. En ese instante, la conexión entre nosotros se volvió eléctrica, una danza silenciosa de miradas a través de nuestras máscaras. Con gestos apenas sugerentes, él me condujo hacia el centro de la pista, tirando de la argolla de mi garganta. Ahí, los cuerpos se entrelazaron en movimientos sugestivos y sincronizados en una coreografía íntima de pretensión y deseo.
Las luces centelleaban sobre nuestras figuras enramadas, la música reverberaba rodeándonos y cada gesto, cada ligero roce, revelaba propósitos oscuros sobre la piel oculta. Entre risas y miradas cómplices, el caballero Dulce y yo nos sumergimos en un juego de seducción, donde las máscaras no solo ocultaban identidades, sino que exaltaban la pasión que ardía entre nosotros. En un giro calculado, sus labios rozaron mi oreja, susurros de deseo que desencadenaron en un intenso escalofrío que me recorrió entera, estallando en el centro de mi vientre para convertir mis entrañas en el inicio de un dulce y embriagador manantial capaz de azorar la voluntaria sed de mi partenaire.
Apartados del gentío, en la penumbra de una profunda habitación donde los deseos más livianos se escondían para tornarse perversos y oscuros, cómplices y deliberados, el caballero Dulce, con maestría, desató cada uno de los nudos que ataban mi vestido, dejando al descubierto la piel que ansiaba sus caricias. El brillo de la luna se filtraba entre las cortinas, iluminando la escena donde el juego de poder y sumisión se entrelazaban con el fuego de nuestras almas.

Cadenas invisibles nos unían en un vaivén de sensaciones, donde el placer se entremezclaba con el misterio, y la entrega se convertía en un lenguaje silencioso entre gritos contenidos, gemidos desvelados y suspiros clandestinos. Fue el clímax de las horas ignoradas el que nos sumergió en la profundidad de nuestros instintos más salvajes y prohibidos, desafiando al azar para entregarnos, yo a su voluntad y él a sus perversos instintos en un consenso santificado por nuestros mutuos deseos.

—Siento complacido vuestra entrega —me dijo mientras soltaba los amarres que habían sujetado mis muñecas a la cruz.

En sus ojos todavía palpitaba la exacerbación de su deseo, el fuego que todavía llameaba avivado en mis entrañas. Cada nudo de mi vestido había sido una bocanada de libertad, cada caricia un soplo de felicidad; cada beso, un enjambre de sensaciones compartidas que culminaban en la densidad de un abrazo cálido y reconfortante. tanto para la piel sofocada como para el alma satisfecha.

—Gracias, mi estimada Magda, por este bello baile.
—Gracias a vos por sumergirme en él —respondí, dejando mis puños sobre el potro. Una evocación del placer.

Nuestros pasos nos volvieron a encaminar hacia el baile, donde algunos invitados dieron cuenta de nuestra ausencia; otros quisieron ser ignorantes. Repetimos un baile, sin intenciones ni pretensiones oscuras. Luego, desaparecí para perderme en la noche, y entre sus recuerdos.

© Magade Qamar

martes, febrero 06, 2024

El Baile por Alma Baires V.

Sigilosa llegó al Baile
emergiendo de lo oculto
queriendo pasar desapercibida
más no ante la mirada
de quien le ha visto
brillar por sobre lo oscuro.

© DUlCE -


Mi Gratitud Alma Baires.
Besos dulcemente grandes.

Su carta elegida fue...

#VDLN - 284


"Hay algo hermoso acerca de mantener ciertos aspectos de tu vida ocultos.
Tal vez la gente y las nubes son hermosas porque no se puede ver todo."
(Kamenashi Kazuya)


[Sólo quién conoce mi oscuridad,
merece conocer mi luz...
...reflexión personal.]


sábado, febrero 03, 2024

Favorita.

En el fluir constante
del percibir
más allá de la realidad
y la imaginación,
te veo.
Ingrávida
en encajes vaporosos
que desarmo
para sentirte vivaz
entregada a la caricia.
Favorita
de sueños y pensamientos,
predilecta
de mis placeres secretos
que en tu nombre diluvio.


Poema que forma parte de la propuesta "Persona Favorita"
convocada por Dafne Sinedie para "Relatos Jueveros".
Mi gratitud Dafne por tu invitación.

jueves, febrero 01, 2024

El Baile por Campirela VII.

Del hábito se despojó
para descubrir sus deseos
ante el dulce placer se inclinó
hasta abrazar su nueva religión
y eligiendo lo oscuro
encontró su redención.

© DUlCE -


Mi Gratitud Campirela.
Besos dulces.

