La cera se precipitaba sobre su piel desnuda e iba encendiendo al mismo tiempo su alma. Cada gota candente se fundía haciéndola temblar, la siguiente no demoraba y otra más abrasadora se sumaba comenzando a cubrir el primer tatuaje en la parte posterior de su cuello... Meraki. Hasta hacerlo desaparecer bajo la esperma.
El recorrido se extendía por su dorsal encontrando al segundo tatuaje... Kefi. Para cuando las letras quedaron completamente bajo la cera solidificada casi había perdido el aliento, pero eso solo lo conseguía aquella palabra que habitaba en su subconsciente, aquella que incitaba a todo su cuerpo nada más oírla. Una palabra tatuada en su mente que había derribado sus barreras y que desde entonces tenía otro significado desde que Él así la nombraba.
Antes de que la vela se consumiera, oyó esa palabra nuevamente de su voz, y fue ella quien esta vez se derramó como fuego líquido.
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