Me seduce
con inquietante canto
absorbiéndome hasta perderme
en los laberintos húmedos
de su concavidad.
Asido a sus muslos me ahogo
por seguir el eco envolvente
de los perversos augurios
sin miedo a zozobrar.
Y descubro
la impoluta perla
de su carne no mancillada.
Donde la fragilidad se esconde,
donde el beso nunca ha llegado
y la promesa permanece intacta