Su carta elegida fue ...

La Novicia


Otro año más nuestro bloguero y compañero de letras Dulce, nos ofrece este baile de Máscaras, donde nuestra mente divaga al son del erotismo que envuelve una noche mágica.

Mi carta elegida me da tres objetos que debo incorporar al baile:Una Cruz, una plabra - Vampiro- y un color, el negro.

Muchas gracias, Dulce.





 La novicia

 Cerró su celda y cogió la pequeña maleta, en ella solo llevaba el misal y una muda, pues tan solo pasaría dos noches con sus padres.

En la puerta del convento se hallaba el chofer que la llevaría después de tres años a su hogar, a su pasado.

Tan solo con quince años ingresó en el convento de las Divinas Pastoras, ella no quería, fue decisión de sus padres, esos modales de mujer liberal escandalizaron a esa sociedad hipócrita que la rodeaba, sus padres no supieron estar a la altura, pensaron que alejándola de la civilización calmarían las habladurías.

En los tres años transcurridos tuvo tiempo de rezar, de empaparse de la vida de los Santos, pero cada noche, en la soledad de la celda, sus manos recorrían su cuerpo, sentía como se erizaba su piel, sus dedos se estremecían refugiándose entre su camisón.

Se despidió de la abadesa con un roce de beso en la mano y una leve inclinación. Cuando subió al carruaje, fue una liberació, por fin estaría todo el recorrido sola, sin que ningún ojo oculto la estuviera espiando.

Faltaba más de medio camino cuando oscureció, el trayecto apenas lo recordaba, pues, el paisaje era un bosque tan tupido de árboles que apenas dejaba ver las estrellas, en sus pensamientos iba cerniendo que haría esos dos días de libertad, si reflexionar sobre estos tres años o en huir en busca de su libertad.

Algo ocurrió de repente, el cochero frenó, dándose con la cabeza en el cerco de la ventana. 

— Hermana, perdóneme la brusquedad. Tenemos un pequeño problema. La rueda trasera se ha salido y es imposible seguir el viaje.

—No se preocupe,caminaremos hasta llegar a la posada más cercana para pasar la noche.

—Creo que a unos tres kilómetros había una casona grande, puede que alguien se apiade de una religiosa y nos dé cobijo. 

Ambos echaron andar, el cochero llevaba la maleta de la novicia. Esta detrás de él, vigilaba cada paso que daba pues sus alpargatas no estaban hechas para caminar por ese camino agreste de hojarasca y piedras. 

 La noche era fría,y por momentos la niebla les impedía avanzar.De repente un corcel negro  relichando se detuvo a su lado, los dos quedaron quietos sin saber qué decir. Ese majestuoso animal era todo un poder de la naturaleza, al igual que el hombre que lo montaba.

—¿Qué les ha ocurrido para que una religiosa y su acompañante anden por este lugar en una noche tan fría y oscura?la voz era profunda, con tintes de dominación.  

—Señor, se nos rompió la rueda trasera y no podemos seguir rumbo al hogar de la hermana Ángela. ¿Sería usted tan amable de decir si en este camino se encuentra alguna fonda para pernoctar?

—No será necesario, seguidme, les alojaré en mi casa. Hermana, deje que la llevé a lomos de mi corcel, veo que sus zapatillas están a punto de dejarla con los pies al aire y la noche no acontece.

Al darle el brazo para engarzarla al lomo del caballo, sintió un hormigueo en el cuerpo ¿cuanto hacía que un hombre no la tocaba? Él, por su parte, sintió algo raro, su cuerpo se estremeció, pero no de deseo, sino de pánico, algo no funcionaba.

Esa mujer con ese hábito negro llamó su curiosidad, pero algo no estaba funcionando, hasta que por fin vio la cruz que asomaba entre sus pechos.

Tenso todo su cuerpo, procuró no tocar un ápice del hábito galopando hasta llegar a su mansión.

La hermana Ángela temblaba  de frío y de miedo. Aquel hombre de aspecto viril la producía una sensación extraña. Sus ojos eran oscuros tanto como su pelo, sus labios carnosos y la dentadura blanca hacían resaltar la belleza varonil.

—Hermana, debería cambiarse de vestido, está mojado  por las nieblas de la noche.

— No tengo otro hábito, solo llevo dos mudas para el corto viaje que estaba realizando hasta encontrarnos con este infortunio, quizá si hay un buen fuego pueda secar mis ropas.

—Venga, la llevaré a la biblioteca, allí siempre está encendida la chimenea, pero creo que no será suficiente. Si a usted no le importa en las habitaciones hay ropa de mujer y puede que sea de su talla.

