Derrito su altiva forjadura,
la envuelvo silente
con la inquietud del deseo,
porque sé del secreto
que guardan sus labios
a través del tiempo.
He sido yo
quien le hizo probar
el indeleble sabor,
el más cierto y placentero,
he sido incubo voraz en su lecho,
he sido razón innegable
de su primigenio y tierno pecado
solo a mí oído confeso.