—Perdone, pero se habrá dado cuenta de que yo no soy una mujer normal, soy una religiosa a punto de dar mi vida al Señor y usted habla de ponerme unas ropas de mujer. No estaría obrando con mis votos de humildad y castidad.

El caballero la miró con ojos penetrantes, evitando mirar el crucifico, esa cruz tenía que quitárselo del medio lo antes posible. Cada vez que sus ojos iban hacia ella, sus colmillos se afilaban rozando casi su labio inferior.

—Hermana, al menos despójese de su crucifijo, así se secará antes el vestido. 

Él la dejó sola en esa sala, curiosa comenzó a mirar cada estantería, podía ver libros escandalosos, la llamó la atención uno que estaba abierto sobre una mesa de madera. Al acercarse, vio imágenes obscenas de mujeres desnudas abiertas de piernas con hombres sobre ellas, cada uno poseyéndolas en diferentes formas.Su curiosidad era tal que comenzó a sentir una ola de calor y fue el momento en el que se desprendió de su crucifijo.

Ojeó más sin percatarse de que aquel, el caballero  la observaba a través de las cortinas que hacían de biombo entre esa sala y su despacho. Allí agazapado sentía como esa mujer le atraía como ninguna otra, pero esta vez no era por tener unos pechos exuberantes, ni una ropa sensual, ni tan siquiera sabía como era su cabello,pues este iba cubierto, pero algo le decía que esa mujer iba a ser suya, tal vez esa noche no, pero quizás antes de amanecer.

Ángela por un momento sintió que alguien la miraba, pero allí estaba ella sola, se acercó al fuego y levanto con timidez los hábitos y sus piernas quedaron al descubierto, él desde la distancia vio algo extraño en su ropa interior, alrededor de su cintura portaba un cinturón que rozaba sus partes más intimas, no podía ser, esa joven llevaba un cinturón de castidad.

El fuego del hogar calentaba su cuerpo a la vez que  sentía arder algo por dentro, aquellas imágenes  quedaron clavadas en su retina, podía sentir el cuerpo del varón sobre ella, recorriendo todo su piel y sin darse cuenta sus manos fueron a sus pechos los cuales los acaricio con lentitud, ésto al otro lado estaba alterando la entrepierna del hombre que no sabía si mitigar el acaloramiento de la joven o ver como transcurría la escena.

La hermana Ángela, cerró sus ojos y dejó su mente volar. Hacía mucho tiempo que no tenía esa necesidad de acariciarse, de sentir aquello que hizo que sus padres la convirtieran en una novicia que ella nunca deseó, la llamada de la religión.

Sin darse cuenta se fue desprendiendo de su primer hábito, quedándose en una camisa que la cubría hasta las rodillas, sus pechos se marcaban con nitidez. Él pudo ver aquellos pezones erectos como velas apuntado hacia el santísimo, su cuerpo comenzó a convulsionar se dirigió con sigilo hacia ella.Posó las manos en sus hombros y acercándose despacio,sin hablar, solo besó su cuello. Ella se estremeció, pareciera que le estaba esperando.

Sus colmillos querían saciarse de ese cuello esbelto y ese olor a santidad, pero se detuvo, solo quería gozar y que ella sintiera lo mismo.

Como dos almas que se encuentran por primera vez, se entregaron al deseo, la lujuria y el placer.

Cuando sus besos se posaron en sus labios, comprobó como hombre experto en el sexo, que ella era novel en las artes amatorias, no hizo falta decir, sus ojos se lo dijeron, por eso, sello su boca con un beso que la obnubiló de tal forma que casi desfallece, la sentó en el sillón y acercó una manta para posarla en el suelo al lado del fuego.

La llevó hasta ella con caricias, la fue despojando poco a poco de su ropa hasta quedar solo con ese cinturón, que la hacía aún más exquisita.

 Sus suspiros y gemidos recorrían toda la instancia, sus manos jugueteaban en acariciar el pelo, a desabrochar cada botón de la camisa, a reír como una niña cuando juega con su muñeco. Él sentía que esa noche algo importante iba a pasar en su vida.

El nivel de deseo fue creciendo conforme las caricias iban aumentando. Él la guiaba donde debía acariciar, tocar, arañar...hubo un instante de pasión cuando lamió sus pezones que no pudo contener su primer alarido. Su lengua quiso dar las gracias de ese placer recibido, haciendo que esta recorriera su pecho, bajaran por su ombligo y llegara hasta donde encontró algo que llamo su atención, era la primera vez que veía un hombre desnudo y aquello jamás lo hubiera imaginado, retrocedió con un gesto de pavorpues vio moverse algo que parecía tener vida propia, él la miró y con dulzura, le indico que aquello era su sexo, y ella podría disfrutar de él tanto como quisiera.

Su boca fue descendiendo, acarició todo su falo, lo lamió, lo saboreó, al principio  sus arcadas eran grandes, pero luego  sereno su garganta hasta llegar a controlar los impulsos, pues veía que él se retorcía, ella se sentía poderosa, el placer antes recibido por él ella se lo estaba compensado, aquellos movimientos cada vez más rápidos hizo que de su juguete saltara un líquido cálido que la mojo toda su cara.

Fue un momento único, en sus años de placer nunca había tenido un orgasmo tan rápido. La inexperiencia de la joven le arrancó su hombría en segundos de placer.

Ella se limpió con su camisa y le sonrió, no sabía qué decir, se acurrucó debajo de su pecho y solo le dijo: 

Perdón.

—No tienes por qué pedir perdón, entre un hombre y una mujer estas cosas suceden.

— Pero yo soy religiosa, y he pecado, mi lujuria ha sido más fuerte que mi amor al Señor.

— Tal vez ese sea el pecado, que tú no estás hecha para dedicar tu vida a la Congregación.

Entre ellos fluyó una conversación donde ella le contó su historia y él la escuchó. Aquella mujer levantó en él una pasión desconocida, no solo era sexo lo que deseaba de ella, tal vez comenzaba un nuevo año con alguien a su lado, pero no de una noche...

Siguieron hablando, hasta que sus besos comenzaron a ser de una intensidad que necesitaban satisfacer. 

Solo había un problema aquel cinturón impedía que tuvieran relaciones completas.

  Él no sabía que ella guardaba la llave y esta no era otra que la cruz, se levantó, fue a por ella y abrió la cerradura, lo dejó lo más lejos posible, la entrelazó junto a él.

Sus manos eran hábiles, tenía que ser cuidadoso, aquella virgen dejaría de serlo en la fecha más bonita del año, el cierre de un año y comienzo de una nueva vida, una mujer.

Tenía que prepararla para ello, y así fue como sus dedos entraron en ella, haciendo que se abriera para él, sus gemidos eran cánticos, pues sabía que sería su dueño siempre, sus manos jugaban con sus pechos, su boca mordía con delicadeza esos pezones, duros como el diamante, su lengua bajaba por sus caderas haciéndo que estas se elevaran y se movieran a cada embestida de su mano.

Todavía tenía que tenerla más ardiente para no hacerla daño, sabía cómo hacerlo. Su boca bajó hasta su sexo y en él se detuvo, lamió sus labios, y ella abrió aún más sus piernas. Sus manos acariciaban su cabeza, haciendo que se hundiera más en ella. No sabía lo que venía después.

Cuando sintió su lengua en su clítoris, su grito fue tan intenso que aquel libro que yacía sobre la mesa calló, con sus páginas abiertas, justo con esa misma posición.

Los orgasmos iban y venían hasta que por fin era hora de que esa niña se convirtiera en mujer.

La poseyó de manera que ella pudiera verle la cara, quería ver su rostro, cómo se iluminaba, la sentó a horcajadas y lentamente la fue bajando hasta que su miembro erecto y cálido entró en esa cavidad, dándole respuesta de que él era el primero en entrar en su mundo de mujer.

Sus embestidas una vez pasado aquel obstáculo fueron creciendo, de manera que ella pudo disfrutar de su primera vez, jamás pensó que eso la fuera a ocurrir. Cuando ella se tocaba sentía placer, pero aquello era la maravilla del mundo.

La noche transcurrió entre conversaciones y placeres, que fue descubriendo poco a poco.

Aquel vampiro, todavía no lo sabía, sería su señor el resto de sus días.

Jamás volvió al convento, nunca supo más de sus progenitores. 

Al día siguiente, la fiesta de fin de año se celebró en aquella mansión, su amo y su señor era el anfitrión.

Ella bajaría al salón a las doce en punto. Su invitación la encontró en la almohada, su carta esta vez era el lado oscuro. 

 Su traje ya no era el hábito, lo cambió por un traje de terciopelo negro que marcaba sus caderas de mujer, sus pechos resurgían en su plenitud y esa raja enseñaba que sus piernas habían gozado la tersura de su piel así lo decía.

 Un baile de máscaras, en donde solo ellos sabían qué había ocurrido horas antes del acontecimiento. 

Campirela_